Cultura

Vanessa Springora narra su experiencia como víctima de una relación con Gabriel Matzneff

En la reciente novela "El consentimiento", considerada por la crítica como la Nueva Gran Novela Francesa, narra su relación con dicho escritor cuando ella tenía 14 años y él 50

Vanessa Springora, autora de "El consentimiento"
Vanessa Springora, autora de "El consentimiento" Vanessa Springora, autora de "El consentimiento" (La Crónica de Hoy)

Gabriel Matzneff, escritor de la élite intelectual francesa actual, es conocido por sus preferencias pedófilas. En su obra ha narrado, exaltado y defendido sus experiencias sexuales con menores sin que por ello la academia lo reprobase, e incluso se le han otorgado premios. En la reciente novela El consentimiento, considerada por la crítica como la Nueva Gran Novela Francesa, Vanessa Springora narra su experiencia como víctima de una relación con dicho escritor cuando ella tenía 14 años y él 50. La editorial Lumen (Penguin Random House) lanza la publicación en español este jueves 17 de septiembre.

“Es un libro que en primer lugar he escrito para mí, es muy personal porque es algo que llevaba en mi interior durante todo este tiempo. Aquellos acontecimientos me alejaron de la literatura y edición, incluso me desagradaba, y por muchos años le di la espalda”, comentó la autora en conferencia de prensa.

Explicó que al convertirse en madre se empezó a proyectar y percibir a sí misma de una manera diferente, y se dio cuenta de que la idea que ella tenía de un adulto cuando tenía 14 años no era real porque ella misma todavía no lo era.

“Y entonces me di cuenta de lo fácil que es para un adulto o cualquier figura de autoridad seducir a un menor, una adolescente. Yo era una presa fácil en aquel entonces para alguien que tenía todos esos atributos, eso me suscitó el deseo de escribir esta historia”, ahondó.

Agregó que después de eso, en 2013, Matzneff recibió un premio y a ella le pareció increíble que la élite intelectual no se planteara si la obra y recorrido del autor eran legítimos. A partir de eso, Springora declaró haber reflexionado mucho sobre cómo es posible que durante décadas la intelectualidad francesa volteara a otro lado y premiara este tipo de comportamientos.

Opinó que en parte influyó el espíritu de la época cuyo slogan era “prohibido prohibir”, en el que había una gran confusión dentro del mundo intelectual y se equiparaba la pedofilia con la homosexualidad, como si fuera una preferencia en vez de una enfermedad. Esto, aunado al estatus particular que envuelve a la figura intelectual que escribe, quizás contribuyó en que la obra fuera considerada como una semi-ficción.

“Pero detrás de todos esos personajes, había personas reales, hablaba de chicas como yo, de carne y hueso, y nadie pensó en buscar la verdad. Con este libro quiero confirmar que no era un mitómano, lo que contaba era real. Y a través de todas sus aventuras lo que hizo fue perjudicar a muchos niños en países en vías de desarrollo – Manila, Filipinas, entre otros-", añadió Springora.

“Entiendo que es un debate muy interesante el de separar al artista de su obra, creo que hay que añadir una tercera categoría: el hombre -o la mujer- debe estar separado de “el artista” y de su obra. Si una obra defiende un delito y se pueden relacionar los hechos relatados con la persona que los ha cometido, y además se revindica como el autor del libro u obra artística, pues efectivamente esa obra debe ser cuestionada, y la persona debe rendir cuentas ante la ley. No se trata de una moral artística sino de una cuestión legal. Matzneff escribe obra autobiográfica, se identifica como personaje y autor de actos pedófilos”, subrayó.

Destacó que es importante distinguir entre el arte y la justicia, y que cualquier persona que sea productor o editor tendrá que plantearse de qué se habla en la obra a la que están dando salida, “porque si son hechos reales tendríamos que retirar todos los monstruos de la literatura.”

Durante el proceso de reflexión y liberación que ha tenido en estos años, se ha planteado la cuestión del consentimiento, y ha concluido que éste sólo puede existir cuando ambas personas –la que lo exige y la que lo da- deben estar en pie de igualdad. Ahora que ella se ha apropiado de su historia, ha querido cuestionar no solo el consentimiento de los menores sino de las mujeres adultas.

“Porque es una noción que se puede volver contra la víctima y atenuar la gravedad de los hechos en lo que respecta al agresor. Es un sentimiento que, sea cual sea la edad que tenga uno, menor o adulto, puede encontrarse. En una situación de vulnerabilidad – económica, profesional, etc- uno se puede ver forzado a “consentir”, porque cuando uno mide pros y contras no se ve capaz de determinar hasta qué punto el consentimiento impactará. Tenemos que reflexionar respecto a la propia responsabilidad que tenemos nosotros mismos, aunque sean jóvenes, para aprender a decir no”, señaló.

La autora insistió en que la noción de consentimiento no debe volverse contra la víctima para favorecer al agresor porque es algo que la puede llenar de culpa.

“Puede hacer que se sienta culpable por haber consentido. No estoy segura de que haya que establecer un umbral: hay que tener clara esta posición de autoridad, de años de diferencia, de si el agresor tiene un aura especial que puede utilizar a su favor, son cosas que debe determinar un juez. Porque un adulto tiene la posibilidad, más que un joven de la misma edad, de aprovecharse de una adolescente", concluyó.

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