
La relación de los artistas mexicanos con los sindicatos durante el periodo revolucionario y posrevolucionario significó, para ellos, ingresar a la política y en ocasiones, autodenominarse voceros de la Revolución a pesar de mantener un contacto con el gobierno. Esa es una idea que plantea el historiador John Lear en su reciente libro Imaginar el proletariado. Artistas y trabajadores en el México revolucionario, 1908-1940.
La publicación coeditada por Grano de Sal, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) y el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), el catedrático de la Universidad de Puget Sound, Estados Unidos, hace un análisis de la construcción visual del obrero mexicano, del auge del grabado y sobre cuál fue la relación de los artistas con el Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y el SME.
John Lear en este libro menciona a artistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco, Alfaro Siqueiros, Xavier Guerrero, Frida Kahlo, María Izquierdo, Tina Modotti, entre otros, cuyas obras hoy se miran “celebratorias” en los museos, cuando su contexto fue de crítica.
“Los artistas se vieron como obreros intelectuales que trataron de trabajar colectivamente y de organizarse para presentar sus intereses a su mecenas, pero fracasan en eso. Por ejemplo, cuando se enfrentaron a José Vasconcelos para cambiar los términos de su trabajo, Vasconcelos se empezó a reír y no funcionaron como sindicato abogando por sus intereses en ese momento”, señala John Lear.
En los años 30 del siglo pasado, añade, la formación de Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) inició como una organización de artistas de varios sectores en oposición al gobierno que sí lograron más que los artistas de los años 20, generaron contacto con sindicatos y trabajaron con ellos.
“La LEAR se acercó al gobierno y los miembros lograron tener puestos en la Secretaría de Educación Pública (SEP); el ministro Mujica empezó a dar subsidio a la LEAR para que pudieran seguir creciendo. Esto fue un problema porque cuando Mujica salió del gobierno perdieron su influencia y desaparecieron muy rápido. Significó ligarse con los sindicatos y campesinos, pero al mismo tiempo tener que coquetear y hasta cierto punto depender del gobierno”, indica.
Cuando los muralistas Rivera, Siqueiros y Orozco perdieron las paredes para hacer murales en lo que hoy es el museo de San Ildefonso, como consecuencia de la mala relación de Vasconcelos con la CROM, se unieron para publicar la revista El Machete.
“Desde ahí criticaron al gobierno, al mismo tiempo que iban diario a su puesto en la SEP y por eso no son necesariamente vendidos. Hubo una tensión donde los artistas y sindicatos tuvieron protagonismo, pero no estaban necesariamente siguiéndose, hubo debates entre ellos. La pregunta era y es: qué podemos hacer sin el apoyo del gobierno. La respuesta es nada”, indica.
En opinión de John Lear al final los movimientos plásticos y sindicales perdieron su independencia y autonomía.
No obstante, el académico reconoce que los artistas mexicanos entraron al debate nacional al colocar la figura del obrero en sus obras.
“Entender el trabajo y a la gente de clase baja e incorporarla en el lenguaje visual es un logro muy importante en sí mismo que empezó antes de haber una revolución bolchevique y un Partido Comunistas en México. En el libro inicio con Posada y Saturnino Herrán quienes incorporaron esto”, precisa el historiador.
Otro aspecto, agrega, es que llevaron el arte fuera de los museos y más allá de la obra de caballete.
“El muralismo que surgió con apoyo e intereses del estado, lo transformaron en arte para educar y formar mexicanos pero también hay una segunda generación de murales que se hicieron en lugares públicos, en sindicatos y hubo una tradición descubierta de los grabados que se podían hacer sin tener de mecenas al gobierno y con la posibilidad de llegar a más gente”.
— ¿Hubo crítica al charrismo?
—José Clemente Orozco fue muy especial y muchos lo siguieron en los años 30, en términos de criticar a Luis Morones, líder de la CROM. Hubo críticas de este tipo de charrismo antes de la existencia del término. Lo que es interesante de Orozco es que se acercó al Partido Comunista Mexicano en El Machete pero siempre fue un hombre desconfiado hacia todos los dogmas y doctrinas.
“Por ejemplo, pintó a un gordo como Morones en San Ildefonso, antes Preparatoria Nacional, con los obreros ciegos, apuntándoles y conspirando con los sacerdotes. Mientras en la LEAR estaban pintando a las masas juntas, enemigos de la clase obrera, el capital, el fascismo; Orozco demostró estas masas siguiendo ciegamente a los líderes ya sean Mussolini, Hitler o líderes sindicales”, responde.
El libro Imaginar el proletariado. Artistas y trabajadores en el México revolucionario, 1908-1940 se presentará el miércoles 19 de junio a las 17:00 hrs en el Aula Magna del Centro Nacional de las Artes (Av. Río Churubusco 79, Country Club, Coyoacán, CDMX), el jueves 20 a las 19:00 horas en el vestíbulo del Museo Nacional de la Estampa (Av. Hidalgo 39, CDMX) y el viernes 21 a las 17:00 hrs en La Casa del Hijo del Ahuizote (República de Colombia 42, Centro, CDMX).
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