Su reinado se fue terminando a causa de denuncias promovidas por organizaciones protectoras de animales, particularmente por una de las más antiguas y respetadas de los EE. UU: la ASPCA (American Society for the Prevention of Cruelty to Animals) debido a los agresivos y hasta crueles métodos de adiestramiento que ejercía dizque para educar, reeducar y socializar a los perros a base de “dominancia” y otras técnicas aversivas y ahora que está en la lona y el descrédito, como paisano y compadre de mañas, supongo, vino a juntarse con el señor Ernesto Zazueta en sus proyectos unipersonales con la fauna silvestre. Me refiero, sí, a César Millán, el otrora conocido como “El encantador de perros” al que fácil se le hace, comparativamente y por propia declaración, el manejo de elefantes y grandes felinos tras su mal haber con los guaguás. No cabe duda que Dios los hace y ellos se juntan…

Y es que lo falso, por más vocecita de dulzura y relación dizque orgánica, mágica y poderosa con los animales… esa venta de humo, pues, termina por tener fecha de caducidad. No suena consistente como resultó ser el caso del ¿encantador? o el del excéntrico australiano conocido como “el cazador de cocodrilos”. En lo personal ninguno de los dos me convencieron nunca, tal como está pasando, inclusive internacionalmente, con algunos proyectos faunísticos disfrazados de “santuarios”, como tal es el caso de Ostok, Animal Protection Sanctuary, que por lo visto permaneció 4 años operando sin la infraestructura mínima para ello. ¡Vamos!, ni con un almacén para resguardar alimentos o con al menos un médico veterinario 24/7, razones éstas y varias más por las que Proyecto ELE de la Fundación Franz Weber (dedicado a la relación humano-elefantes, facilitando el traslado de esos paquidermos cautivos a santuarios) está fuertemente cuestionándolo desde su sede latinoamericana a objeto de prevenirnos contra estos falsos lugares, enseñándonos fácilmente a diferenciarlos con sencillo video que subieron hace unos días a sus redes sociales exponiendo los principios que deben prevalecer en una instalación dedicada al rescate y rehabilitación de fauna en crisis, en este caso bajo su experiencia con los elefantes, pero información que vale para cualquier especie. Por su importancia comparto parte de lo expuesto, a efecto asimismo de que no crean que soy la única con la mira puesta en ese alguien:
“Un santuario es un lugar diseñado especialmente para que los animales recuperen su salud física, psíquica y emocional y de esa manera puedan conectar con su esencia, recuperando comportamientos naturales que les habían sido negados…” (arrebatados vilmente durante su cautiverio). En el caso de los elefantes, nos explican, permitiéndoles VOLVER A SER ELEFANTES, lo que se traduce en que tengan la posibilidad de caminar laaaargas extensiones de territorio y la oportunidad de formar manadas creando lazos afectivos, todo, “bajo el cuidado de personas capacitadas que respetan por sobre todas las cosas la dignidad de estos animales”. Muchos lugares se autoproclaman como “santuarios” y no lo son, nos aclaran, detallándonos tres señales básicas que deben encender nuestras alarmas para distinguirlos: “la primera, si el lugar recibe visitas masivas. Eso es un zoológico, no un santuario; la segunda, si los visitantes además tienen la posibilidad de interactuar con los elefantes, como por ejemplo dándose baños con ellos, dándoles de comer, montándolos o acariciándolos. Eso tampoco es un santuario y, la tercera, si el lugar ofrece un show como por ejemplo elefantes pintando. Eso está más cerca de un circo que de un santuario, y estos son sólo algunos ejemplos de las actividades a las que someten a los elefantes en esos falsos santuarios…” donde los animales son entrenados de forma cruel y violenta. “Básicamente les quiebran el espíritu y les doblegan su voluntad a fuerza de golpes” (y otros castigos). Lo más sorprendente es que el mensaje cierra con referencia a que recientemente en Sinaloa, México, se había cerrado uno de esos falsos santuarios en Culiacán, y que todos los animales (sólo 100 de 700) habían sido trasladados a un parque temático en Mazatlán (mismo Estado). Que a ese lugar (Ostok) habían trasladado a BIREKI, una elefanta asiática y a un macho, también asiático, llamado BIG BOY y que “en contra de todo lo que tiene que hacer un verdadero santuario, anunciaron que buscaban el nacimiento de crías (pese a que BIG BOY/ROMAN aparece en registros como individuo castrado), hasta el absurdo de anunciar la boda de los elefantes con escenografía incluida y una gran cantidad de prensa en el sitio”. Que al ver cómo se había procedido al traslado de los elefantes -en contenedores de barco refaccionados sin haberlos entrenado (proviniendo de circo y por lo tanto acostumbrados a ser nómadas no fue indispensable. Su memoria es prodigiosa)- no podían más que alarmarse, peeeero que lo que más les preocupaba era que el dueño de ese falso santuario es el presidente de zoológicos, criaderos y acuarios de México y que tal asociación es, para peor, una de las voces que se oponen al traslado de los elefantes como ELY (Zoológico San Juan de Aragón-CdMx) a santuarios cer-ti-fi-ca-dos, finalizando con el deseo de que “el Gobierno de México dé los pasos correctos y no se deje influenciar por este loobying (cabildeo) de cautividad y vergüenza”. Y…
Ahora que ya lo sabes, querido lector, lectora, ¿qué opinas?
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