Cultura

La muerte de Carranza beneficiaba a todos: Javier Garciadiego

“Quien verdaderamente puso en peligro a Venustiano Carranza fue la insurrección de Pablo González —autor intelectual del asesinato de Zapata—“, señala el historiador a cien años de la muerte del revolucionario coahuilense.

El presidente Porfirio Díaz en una ceremonia oficial.
El presidente Porfirio Díaz en una ceremonia oficial. El presidente Porfirio Díaz en una ceremonia oficial. (La Crónica de Hoy)

Una mayoría de analistas pronosticaban que la presidencia de Venustiano Carranza sería un éxito. No obstante, el mandatario fue asesinado antes de terminar su gobierno, su ejército fue enjuiciado por fallar al honor e incluso se corrió el rumor de que intentó huir de la Ciudad de México con el tesoro de la nación.

A cien años de la muerte del impulsor del constitucionalismo y del defensor de la no intervención, Crónica presenta una entrevista con el historiador Javier Garciadiego Dantan (Ciudad de México, 1951) quien opina que el asesinato de Carranza, el 21 de mayo de 1920, hizo que naciera el verdadero Estado posrevolucionario mexicano.

“Algunos analistas suponían que su presidencia sería facilísima, pero no ocurrió así: fue derrocado antes de concluir su periodo. Creo que la razón fundamental fue que cometió un error de diagnóstico gravísimo: comprometerse a que su sucesor fuera un civil”, expresa Javier Garciadiego Dantan.

Venustiano Carranza (Coahuila, 1859-Puebla, 1920) asumió la presidencia tras diez años de lucha y violencia, por lo tanto, la institución más poderosa en el país era el ejército revolucionario ya que tenían estructura, liderazgos, presencia territorial, poder político y presupuesto.

El integrante de El Colegio Nacional y director de la Capilla Alfonsina opina que hay veces en que las propuestas políticas correctas no siempre resultan ser la mejor opción.

“Los gobiernos civiles siempre suenan bien, siempre es algo aplaudible, pero cuando esa propuesta es prematura deja de ser correcta, termina siendo fallida”, indica Garciadiego Dantan.

Por ello, un problema del ex presidente de México fue su candidato civil, quien era un respetable funcionario revolucionario pero un desconocido para la sociedad: Ignacio Bonillas. En cambio, el candidato del sector independiente a Carranza era Álvaro Obregón, quien se ganó con carisma el reconocimiento de la gente.

“Primero que todo, Obregón era un general invicto; en segundo punto era el hombre que había vencido a Pancho Villa y eso le daba una imagen de orden y estabilidad que la clase media agradecía. Pero sobre todo era un general mutilado, era la imagen de la víctima de la violencia revolucionaria, el haber perdido un brazo lo hacía un hombre especialmente carismático”, comenta el historiador.

Carranza decidió obstaculizar a Obregón controlando Sonora, ya que era la entidad donde su opositor tenía su base de apoyo. Garciadiego Dantan platica que el entonces presidente designó a un jefe de operaciones militares, Manuel Diéguez, por si ocurría violencia por motivos electorales, de esa manera, Diéguez controlaría la situación.

Acto seguido: en Sonora desconocieron a Carranza y se dio a conocer el Plan de Agua Prieta (23 de abril de 1920), que también desconoció al presidente porque un sector revolucionario no estaba de acuerdo con la conducción que estaba haciendo del movimiento armado.

“Él había estado esperando a que Carranza se echara para atrás de su proyecto civilista y lo nombrara como candidato sucesor. Carranza no iba a nombrar a Pablo González por su desprestigio por el asesinato de Zapata, porque lo consideraba incapaz y porque sabía que de nombrarlo se insurreccionaría la mitad del ejército encabezado por Obregón”, narra Garciadiego Dantan.

Al no ser nombrado, González se rebeló y desconoció a Carranza. Esto complicó al presidente pues sus fuerzas militares circundaban la Ciudad de México, es decir, estaban en Puebla, Estado de México, Morelos y Tlaxcala.

Por eso, el también investigador de El Colegio de México y autor de Así fue la Revolución mexicana, señala que quien verdaderamente puso en peligro a Venustiano Carranza fue la insurrección de González.

“Ésa fue la amenaza directa. Carranza tuvo que abandonar la capital porque las fuerzas de González ya rebeldes lo empezaron a presionar”, detalla.

El presidente salió de la Ciudad de México en un convoy rumbo a Veracruz ya que ahí tenía a un fiel aliado: el gobernador Cándido Aguilar, quien le garantizaría —además de la ubicación estratégica de la entidad— un jefe de operaciones militares leal de nombre Guadalupe Sánchez.

“Algunas críticas dicen que se estaba llevando el tesoro de la nación como si se lo estuviera robando porque el convoy era muy grande. Carranza no estaba pensando en salir huyendo de la ciudad, él nunca se pensó como el presidente que huye, siempre propuso ser el presidente que traslada su gobierno completo a otra sede, por eso se llevó los tres poderes, a diputados, senadores, burócratas, gabinete y tesoro”, explica Garciadiego.

Carranza sabía que el convoy sería lento, no obstante, en el camino padeció deserciones militares y de empleados del ferrocarril que boicotearon la salida, no tenía maquinistas, ni operadores y le faltaba petróleo para mover el ferrocarril. Eso permitió que las fuerzas gonzalistas atacaran al convoy presidencial en puntos como San Marcos, Rinconada y Aljibes.

