
El movimiento que encabezó Emiliano Zapata durante la Revolución Mexicana propuso la nacionalización del petróleo e impulsó la creación de fábricas, entre ellas, la de acuñación de monedas, explicó el historiador Francisco Pineda Gómez.
“Poco después, el 24 de noviembre de 1914, el Ejército Libertador tomó la capital de la República, exactamente tres años después de proclamar el Plan de Ayala. La Convención revolucionaria de Aguascalientes se trasladó a la Ciudad de México, ahí los delegados zapatistas plantearon un asunto sencillo y fundamental: la tierra no solo es la superficie, la tierra también es el subsuelo, en consecuencia, las minas y el petróleo deben pertenecer a la nación”, dijo.
En aquel tiempo, con el despliegue de la gran industria, los monopolios y la Primera Guerra Mundial, añadió el también escritor, el petróleo ocupó el primer lugar en importancia como fuente de energía. Simultáneamente, hacia 1914, Estados Unidos empezó a desplazar a Inglaterra en la explotación del petróleo mexicano.
“El 10 de febrero de 1915 el general zapatista José Sabino Díaz planteó a la convención, no de Aguascalientes, sino la de la Ciudad de México, la necesidad de nacionalizar el petróleo”, señaló Pineda Gómez.
Hace un poco más de un siglo, agregó, José Sabino Díaz argumentó en un escrito, como primer punto, que la República Mexicana era una de las primeras naciones del mundo productora de petróleo.
“También reconoció que el petróleo era un artículo de primera necesidad por su importancia en las aplicaciones de la industria. En el documento como segundo punto escribió: No es equitativo que un país que tiene tales fuentes de riqueza sólo puede percibir 20% de la producción total y menos aún en los críticos momentos actuales”, leyó el historiador.
Como tercer punto, el general zapatista exhortó al gobierno convencionista a incautar la explotación del petróleo.
Sabino Díaz también escribió: “con la nacionalización del petróleo se remediará la actual situación salvándose a la patria, recordando las frases célebres del licenciado Sebastián Lerdo de Tejada cuando nuestra querida patria se encontraba en peligro por la intención de Maximiliano de Habsburgo, ahora o nunca, pues dadas las actuales circunstancias o salvamos a México con el petróleo o lo hemos perdido para siempre”.
En aquel tiempo, señaló Pineda Gómez, la extracción del petróleo mexicano era de 26 millones de barriles, la mitad de la producción anual de 1937.
El historiador detalló que José Sabino Díaz fue hijo de un panadero que llegó a vivir a Tlalancaleca, Puebla; asistió a la Universidad Nacional a estudiar leyes y fue en ese momento que decidió incorporarse a la lucha organizada por Emiliano Zapata.
“En 1915 ya era general de Brigada del Ejército Libertador, perteneció a la división Antonio Barona del Ejército Libertador y operó en el rumbo de San Rafael Ixtapalucan, Puebla, arriba de lo que hoy es San Martin Texmelucan”, dijo.
En la nacionalización de bienes emprendido por los zapatistas siempre estuvo presente la experiencia encabezada por Benito Juárez y la Independencia de México.
“El Cuartel General del Sur atendió la ejecución del Plan de Ayala, pero además atendió con mucha dedicación las tareas para resolver las necesidades del colectivo social: auxilio económico, víveres, vestimenta, semillas para sembrar, abasto de leña, forraje y aparejos, resolución de referéndums sobre tierras, chinampas, agua, herencias, casas-habitación, asuntos judiciales, funcionamiento recto de los ayuntamientos, educación y salud”, apuntó.
También previó la operación de caminos, correo, telégrafos, comercio, producción de las fábricas de azúcar, textiles y de papel; minas, construcciones. “Todo eso y mucho más consta en los archivos de Zapata que rescataron ellos mismos y que está formado por miles y miles de documentos”.
FÁBRICAS. Pineda Gómez, autor del libro La revolución del sur 1912-1914, destacó que el movimiento campesino generado por Zapata generó algo único: el funcionamiento de fábricas nacionales.
“Es una experiencia histórica de México que echa a la basura los prejuicios milenarios que se han impuesto contra los trabajadores del campo. En efecto, en aquel tiempo los 34 ingenios azucareros de Morelos fueron fabricas nacionales de la Revolución”, detalló.
Por ejemplo, dijo, en la ex hacienda de Atlihuayán se estableció una fábrica nacional de cartuchos y se acuñaron monedas zapatistas de plata y cobre.
“No fueron fábricas organizadas y administradas por el Estado, sino por los campesinos y los obreros zapatistas en condiciones de guerra. Busquen algo semejante en la historia mundial y verán que las fábricas nacionales de la Revolución campesina de México son hasta nuestros días una experiencia excepcional”, apuntó.
En el caso de las monedas, existe el registro documental de que los zapatistas acuñaron una moneda de dos pesos plata en 1915. “Según una nota de The New York Times, el 1 de julio de 1915 se recibieron en Estados Unidos dos piezas nuevas de esas moneda y se comentó lo siguiente: contiene un porcentaje considerable de oro dado, que Zapata no puede separar los metales, simplemente se utiliza el material tal y como se le encuentra”.
En palabras del investigador, el Cuartel General tuvo mucho cuidado en que no hubiera fraude en la acuñación de monedas.
“El encargado de departamento de Hacienda, Antonio Díaz y Gama, formuló en 1917 un documento con propuestas, recomendó declarar como válido el papel moneda que los zapatistas decomisaron al tomar la Ciudad de México en noviembre de 1914 y billetes que la Convención imprimió en 1915 y reconocer el papel moneda emitido por la División del Norte y el Ejército Libertador”, precisó.
A manera de respuesta, el Centro Consultivo del Cuartel General designó una comisión integrada por Manuel Palafox, Arnulfo Santos y Gregorio Zúñiga para analizar la propuesta de Soto y Gama.
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