Metrópoli

Tepitour, una inmersión al barrio más bravo

No hay escenografía ni endulzamiento de Tepito, a través de los cristales del tranvía no es difícil ver a algún chavito haciendo una seña grosera con la mano o las facciones secas de sus duros habitantes. Las calles tepiteñas están calientes siempre, pero sus rincones antiguos y representativos son ideales para un nuevo tipo de tour

Tranvía turístico en la Ciudad de México
Tranvía turístico en la Ciudad de México Tranvía turístico en la Ciudad de México (La Crónica de Hoy)

El tranvía esperaba frente al kiosco de la Alameda Central. A pesar de que el sol se sentía a flor de piel, los turistas, foráneos y capitalinos, esperaban la instrucción de subir al transporte.

Con un altavoz, el guía intentaba llamar la atención de los peatones: “Tepitour, completamente gratis, una hora de recorrido por las calles del Barrio de Tepito”.

Sólo algunos prestaban atención, los curiosos se acercaban a pedir informes y unos se animaron finalmente a ocupar un asiento en la replica de un tranvía modelo 1901.

El viaje estaba por iniciar y Alfonso Hernández, guía de esta inmersión profunda al barrio bravo, comenzó su labor: “¿Qué tal están? El día de hoy les mostraré la otra parte de Tepito, para que no tengan miedo de visitar el lugar... ¡Todos vamos a dignificar el barrio!”.

“En Tepito es en donde se encuentra la fayuca, violencia y drogas”, dijo uno de los jóvenes con acento norteño. Los sonorenses no habían podido disimular el impactado que les causaban los niños de la calle que viven sobre Paseo de la Reforma y Eje 1 Mosqueta. Un grupo de esas niñas y chavos inhalaban solventes y reían solos al momento del paso del tranvía.

Al entrar a la Avenida Peralvillo, se pudo observar a mujeres, muy jóvenes,  esperando a algún cliente. Otros transeuntes dirigían su mirada al vehículo repleto de turistas. Niños que dejaban de jugar y correr, observaron a tranvía y le propinaron  la Britney señal y otras señas obscenas de su repertorio. Otros menores rieron con los fuereños o simplemente los ignoraron.

El tranvía avanzó por el barrio caliente sin ninguna escolta o seguridad. Incluso Alfonso platicó que anteriormente contaba con audio, pero “fuimos víctimas de un pequeño atraco”.

Es posible que a alguno de los paseantes se les erizara la piel al ver las calles que comenzaban a recorrer. Sin embargo, Alfonso lució tranquilo. “¡El barrio de Tepito tiene mucha historia, por ejemplo, ¿sabían que Jaime Nunó vivió en Tepito? ¡En esa casa se inspiró para crear nuestro Himno Nacional!”, dijo.

Alfonso aseguró también que Adalberto Martínez Resortes vivió en calles de la colonia.

La mayor parte del tiempo los turistas prestaban atención a la narración de su guía, aunque de vez en vez, cuando el transporte se detenía, algunos indigentes se acercaban a las ventanas para pedir una moneda.

“Ya estamos en el conocido número 15 de Peralvillo, en donde se han filmado algunas de las películas más importantes de México”, gritó Alfonso.

El olor a mariguana aparecía esporádicamente; las banditas sentadas en las esquinas veían pasar el tranvía. Otra vez, ocasionalmente, alguien  hacía claros signos manuales; otros pocos sonreían y saludaban a los visitantes.

El Correo Español, el restaurante emblemático donde inició la preparación del cabrito; el Templo de Santa Ana y la Estela de Raúl El Ratón Macías, acapararon la atención.

“¡No es posible que El Ratón Macías haya vivido en Tepito!”, comentó asombrado uno de los jóvenes sonorense.

Después, un breve momento de incertidumbre: Alfonso pidió a los visitantes bajar del transporte… “No se preocupen, si traen bultos voluminosos los pueden dejar. Aquí no se roban nada, puede cambiar de dueño, pero no se roban nada”, comentó el guía mientras esbozaba una enorme sonrisa a la que todos respondieron con risas incrédulas.

En efecto, la inmerisón a Tepito no sólo era a bordo del tranvía. La parada fue para visitar la Galería José María Velasco, una exposición sobre la comunidad lébico-gay (y todos los extras que hoy lleva esta denominación de diversidad sexual). Las fotografías no resultaron del agrado de algunos, pero la siguiente parada tuvo mejor suerte. Una parte impactante del tour fue la visita a Salvador Gallardo, un hombre de 72 años que se encarga de crear “arte utilitario” con autopartes.

“Pasen a mi casa, les enseñaré todo lo que tengo”, invitó Salvador para que todos subieran a la parte alta de su local.

Mesas, sillas, la cama y muchos objetos estaban hechos de piezas para automóviles.

Salvador mostró hasta el último rincón; pinturas detalladas, cientos de cuadros de la Virgen María y fotografías de su familia se observaban por las diferentes salas.

“Cada silla ha de pesar 80 kilos, nadie podría llevárselas”, dijo riendo.

El hombre que aparenta 72 años, siempre se toma una fotografía de recuerdo con sus visitantes: “vengan a tomarse la foto todos, mañana la pueden encontrar en redes sociales para que la tengan de recuerdo”.

El tranvía recobró la marcha con sus ocupantes en sus lugares. Recorrió la calle Gorostiza, las vecindades y casas, viejos hogares desgastados, algunos a punto de caerse, basura por los pasillos e incluso adolescentes drogándose en algunos puntos.

Las calles de Tepito están calientes y el tour pasó por ellas sin disfrazarlas. Continuó y tuvo una parada más en el Museo Indígena, antes Exaduana del Pulque.

El viaje siguió a continuación por la estatua del luchador más famoso de México, El Santo enmascarado de plata, y la Glorieta de Cuitláhuac.

“Mi gente bonita, ya conocieron la historia de Tepito, no todo es malo y siempre es bueno ver el lado positivo de las cosas”, dijo Alfonso como final de su discurso para luego despedirse de cada uno de los paseantes. Uno de ellos, Marco Alatriste, dirigió unas palabras de agradecimiento  al chófer y al guía y volteó a ver el transporte. “Fue una experiencia nueva, nunca hubiera imaginado que en calles tan descuidadas y llenas de violencia se pueda albergar tanta historia”, dijo el joven de 19 años luego de una inmersión de una hora al barrio bravo.

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