Cultura

Restauran ropaje prehispánico hecho de material orgánico

Especialistas del Proyecto Templo Mayor han reconstruido piezas como el epnepaniuhqui, y otras que serán exhibidas en una exposición que se realizará en junio.

Piezas de concha nácar para mosaico.
Piezas de concha nácar para mosaico. Piezas de concha nácar para mosaico. (La Crónica de Hoy)

El epnepaniuhqui era una indumentaria ritual hecha con decoraciones de concha que usaron los niños mexicas en ceremonias asociadas a Tláloc y parte de esos atavíos se conservan hoy a más de 500 años de su elaboración en una ofrenda de la zona arqueológica de Templo Mayor, ubicada en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

El proceso de rescate de estos elementos se mostrará en el mes de junio en una exposición que también evidenciará la labor que hacen los conservadores, arqueólogos y biólogos integrantes del Proyecto Templo Mayor sobre la reconstrucción de indumentaria mesoamericana a partir de materiales orgánicos como papel, algodón y conchas conservados hasta la fecha.

“Los epnepaniuhqui que provienen de Templo Mayor son de la cuarta etapa constructiva. Se trató de cinco agrupamientos de concha cuyo estudio nos permitió armar sólo tres por falta de datos arqueológicos. En algunos casos, los armados no se hicieron con las piezas originales porque estaban muy deterioradas”, comentó la restauradora María de Lourdes Gallardo Parrodi.

El trabajo de la restauradora consiste en que a partir de elementos orgánicos, en este caso, pendientes hallados en ofrendas o depósitos prehispánicos —dependiendo de la forma o acomodo en que se encontraron—, ella propone un posible armado para saber qué tipo de indumentaria era, qué forma tenía y cuál era el decorado que presentaba en tiempos antiguos.

El caso del epnepaniuhqui registrado en la Ofrenda 24 de Templo Mayor, corresponde a un conjunto de pendientes de Pinctada Mazatlanica, usado por los mexicas como vestimenta ceremonial en las festividades de Tláloc.

La propuesta de rearmado, narra la especialista, se hizo a partir de fotografías digitales del lugar en donde hallaron las piezas. “Son lienzos digitales que mostraremos en la exposición de junio”, dijo.

Gallardo Parrodi indicó que a través de un modelo experimental con conchas nuevas pero con las mismas características pudo saber que la prenda estaba asociada a ofrendas de Tláloc y que los pendientes emiten un sonido cuando el atavío se manipula.

En otro de los epnepaniuhqui registrados en Templo Mayor, destacó, las piezas sí estaban en buen estado de conservación; se realizó un lienzo de telar de cintura coyuchi para encima colocar los pendientes. El resultado fue una vestimenta para conchas hecho con conchas.

“El repertorio de indumentaria no es amplio, lo que es amplio son las decoraciones porque les colocaban turquesa, oro, conchas y eso lo sabemos por estudios iconográficos. Uno de los textiles hallados tiene una capa de algodón que sabemos, tenía plumas y los elementos de papel forman parte del atuendo relacionado a Tláloc”, detalló Gallardo Parrodi.

La experta señaló que en época prehispánica la ropa era un elemento fundamental. “Todas las personas usaban ropa igual que nosotros en la actualidad, la ropa indicaba estatus, identidad, filiación, genero, profesión e incluso edad de sus portadores”.

Las sociedades mesoamericanas estaban jerarquizadas y una manera de ostentar esa jerarquización era la ropa, añadió.

“La gente del pueblo no podía usar fibras de algodón y ropa de un largo determinado, tenía que ser ropa corta, arriba de la rodilla. De eso hay mucho conocimiento de acuerdo con las fuentes documentales y también debido a todas las representaciones graficas e iconográficas de códices, estructuras, descripciones de los cronistas. La ropa documentada, mucha de ella era ritual para deidades y aspectos ceremoniales”.

En las Cartas de relación de Hernán Cortés cuando el conquistador español habla de su encuentro con Moctezuma documentó parte de la indumentaria.

“Se menciona que era una cosa de locura, se cambiaban tres veces al día, que había mantas de todas calidades y de todos tipos. La ropa de la gente y de la realeza se diferenciaba no en la forma sino en la decoración, entonces tenían aplicaciones de oro, de pluma, concha, materias preciosas e infinidad de decoraciones”, destacó Gallardo Parrodi.

Debido a su naturaleza orgánica no resisten las condiciones de enterramiento y por ello, es poco común que se encuentren textiles en contextos arqueológicos, casi siempre los expertos hallan conchas, huesos, líticas y cerámicas, pero los textiles o las fibras vegetales son escasas.

“Estas sociedades tenían a alguien que estimaba las dimensiones, alguien que hacía la selección y cálculo de los materiales con conocimiento de lo simbólico de colores y superficies, adquirían materiales y herramientas, había gente que preparaba los pendientes y gente que producía los textiles e hilos”, precisó.

Para un textil de 15 por 15, dijo la investigadora, el hilado —el proceso más largo— duraba 30 días, el urdido (o montaje del telar) era “bastante” rápido y el proceso del tejido era de un día aproximadamente.

“Aunque no se compara con la producción de los pendientes, tenemos algunas formas de los epnepaniuhqui de Templo Mayor que se estima que se elaboraron, un solo pendiente zoomorfo con forma de rana, en más de 200 horas”, señaló.

Por eso enfatiza la experta en el valor añadido de la indumentaria, tanto por la adquisición de material foráneo, como el algodón (no era de Tenochtitlan, era traído de Morelos y Guerrero, producto del tributos); así como su valor de producción.

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