
“La poesía siempre ha buscado hablar de la muerte, tratar de comprenderla y acercarse a ella de una manera novedosa pues la muerte implica, en esencia, un colapso de los conceptos y del lenguaje mismo. En algunos de mis poemas intento acercarme al vacío semántico implícito en el acto mismo de morir”, indica en entrevista Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986), autora de El reino de lo no lineal, obra ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020.
En el libro editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA), la poeta explica cómo hay personas que regresan de la muerte clínica, cómo la muerte se convierte en la amante de un agonizante, cómo la materia inorgánica genera vida y por qué en el inframundo hay agua.
“El libro se divide en dos: Vuelta e Ida, ambas intentan abordar de distinto modo el umbral entre la vida y la muerte. La primera parte es una serie de testimonios de personas que han estado clínicamente muertas y han regresado a la vida. La segunda es una exploración a la depresión mayor que, a mi parecer, es una forma de ir hacia la muerte”, comenta.
En la primera sección, Díaz Castelo incluye pequeños poemas en prosa llamados vida, donde ensaya muchas definiciones de ese término.
“Estas secciones de vida utilizan y explotan la terminología fría y en apariencia árida de ciertos discursos científicos, del lenguaje académico y de la estructura del diccionario. También buscan hablar de las fronteras entre la vida y la muerte concebida no como la muerte individual sino como el momento en que la materia inorgánica dio el salto a convertirse en materia orgánica. Ese instante me parece mucho más enigmático y fascinante que la existencia misma de la muerte”, detalla.
— Escribes que el peor dolor es el miedo, ¿cómo localizar ese miedo?
— Me interesa explorar sensaciones y emociones que, a diferencia de los malestares físicos, no son localizables en partes concretas del cuerpo. Para explorar y visibilizar emociones como el miedo o la tristeza, hablo de ellas como si se tratara de un dolor concreto. Intento traducir esas experiencias intangibles a algo localizable y mesurable.
“En la segunda parte del libro ensayo esta traducción en una serie de poemas en prosa donde la protagonista asiste a una consulta médica y habla de su depresión como si se tratara de un malestar físico, la idea es convertir la tristeza en un ente tangible. El problema de la depresión y otros padecimientos mentales es que al no tener biomarcadores claros muchas personas niegan la importancia y la gravedad de estas enfermedades alegando que no son reales sólo debido a que no puede señalarse una causa orgánica concreta”, responde.
En un poema, Díaz Castelo habla de la ironía de la muerte al escribir que ésta no cree en las personas y entonces, les falla de último momento.
“Me interesa el sentido de humor en la poesía como una herramienta de pensamiento. Traté de destacar el tono burlón y ligero con la que nuestra cultura se acerca a la muerte. Hay un poema, por ejemplo,donde la muerte se personifica (casi como una catrina) que seduce al enunciante y realiza una especie de trío entre ella, el protagonista y su esposa”, detalla.
— ¿Cuál es el idioma de la muerte?
— Si bien la muerte es el gran tema en la poesía, busqué acercarme a ella no desde un tomo solemne sino a partir de un lenguaje coloquial y de uso diario.
Sobre la segunda parte del libro, la autora utiliza la mitología griega para equiparar la frase “bajar al inframundo” con la depresión de su personaje: Orfelia.
“Este personaje es una mezcla de Orfeo, que baja al inframundo para rescatar a su amada Eurídice y al final la pierde, y Ofelia el personaje de la obra de teatro de Hamlet. Quise explorar lo mítico desde la cotidianeidad, me importaba encontrar ese punto en que nuestra vida rutinaria se ve atravesada por lo mítico y por la sensación de algo que nos rebasa”, precisa.
En Las bodas de Cadmo y Harmonia, apunta Díaz Castelo, Roberto Calasso describe cómo los griegos pensaban que en los momentos de mayor intensidad los humanos estábamos poseídos por los dioses, no actuábamos por nosotros mismos sino que los dioses actuaban en nuestro lugar. “En la parte de Orfelia quise detenerme en aquellos momentos de una tristeza tan arrobadora que hace que nos sintamos poseídos por una fuerza o voluntad que rebasa y avasalla nuestra noción misma del ‘yo’”
¿Por qué en tu inframundo hay agua?, se le pregunta. “Es una metáfora de la asfixia, de sentir que habitamos con dificultades un elemento que no es el nuestro, que no nos pertenece”.
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