Opinión

Eugenio Anguiano Roch

Eugenio Anguiano Roch

1.

Ha fallecido esta semana el diplomático y académico mexicano Eugenio Anguiano Roch (1939-2025). Le dedico unas líneas en su recuerdo.

Economista por la UNAM, con estudios de posgrado en el Reino Unido y muy joven funcionario de la Secretaría de Hacienda, la mayor peculiaridad en el umbral de su carrera profesional es que en 1972, a los 34 años de edad, se convirtió en el primer embajador de México en la República Popular China, y único en la historia moderna de nuestras relaciones bilaterales en haberle entregado sus Cartas Credenciales al presidente Mao Zedong.

Podemos ubicar generacionalmente a Eugenio Anguiano en un punto intermedio entre la generación de Medio Siglo, que hizo la primera lectura crítica de la Revolución Mexicana, aportó sus conocimientos académicos y técnicos a la modernización del Estado, y nutrió de una nueva atmósfera cosmopolita al paisaje cultural del país; y la generación universitaria del 68, que no sólo -como solemos pensar- confrontó al régimen, sino que también se sumó desde muy diversos ámbitos a la vida pública e intelectual de México durante el último tercio de la centuria.

Como Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Víctor Flores Olea, Porfirio Muñoz Ledo, o Javier Wimer, todos ellos figuras centrales de la generación de Medio Siglo que llegaron a ocupar cargos diplomáticos, alternando su temperamento intelectual con su vocación política y de servicio público, Eugenio Anguiano fue un académico que destinó buena parte de su talento intelectual y su energía a la construcción de la política exterior de México en la segunda mitad del siglo XX.

Por otra parte, su formación universitaria se enmarca en la atribulada década de los sesenta. El muy precoz nombramiento como embajador de México en Costa Rica que recibiría en 1971, explica de alguno modo la movilidad generacional que demandó un nuevo rumbo para el país y para las relaciones entre los jóvenes universitarios y el gobierno, como resultado de ese gran momento de quiebre que fue el año de 1968. A esta segunda pertenencia podemos adjudicar su cercanía generacional con otros economistas de la izquierda universitaria como Rolando Cordera, o bien con colegas economistas también de trayectoria diplomática, como Jorge Eduardo Navarrete y Cassio Luiselli.

Con una precisión más bien azarosa, del medio sigo que se mantuvo activo profesionalmente 25 años transcurrieron como diplomático, y otros 25 como investigador y catedrático. Lo hizo en el Colegio de México, en la UNAM, en el CIDE y en el Centro Tepoztlán. A la primera mitad corresponden sus aportaciones como uno de los arquitectos de las relaciones diplomáticas de México con China -fue embajador en Pekín en dos ocasiones: entre 1972 y 1976, y entre 1982 y 1987-; mientras que a la segunda pertenece su conocimiento profundo de la política interior de China, y sus empeños por estudiar, documentar y sugerir rumbos alternativos y sustentables para las relaciones de México con la región de Asia Pacífico.

2.

En 2019, con motivo de su octagésimo aniversario, la UNAM publicó un libro en homenaje al gran sinólogo que fuera Eugenio Anguiano. Su colega del Colmex, Flora Botton, a quien le unía no menos una vida entera que las múltiples afinidades electivas, lo entrevistó para este volumen. Extraigo apenas una muestra de aquella entrevista, y me detengo, para interés del lector, en el tiempo de su nombramiento como el primer embajador de México en China. Transcribo casi integro su testimonio:

“Cuando se establecieron las relaciones de México con la República Popular, en febrero de 1972, se iniciaron una serie de especulaciones sobre quién sería el primer embajador de México en ese país. Incluso Abel Quesada, en el Excélsior, en sus caricaturas famosas, dedicó dos o tres caricaturas donde ponía varios nombres y varios personajes en caricatura. Aparecían nombres desde personalidades como Antonio Carrillo Flores, ex secretario de Relaciones Exteriores, hasta una variedad de otros nombres de famosos”.

 “Nadie se esperaba que el presidente Echeverría sacara una persona no conocida en el ámbito político o diplomático por su gran trayectoria. Yo estaba en Costa Rica [como Embajador] en ese momento. Y la razón por la cual Echeverría creo que me escogió, y simplemente especulo, fue porque así no quedaba mal con nadie de los famosos. Había demasiados personajes que querían ser el primer embajador de México en China, y finalmente salió mi nombre”

“Hasta ahí no había mucho revuelo, pero el día que se hizo mi presentación oficial en Tlatelolco con el secretario Emilio Rabasa, y fue la prensa […] al final de esa Conferencia, un periodista que yo no conocía se quedó en el despacho de Rabasa. Se me acercó y me dijo: oiga, deme una entrevista a mí, soy del Excélsior. El Excélsior de Julio Scherer. Y bueno, ¿quién es usted? Pregunté. Pues me llamo León García [Soler]. Empezó su entrevista con lo siguiente: por su edad, usted debe conocer bien el lenguaje universitario (naturalmente, dije). ¿Usted sabe lo que significa azotarse? Respondí que azotarse significaba cometer errores, fallar en la ideología. León Roberto agregó ¿usted no se azota? No, yo no, dije. Y de ahí siguieron a otras preguntas, hasta que se dio cuenta un funcionario de la Secretaria de Relaciones que estaba el periodista y lo sacaron del despacho del secretario. Pero llevaba suficiente material para su periódico”.

“Esa misma noche, yo fui al noticiero de 24 Horas en Televisa, Emilio Rabasa había concertado una cita por teléfono con Jacobo Zabludovsky, para esa misma noche y en vivo; fue un evento de otra naturaleza: muy oficialista, muy amplia, eso sí, incluso pasaron películas de mi esposa Teresa y mis hijos que estaban en Costa Rica, hasta le llamó a ella por teléfono Zabludovsky; eso a mí me gustó mucho y transcurrió entre las diez y las once de la noche tiempo de México”.

“Al día siguiente mi hermano me despierta muy temprano y me dice: mira el Excélsior. Ocho columnas: “Yo no me azoto. Primer embajador de México en China”. Eso fue realmente lo que provocó escándalo y, a partir de ahí, se dividió la prensa. El secretario Rabasa llamó a la prensa de nuevo y los regañó. Entonces salieron plumas de mucho prestigio, ex diplomáticos, como Rodolfo Usigli, escribiendo en la revista Siempre, un artículo cuyo encabezado era “Pónganle pañales al niño embajador”. Y quienes me empezaron a defender fueron los extremos: Nikito Nipongo (Raúl Prieto), por el lado de la izquierda, y por el de la derecha el que me defendió fue Íñigo Laviada. Y los dos, con distintas argumentaciones, dijeron que haría buen papel para concluir esa parte”.

“Eso me valió, primero, ser conocido en el ámbito nacional y dos, que el presidente le pidiera a Fausto Zapata, quien era el subsecretario de la Presidencia a cargo de la prensa, que organizara una reunión en su casa, con Julio Scherer, Carlos Fuentes y su esposa Silvia Lemus, Fernando Benítez, Samuel del Villar, en fin, a una pléyade de escritores combativos del Excélsior para que me conocieran. Y ahí en esa cena, tuve oportunidad de hablar ampliamente con ellos. Eso me permitió ser más conocido, y Julio Scherer –a quien yo le reclamé lo del encabezado – se comprometió a darme otras ocho columnas para que escribiera lo que yo quisiera. Seis meses después cumplió su palabra”.

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