Cultura

La supervivencia salvaguarda a la dignidad en la derrota: José Ovejero

El escritor español habla de su primera novela Añoranza del héroe, una novela donde “los pobres no podemos elegir, te debes enfrentar a aquello que te cae y sobrevivir”

El autor de best-sellers Javier Sierra en la Feria del Libro de Madrid
El autor de best-sellers Javier Sierra en la Feria del Libro de Madrid El autor de best-sellers Javier Sierra en la Feria del Libro de Madrid (La Crónica de Hoy)

"La supervivencia es un acto que salvaguarda a la dignidad en la derrota, y más cuando la pobreza no te da oportunidades de elegir, en esa circunstancia debes enfrentar lo que te cae encima”, señala en entrevista José Ovejero (España, 1958) a propósito de la reedición de su primera novela Añoranza del héroe, libro que —en palabras del Premio Alfaguara 2013— es un homenaje a la narrativa de Alejo Carpentier.

Añoranza del héroe (Galaxia Gutenberg) narra la vida de Neftalí Larraga, un hombre que luchó por los ideales revolucionarios en Cuba durante la dictadura de Machado y de Batista (años 30 y 50 del siglo XX), y quien militó en el Comité Antiimperialista de Revolucionarios Cubanos en Madrid durante la Guerra Civil Española.

Sin embargo, la historia —que se basa en la vida del abuelo de José Ovejero— no está contada a partir de los triunfos, es una novela en donde Neftalí abandona España, a su esposa e hija, para regresar a la isla de donde también huyó.

¿La supervivencia es aceptar ­derrotas?

—Hubo un crítico literario que hablando de mi novela decía que era una novela que salvaguardaba la dignidad en la derrota, porque Neftalí es alguien que se va enrolando en causas y en todas pierde, incluso cuando triunfa, porque la revolución triunfa pero luego tiene un montón de dificultades a causa de esa revolución.

“Entonces tiene la sensación siempre de estar perdiendo. Es verdad que Neftalí y los personajes de la novela actúan por la necesidad de sobrevivir. Su esposa, Amparo, dice: ‘los pobres no podemos elegir, te debes enfrentar a aquello que te cae encima y sobrevivir como puedes’. Eso es lo que intentan mis personajes: no perder la dignidad, sobreviviendo”.

¿Buscas los silencios de las ­historias?

—En toda historia que cuentas hay silencios. Es como en los grandes cuadros históricos: algo no está ahí. No quería hacer una novela histórica sobre mi abuelo porque no fue uno de los grandes revolucionarios, pero hay una parte de la historia íntima que me interesaba mucho porque pienso que la gran historia se puede contar también a través de los personajes secundarios, de cómo viven y de lo que tienen que enfrentar. Y aún en ese nivel íntimo hay secretos.

¿Por qué la pobreza es un tema permanente en la novela?

—Mi familia viene de la miseria, mi abuela tuvo que irse a trabajar a Madrid porque en casa, en el campo, no sé cuántos hermanos eran, pero sí muchísimos y no tenían para comer. Está la pobreza porque creo que esa memoria debía conservarse.

¿Toda revolución es el equilibrio entre ira y solidaridad?

—Las situaciones extremadamente duras no generan necesariamente solidaridad, pero las situaciones extremadamente duras con un objetivo en común, sí. Por eso creo que en las revoluciones sí se da de manera más clara esa mezcla de solidaridad y rabia. Rabia por los sacrificios que debes que vivir y de solidaridad por esa esperanza en común.

“Eso es algo que he encontrado en la literatura revolucionaria, en especial en los testimonios. Leí muchos testimonios de revolucionarios y de combatientes en la Guerra Civil Española y la Revolución Cubana”, responde.

¿Las revoluciones se miden por sus muertes?

—Hay que juzgarlas cien años después porque a menudo no somos conscientes de lo que está pasando. La Revolución Francesa fue una bestialidad, hubo asesinatos, ejecuciones, fue terrorífico y al mismo tiempo sin ella, no viviríamos las democracias, seguiríamos en el absolutismo de la época.

“La historia se ha escrito con violencia y entonces la famosa frase de que la violencia es la partera de la historia, es verdad. La ecuación de un revolucionario es si la violencia que va a desencadenar reducirá otras violencias de tal manera que pueda sentirse digno haciéndolo. Es una decisión muy difícil”.

¿Piensas aún a Cuba como el país capaz de inventarse un futuro?

—Hoy mi mirada es menos romántica en el sentido de que toda revolución que triunfa tiende, con el tiempo, a enquistarse y a convertirse en una forma de opresión, es uno de los problemas a los que se enfrenta cualquier movimiento revolucionario. Sigo teniendo mucho respeto por la Revolución Cubana, pero menos respeto por muchas de las formas que ha creado esa revolución.

José Ovejero señala que a pesar de narrar vidas trágicas, no puede abandonar el humor. “Es necesario para vivir. No puedo evitar ser un escritor español. ¿Qué significa eso?, ser heredero de la picaresca de Don Quijote: situaciones trágicas llenas de humor. No lo busco pero me sale. Antes he dicho que no soy un autor español porque he estado fuera de España, pero me he engañado a mí mismo y lo noto en esta mezcla de humor y tragedia”.

¿Influyó la narrativa del cubano Alejo Carpentier en este libro?

—Es una novela con una serie de referentes muy españoles, la Guerra Civil es un clásico de la literatura española pero puse referentes cubanos y mis personajes de Cuba tenían que hablar cubano e hice toda una labor de investigación, me fui a la isla, la recorrí y busqué gente que conociera a mi abuelo, leí mucho.

“A la hora de decidir el estilo me di cuenta que mezclé lo más tradicional de la novela española y de la novela cubana, y Alejo Carpentier es uno de mis referentes fundamentales. No sé si puedo hablar de imitación pura en la parte en que Neftalí está perdido en la exuberancia de la selva pero no podía dejar de pensar en alguna novela de Carpentier. Mezclé el barroco cubano con la austeridad castellana”, indica.

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