
La metáfora sobre el humo blanco, el cual como es ampliamente conocido indica la elección de un nuevo Papa en cónclave cardenalicio, como acaba de suceder hace unos días en la ciudad de Roma, en realidad no se refiere en el caso de esta columna a dicha elección sino al tema de las aspiraciones manifiestas del mandatario estadounidense de pasar a ser conocido en la historia como un pacificador, pero que sigue sin sumar en sus logros la resolución de ninguna situación de conflicto internacional a casi cuatro meses de mandato.
No está de más recordar que en este caso le dio por lanzar una especie de jueguito, por llamarlo amablemente a pesar de su procaz gusto, de ser elegido Papa, no sólo diciendo que le gustaría ser elegido pontífice sino haciendo circular incluso en redes sociales una imagen de sí mismo vestido con sotana papal, ataviado con palio, solideo y otros elementos del vestuario reservados al jerarca de la iglesia católica.
Por el contrario, a los complejos conflictos entre Ucrania y Rusia, en Líbano, Siria y a la devastación israelí de los territorios palestinos ocupados, se han venido a sumar en los últimos días las tensiones entre India y Pakistán. Cierto es que el gobierno que preside Trump ha concitado un cese al fuego entre dichos países vecinos -que por lo demás no está siendo plenamente respetado por las partes- y ha anunciado que dejará de bombardear a los hutíes yemenitas al señalar que han “capitulado” y se ha comprometido a no atacar embarcaciones comerciales en el Mar Rojo.
También ha dejado colgada de momento en el perchero, su amenaza al gobierno de Irán de atacarlo militarmente para destruir sus instalaciones nucleares, a fin de entablar negociaciones con ese país tendientes a impedir que como parte de su programa nuclear, desarrolle armas nucleares, aunque no haya evidencia clara de que ese sea el propósito iraní.
En realidad con diferentes velocidades y contextos, aunque es alucinante observar que en principio todo parece estar relacionado, especialmente si se observa que en todas las situaciones esencialmente se encuentran jugando un papel los mismos actores regionales y globales, nada ha sido conclusivo y mucho menos resuelto en Ucrania, Rusia, Gaza, Yemen, Irán, por citar algunos ejemplos, pero tampoco se ha logrado doblegar a China comercialmente, que a decir de los expertos es el gran foco de los esfuerzos estadounidenses en esta materia. Los problemas y las imposibilidades parecen multiplicarse en cada una de esas situaciones de conflicto, y los vaivenes recurrentes del reconciliador dan la impresión de estar asociados al cambio de posición constante del pacificador mismo más que de los miembros más conspicuos de su equipo.
Dicha impresión sobre el cambio de tono permanente parece ser más la consecuencia de la conversación con la última persona que el mandatario mantuvo antes de aparecer en público para referirse a tal o cual conflicto, que de supuestas pujas de visiones y posiciones en el interior del gabinete de gobierno entre halcones y moderados.
Diversos analistas coinciden en apuntar que existe falta de claridad y estrategia en los propósitos de involucramiento del país norteamericano en los conflictos armados en curso, pero también en los desatados por la anárquica y locuaz imposición de aranceles a diestra y sieniestra al comercio estadounidense con muy numerosos países, incluyendo a China.
Un ejemplo reciente de más de locuacidad, es su intención de cambiar el nombre del Golfo Pérsico al de Golfo Arábigo, aprovechando que visitará oficialmente Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar. Con esa decisión presumiblemente estaría buscando tener un gesto de agrado con esos países árabes, aunque ello implique pasar autoritariamente por el arco del triunfo la historia y de paso tener un desdén con el país con el que está interesado en lograr un acuerdo negociado sobre su programa nuclear. No bastó al parecer la experiencia del Golfo de América ya de por sí disparatada, salvo para Google maps.
Más que la acción de un pacificador parece la acción irreflexiva de un sembrador de molestias y agravios. Así el nivel de las contradicciones.