
El 16 de mayo de 2025, Moody’s Investors Service rebajó la calificación crediticia de Estados Unidos de Aaa a Aa1, marcando un momento histórico: por primera vez en más de un siglo, las tres principales agencias calificadoras —S&P, Fitch y Moody’s— coinciden en que la economía más grande del mundo ya no merece la máxima nota de solvencia. Esta decisión no solo refleja un creciente deterioro fiscal en Washington, sino que también anticipa consecuencias de largo alcance para los mercados globales y particularmente para países como México, íntimamente ligados a su vecino del norte.
La rebaja por parte de Moody’s se sustenta en factores estructurales difíciles de ignorar. El nivel de deuda pública estadounidense alcanzó los 36 billones de dólares, -representa 124.4% de PIB- y las proyecciones más recientes indican que el servicio de esta deuda —es decir, el pago de intereses— podría absorber hasta el 30% de los ingresos federales para 2035, una cifra alarmante si se compara con el 18% en 2024 y apenas 9% en 2021. Además, las divisiones políticas persistentes en el Congreso dificultan la implementación de una estrategia fiscal coherente, especialmente ante propuestas como la extensión de los recortes fiscales de 2017, que sumarían más de 4 billones de dólares al déficit en la próxima década.
Para México, esta degradación no es un evento aislado. Representa un riesgo sistémico que puede impactar de forma directa e indirecta en varios frentes. Primero, genera mayor volatilidad financiera. Si bien el dólar puede apreciarse en momentos de tensión global, el peso mexicano tiende a depreciarse ante la percepción de riesgo, afectando los precios internos y la estabilidad cambiaria. Segundo, los costos de financiamiento podrían incrementarse. Si Estados Unidos debe ofrecer mayores rendimientos para colocar su deuda, los países emergentes como México se ven obligados a hacer lo mismo para mantenerse competitivos, lo que eleva el costo del crédito público y privado.
Tercero, el impacto en los flujos de inversión también es relevante. La rebaja de Estados Unidos puede redirigir capitales hacia mercados emergentes si se busca mayor rendimiento, pero también puede incentivar una actitud más conservadora entre inversionistas institucionales. Finalmente, una desaceleración en el crecimiento económico estadounidense reduciría la demanda por exportaciones mexicanas, afectando sectores clave como el automotriz, el agroindustrial y el manufacturero.
Este episodio no es aislado. En agosto de 2011, S&P fue la primera agencia en retirar la calificación AAA a Estados Unidos, citando la falta de acuerdos políticos sostenibles. Fitch siguió en agosto de 2023, argumentando deterioro en la gobernabilidad fiscal y un déficit estructural creciente. Con la acción de Moody’s en mayo de 2025, el círculo se cierra y lanza una señal inequívoca: la confianza en la capacidad fiscal estadounidense ya no es inquebrantable.
En conclusión, la rebaja de Moody’s es mucho más que un ajuste técnico. Es un termómetro del agotamiento del modelo fiscal estadounidense y una advertencia directa a países como México sobre la necesidad de mantener finanzas públicas responsables. En un entorno global donde la deuda y la política se entrelazan cada vez más, la credibilidad se vuelve un activo escaso y, por tanto, invaluable.