“En Aljibes (Puebla), los carrancistas sufrieron dos golpes muy fuertes: vieron que todo el horizonte, la vía ferroviaria rumbo a Veracruz, estaba destruida y levantada, entonces ya no podían llegar a su destino. Y dos, algo peor: fueron atacados en Aljibes por las fuerzas del jefe de operaciones militares de Veracruz, Guadalupe Sánchez. Entonces, Veracruz ya no era una opción, tenían que cambiar sus planes”, comenta.

El 15 de mayo de hace cien años, los carrancistas se internaron en la Sierra de Puebla, zona que conocían bien dos militares: Luis Cabrera y Francisco de P. Mariel. El 20 de mayo se adentraron a tierras indígenas y se presentó ante la comitiva un militar de nombre Rodolfo Herrero.

“Él había sido un soldado porfirista, quedó desempleado con la disolución del ejército federal por los Tratados de Teoloyucan, había regresado a su población y luego convirtió en rebelde pelaecista, tenía conflictos muy graves con la familia vecina de Luis Cabrera. Además, este hombre se había amnistiado al gobierno hacía unos meses y quien negoció su amnistía fue Francisco de P. Mariel”, explica Garciadiego.

Al ser alguien conocido y de confianza, Mariel lo presentó ante Carranza para después irse en avanzada y explorar el camino que les esperaba por delante. Herrero le dijo al presidente que lo llevaría a pernoctar a una población llamada Tlaxcalatongo. Así sucedió y los carrancistas descansaron en diferentes chozas.

“Una vez que los acomodó, Herrero pidió permiso alegando que había tenido problemas un hermano. Carranza le dijo que se fuera y que al día siguiente lo verían, pero ese día siguiente nunca llegó”, expresa Garciadiego.

A las cuatro de la mañana, Herrero regresó y dividió sus fuerzas —una veintena de hombres— en tres unidades. Este personaje sabía dónde dormía el presidente y aparentemente desde afuera dispararon a la choza de Carranza.

“Por eso hubo pocos muertos, porque sabían dónde tenían que disparar. Murieron tres personas: Venustiano Carranza, el guardia de la choza y un muchacho del pueblo que recibió una bala perdida”, precisa el historiador.

Al enterarse Mariel, regresó con sus hombres para atacar a Herrero, sin embargo, éste firmó un acta junto con los acompañantes de la choza de Carranza diciendo que el presidente se había suicidado.

“Esto lo hizo para que Mariel no lo atacara. Lo que hizo Herrero fue que su gente saliera huyendo, pero los carrancistas se empezaron a reconcentrar y un par de días después, Herrero fue aprehendido por Lázaro Cárdenas”, detalla Garciadiego.

Javier Garciadiego comenta que el expresidente en el acto de ser embalsamado, les quitó la posibilidad a los historiadores de llegar a una conclusión definitiva sobre su muerte.

“El acta que levanta el doctor indica que las balas tuvieron cuatro trayectorias: una en la pierna, dos en el pecho y una en el epigastrio; pero no es un autopsia, entonces no nos dice de qué calibres son, en qué situación fue la perforación, si fue arriba o abajo o a ras de suelo, tampoco hubo investigación pericial sobre la cabaña para saber si se disparó de afuera o de adentro”, cuestiona Garciadiego.

Al no haber autopsia y ante la declaración de Herrero, la hipótesis del suicidio tomó fuerza.

“Carranza llevaba siempre una pistola y cuando levantaron el cuerpo la encontraron, pero creo que era una pistola para repeler la agresión y no para asesinarse. Aunque repito, no tenemos ninguna autopsia que nos diga que había una bala del calibre de la pistola que cargaba Carranza”, enfatiza el investigador.

—¿Por qué tuvo tanto éxito la hipótesis del suicidio?, se le pregunta.

—Porque beneficiaba a todos. A Herrero porque así no lo podían acusar de asesinato, a Obregón y a sonorenses para no ser acusados de autores intelectuales, a los carrancistas para librarlos de cargos, aunque quienes iban con Carranza fueron acusados y estuvieron en prisión algunos meses por el delito militar de no haber defendido debidamente al presidente y haber fallado al honor.

“Circuló durante un tiempo esa idea, pero conforme fueron desapareciendo los sonorenses y cuando Herrero cayó en absoluto descrédito, los carrancistas empezaron a dar versiones contrarias al suicidio, en especial los que estuvieron cerca como Francisco Urquizo”, responde.

Javier Garciadiego pide por un momento dejar de lado la biografía de Carranza, así como su muerte en Tlaxcalatongo, Puebla.

“Dejemos el papel del ministerio, los historiadores no podemos ser agentes del ministerio público y menos si no contamos con una autopsia y menos sin una investigación pericial”, indica.

Cuando murió Carranza, murió con él todo el grupo carrancista en términos políticos y llegan los sonorenses, agrega. “Este nuevo grupo con otra visión de la Revolución, una visión de clase media, crearon un Estado revolucionario que integró sectores populares, a villistas y zapatistas. Es decir, un Estado que da concesiones al movimiento obrero y a sectores campesinos”.

En conclusión, opina Garciadiego, con la muerte, suicidio o asesinato de Carranza en esa choza humilde se abrió la posibilidad de que naciera el verdadero Estado posrevolucionario de México.

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