
El obispo de Tlaxcala y la Conferencia del Episcopado Mexicano eventualmente podrían invitar al papa Francisco a que visitara México con motivo de la próxima canonización de los Tres Niños Mártires de Tlaxcala, cuyo Decreto fue firmado esta semana por el Santo Padre, pero esta invitación solo es una posibilidad formulista, pues todos los obispos conocen la apretada agenda del Pontífice y en sus cuatro años de gobierno pastoral, Cuba es el único país en el que ha estado dos veces.
De momento, la Santa Sede tiene anunciado que el Papa visitará Fátima, en Portugal, en el centenario de las apariciones y a Egipto, de modo que lo más probable es que la ceremonia de canonización de estos tres niños tlaxcaltecas sea en Roma, y en principio, se habla del mes de octubre.
La historia de los Tres Niños Mártires de Tlaxcala, que fueron beatificados en la Basílica de Guadalupe por Juan Pablo II en 1990, fue recogida por vez primera por Fray Toribio de Benavente, Motolinía, y de ellos hay mención en una de las cartas de Fray Juan de Zumárraga, primer obispo de México. Luego, otros autores abordaron el mismo tema, entre ellos, Francisco López de Gómara; el Padre Gerónimo Mendieta y Fray Juan de Torquemada, además de que existen pinturas antiquísimas en Puebla y Tlaxcala que se refieren a su martirio.
Estos niños tlaxcaltecas son los primeros mártires de la Iglesia en México y en América; el primero de ellos en morir fue Cristóbal, en 1527, es decir, 3 años después de la llegada de los primeros 12 franciscanos a Nueva España, y 6 años después de la caída de México Tenochtitlan.
Los otros dos niños se llamaban Antonio y Juan, fueron asesinados dos años después. Los tres fueron bautizados por franciscanos y servían como ayudantes e intérpretes a los primeros misioneros. Las edades de estos niños pudieran haber oscilado en los 12 y 13 años de edad.
Es innegable que el martirio de los tres niños tiene plena validez para la Iglesia pues pudiendo haber renegado de su fe cristiana para salvar sus vidas, prefirieron la muerte. Cristóbal fue asesinado por su propio padre, como consecuencia de que la evangelización dividió en lo cultural a padres e hijos, una vez que estos, desde pequeños, fueron instruidos en la doctrina, y es que la conversión inmediata de los adultos, formados en un marco politeísta y arraigados a prácticas como el sacrificio humano, resultaba casi imposible para tan solo 12 franciscanos que ni siquiera hablaban los idiomas nativos.
Poco antes de que estos niños fueran beatificados en 1990, el antropólogo Guillermo Buenfil hizo públicas algunas objeciones alegando la supuesta traición de los niños a su raza indígena, pero en aquel entonces, sus argumentos fueron tan frágiles que ni siquiera se tomaron en cuenta, puesto que al momento de la conquista de Tenochtitlan, tlaxcaltecas y mexicas estaban enemistados a muerte y sostenían continuas guerras floridas, de modo que los primeros se aliaron a los españoles sin que hubiera traición alguna a la raza indígena, porque aún no existía el concepto de una nación globalizante.
Con estas nuevas canonizaciones, México tendrá 4 niños santos, al lado del michoacano José Sánchez del Río, y también 6 indígenas, junto con San Juan Diego y los dos mártires fiscales de Cajonos, Oaxaca, que fueron asesinados en el año 1700. Estos constituyen el 3.3 por ciento el total del santoral mexicano.
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