
“La película es sobre lo que creemos que necesitamos para ser felices”, cita el cineasta mexicano Sebastián Hofmann a su actor protagonista, Luis Gerardo Méndez, para hablar de su más reciente filme Tiempo compartido, que se proyectó por primera vez en México con una gran recepción del público, durante el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), luego de haber triunfado a principios de año en el Festival de Sundance con el premio a Mejor Guion.
El realizador estuvo acompañado de Méndez, Miguel Rodarte y Andrés Almeida, que son el elenco masculino del filme, en el que también participan las talentosas actrices Cassandra Ciangherotti y Montserrat Marañon: “Quería contar con actores experimentados en el tema de la comedia. Hacer reír es mucho más difícil que hacer llorar. Es el lema clásico. Y yo quería eso porque incluso hay comedia física en la película”, explicó.
La primera película de Hofmann fue Halley (2012), que era el retrato de horror de la descomposición del cuerpo humano ligado a la soledad y la depresión. Un drama con tintes de humor negro en la historia de un muerto viviente. El resultado fue sensacional, con la fantasía para transmitir angustia y filosofar sobre el sentido de vivir.
A poco más de un lustro de distancia es que llega su segundo largometraje: “Es una película muy diferente a Halley, me propuse un reto en varios niveles, como en escala y tono. Creo a los que les gustó Halley les gustará ésta. Tiempo compartido es una historia un poco más clásica y explora el tono de la comedia física, por lo que pienso que se puede abrir a un mayor público. Fue un reto”, expresó el cineasta, en entrevista con Crónica.
Es la historia de dos familias diferentes que viajan a un hotel y que por un error administrativo las hospedan en la misma villa; los choques iniciales por las diferencias permiten un proceso que las termina acercando. El lugar además juega un papel fundamental porque los tiempos compartidos son vendidos con una retorcida idea de que la felicidad puede llegar por métodos poco comunes.
“Es una historia de dos familias que pasan una semana en un hotel todo incluido, y que están pasando por un momento difícil. Digamos que son personajes orgánicos atrapados en un espacio inorgánico y artificial, donde no puedes mostrar emociones reales o por lo menos emociones negativas como el dolor”, comentó el cineasta.
“Son dos familias en crisis y los protagonistas de la película, interpretados por Miguel Rodarte y Luis Gerardo Méndez, son las figuras patriarcas de estas dos familias. De alguna manera es una historia muy humana, de sobrevivencia, un relato de neurosis y también es una crítica al sistema familiar del patriarca mexicano o global, si pensamos en que vivimos en una sociedad aún patriarcal”, añadió.
Los actores le dan sentido a una historia que tiene una personalidad a veces surrealista, en la que el cineasta mexicano no esconde sus influencias de Stanley Kubrick o Luis Buñuel. Muchas de las situaciones están aderezadas con la música del italiano Giorgio Giampà y el trabajo de fotografía de Matias Penachino.
En el filme, Luis Gerardo Méndez y Miguel Rodarte son los que dan vida a los personajes más complejos. Mientras uno de ellos poco a poco cae en la psicosis y angustia de no poder controlar una situación en la que pierde la confianza de su esposa y siente la presión de ser un padre comprometido con su hijo; el otro poco a poco despierta de una demencia que al final es uno de los momentos más emotivos y reveladores.
“Cada personaje es diferente. En este caso me interesaba explorar la neurosis de un padre protector que tiene una esposa con una depresión fuerte. La depresión es algo más común de lo que podemos imaginar. La película me enseñó que muchas veces puedes tener la mejor intención pero en el fondo hay algo de oscuridad”, expresó Luis Gerardo Méndez, en conferencia de prensa.
“Éste es uno de los retos más grandes que he tenido, por el tipo de conflicto que está viviendo el personaje, en el que el mundo se le cambia de la noche a la mañana y se convierte en una vida imposible de vivir, entonces es por eso que decide someterse a esa transformación y termina en una demencia similar a la que comienza a vivir el personaje de Luis Gerardo. Mucho de lo que me planteé fue trabajar en lo que no se dice de él, en lo que no te cuentan, en eso me concentré, y en hacer que pasara de manera natural”, explicó Miguel Rodarte.
La semilla de esta historia se da cuando el realizador era niño: “Viví en un hotel como esos cuando era niño, todo incluido, donde mi mamá se dedicó un año a vender tiempos compartidos, nos llevó a mi hermana y a mí a un Sheraton en Puerto Vallarta y un poco se refleja en el filme las memorias que tengo de esos espacios, sobre todo las emocionales”, comentó Hof-mann, en entrevista.
En el caso de Tiempo compartido, el cineasta espera hacer una reflexión compleja en diferentes escalas: “Son dos familias que están ahí en un mundo sofocado. La película también habla de un mundo de ventas y trasnacionales, de la globalización y, de alguna forma, de la conquista de México”, dijo.
“La película tiene muchas lecturas, es un guion trabajado por muchos años y habla de muchas cosas. Creo que también es una crítica al consumismo voraz, a la política neoliberal, al capitalismo salvaje; es una película sobre lo que siento que hoy en día le pasa al ser humano de no poder expresar cosas desde el corazón, estamos consumidos por un régimen capitalista, que de pronto no nos permite expresarnos. Es una sociedad que deja poco espacio para la poesía”, concluyó.
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