Metrópoli

Redituable, el negocio de la compra-venta de botellas de perfume

(La Crónica de Hoy)

Son las 3 de la tarde y Juan Mena ya tiene una bolsa llena de botellas vacías. Todos los días se estaciona en una esquina para comprar envases casi limpios de perfumes que después venderá a un mayor precio.

Las botellas se reciclan, se rellenan y luego son vendidas a otros sectores de la capital.

Juan es entrevistado en una de las colonias de mayor plusvalía en la delegación Coyoacán. De ahí salen sus mejores botellas: Carolina Herrera, Coco Chanel, Calvin Klein... Las compra en 30, 50, 120 pesos. El valor depende de la marca y de las condiciones en las que esté el envase.

“Algunos dicen que es piratería”, confiesa. Pero eso no le ha impedido dejar su oficio en 13 años.

El negocio parece una espiral. Hay días buenos, días malos. No se sabe si hoy se venderá bien o si será un día de escasez.

Hay días, por ejemplo, en el que Juan logra comprar hasta 30 botellas, pero hay otros en los que nadie se aparece.

La entrevista es interrumpida cuando un tripulante de un auto medianamente lujoso se acerca. Sólo pregunta, pero evidencia que el negocio es alimentado por aquellos que pueden comprar un perfume en una tienda departamental.

Antes, platica, las botellas eran compradas a quienes recogen la basura, pero como resultó redituable, las personas que tenían estos recipientes en sus casas llegaban a ofrecerlas.

Juan enseña una bolsa de cartón blanca. Dentro de ella ya hay unas 30 botellas y cajas de cartón originales que también venderá. Por cada artículo saca una ganancia de hasta 30 pesos.

Una vez que funge como proveedor, las botellas son rellenadas con una fragancia que no es la original. El producto final tiene un mercado en especial: las personas de menores recursos.

Él ya conoce los gustos de los compradores. Las botellas más cotizadas y mejor pagadas son las nuevas fragancias de Carolina Herrera.

Durante el encuentro se le pregunta cómo llegó aquí. Responde que es un negocio familiar; su padre se dedicó toda la vida a eso y de él heredo el peculiar oficio. “Nunca fui bueno en la escuela”, dice sin titubeos.

También tiene sus propios gustos. Un aroma que disfruta es de los perfumes Lancome.

Antes de la despedida, Juan destapa una botella de perfume de la marca Paco Rabane. La olfatea. Su veredicto: “Huele a perfume de señora”.

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