Escenario

Murió Bernardo Bertolucci, el último gran maestro del cine italiano

El realizador perdió la batalla contra el cáncer a los 77 años. Dirigió filmes como El último tango en París, El último emperador y Novecento

Mario Benedetti, el escritor uruguayo que conquistó al mundo
Mario Benedetti, el escritor uruguayo que conquistó al mundo Mario Benedetti, el escritor uruguayo que conquistó al mundo (La Crónica de Hoy)

Decía Bernardo Bertolucci que todas sus películas eran históricas. Junto con Marco Bellocchio fue el sustituto oficial del neorrealismo italiano, cuya obra fue sumamente de una coyuntura sociocultural: Su voz fue marxista y en sus filmes se sentían los vientos revolucionarios a través de críticas implacables.

Bertolucci perdió la batalla contra al cáncer, a los 77 años, en su casa de Roma.

Nació en 1941 cerca de Parma, en la Emilia Romagna partisana. Fue un director destinado a formar parte de la élite intelectual, pues su padre fue Attilio Bertolucci, uno de los poetas y críticos que pretendió desarrollar una estética desde concepciones marxistas. De hecho, antes de ser cineasta, en su adolescencia llegó a ganar varios premios literarios, incluido un Premio Viareggio por su primera novela.

A la edad de 12 años se trasladó con la familia a Roma. Con sólo 15 años rodó con su hermano Giuseppe sus primeros cortometrajes con una cámara prestada en 16 mm. En Roma se inscribió en la Facultad de Letras, pero la abandonó pronto. Allí cambió la pluma por la lente, pero sin perder la esencia poética.

Don Attilio se había hecho amigo de Pasolini luego de que le editó su libro Ragazzi di vita (Nois de la vida, 1955) y de que este último se había mudado al mismo edificio de Monteverde Vecchio donde vivían. Una ocasión llegó Pasolini a ofrecerle ser su asistente de dirección en Accattone: “Le dije que nunca había hecho ese trabajo, y me respondió que él tampoco había dirigido ninguna película”, recordó Bernardo Bertolucci en una entrevista.

Así se dio su primer acercamiento profesional al cine, a los 21 años. Nunca negó su influencia, por eso en sus filmes se entremezclan la dimensión política y la transgresión privada, Partido Comunista y Freud, lo público y privado, justamente como en Pier Paolo Pasolini. Poco después vino su primera película, La cosecha estéril (1962), en la que describió la vida en los suburbios de Roma en medio de un sistema social injusto.

Su cine además tenía un enorme mérito, pues se filmó durante la durísima recesión económica del cine italiano. Pronto adquirió una narrativa propia, pero en sus retratos de la individualidad y lo colectivo, la temática social quedó indeleble, mostrando la conflictividad entre la burguesía y los radicales aires de cambio que soplaban en el continente en los años 1960.

Así lo demostró en otras obras como Antes de la revolución (1964), en su versión de El conformista (1970), con la que logró su primera nominación al Oscar, es decir, su primer éxito internacional (basada en la obra homónima de Alberto Moravia con Jean-Louis Trintignant como protagonista), o en la La estrategia de la araña (1970), basada en el cuento El tema del traidor y del héroe, de Jorge Luis Borges.

En 1967 lo llamó el director Sergio Leone para ser uno de los autores de su obra maestra Érase una vez en el oeste. También comenzó a experimentar con las técnicas que en Francia había puesto de moda la Nueva Ola, con Jean-Luc Godard a la cabeza. Es así como llegó Partner (1968), película basada en una obra de ­Dostoievski, un trabajo bastante literario y efectista.

En algunos de estos filmes ya se comenzaba a revelar uno de los ejes de la creatividad de ­Bertolucci: abordar las relaciones incestuosas, como en El conformista, donde un joven fascista planea matar a un exprofesor que ha renegado de la causa, y acostarse con su esposa o más tarde en La luna (1979) en la que un adolescente descubre que su madre era el único, el total, escape de su vida insegura.

Pero nunca fue tan polémico con sus historias sobre las pasiones sino hasta que llegó El último tango en París (1972), un desgarrador filme en el que un hombre adulto que busca el suicidio, al que dio vida Marlon Brando, y la joven Jeanne (Maria Schneider), que no entiende su situación. Ambos tienen un encuentro en los momentos en que no son capaces de encontrar la auténtica felicidad o el sentido de la vida.

En esta película Bertolucci recrea una de sus confesas fantasías de sexo entre dos desconocidos, en la cual se incluye una polémica escena de sodomización por la que algunos llegaron a decir que era “la primera película pornográfica artística”. El cineasta sufrió incluso una condena por ofender el “sentido común del pudor”, perdiendo los derechos civiles durante cinco años. La película se censuró, pero los tiempos cambiaron y también la moral pública, por lo que en 1987 la película dejó de estar bajo secuestro.

El éxito de este filme le sirvió a Bertolucci todo el crédito para rodar Novecento (1976), un viaje a su tierra natal para narrar la lucha de clases. Dividido en dos partes, el cineasta quiso rendir homenaje a la historia del Partido Comunista Italiano. Una obra maestra en la que narra las cinco primeras décadas del siglo XX en Italia, con la historia de una familia desde el nacimiento del comunismo en la región de Emilia Romagna hasta la Liberación, con Robert de Niro, Gérard Depardieu y Stefania Sandrelli en los papeles principales.

A esta epopeya siguió su máximo éxito a nivel comercial y en los estándares hollywoodenses, pues en 1987 rodó en China el filme El último emperador, basada en el libro Yo fui emperador de China. Es la historia de Puyi, el último emperador de China y fue el primer film que obtuvo permiso oficial de Pekín para ser rodado en el interior de la Ciudad Prohibida. La película ganó nueve premios Oscar y otros 39 galardones internacionales.

Tres años después estrenó El cielo protector (1990), una nueva agónica historia de amor en el desierto del Sahara, protagonizada por John Malkovich. Y posteriormente llegó Pequeño Buda (1993), en el que se adentra en la espiritualidad oriental con un niño estadunidense que se supone la reencarnación de la divinidad.

El cineasta concluyó su nómina con historias sobre el despertar sexual de la juventud, una constante en su creación artística, como Belleza robada (1996) o su último trabajo, Io e te  (2012), pero también en su revisión del Mayo del 68, Soñadores (2003).

Obligado por graves problemas de salud, Bertolucci pasó los últimos años de su vida en una silla de ruedas. Entre los numerosos premios que recibió fue galardonado con el León de Oro a la carrera en el Festival de Venecia en 2007 y la Palma de Oro honoraria en el Festival de Cannes en 2011.

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