
A estas alturas, después de todas las humillaciones inferidas por Donald Trump contra la presidenta (con A) de México y de las cuales ofreceremos algunos detalles más adelante, ya no importa si se trata de calumnias, deliberado mal entendimiento, sevicia, afán de exhibición poderosa o qué, pues lo único real es comprobar cómo una vez más (y así será por los siglos venideros), los Estados Unidos, esos a quienes Darío les aplicaba los calificativos de potentes y grandes, hacen cuanto quieren con este país, a veces con el involuntario auxilio (quiero creer) de pésimos diplomáticos y peores políticos quienes no pierden ni una sola oportunidad para desperdiciar las oportunidades, y así los vemos corriendo por la cancha de las relaciones internacionales como los “ratoncitos verdes” de la gloriosa selección nacional de futbol: atolondrados, sin estrategia definida, sin conocimiento ni habilidades, con los pobres argumentos de exaltar las virtudes de los emigrantes sin tener ni siquiera un miligramo de posibilidades para resolver los problemas racistas de allá con la atracción laboral de acá; quejándose por el gravamen de las remesas con argumentos de compasión económica, como decir, están afectando a los más pobres (de acá) y creyendo inútilmente en la conmovedora corrección de las cosas con argumentos justicieros o abiertas falsedades, cuando se esgrimen imaginarias realidades de dimensiones ridículas como decir: los mexicanos emigrados sostienen la economía de aquel país y lo mal como les va a ir si se portan feo con los pobres jardineros, mecánicos, alarifes o milusos cuya necesidad puebla los más bajos estamentos de la laboriosidad dedicados a faenas duras (lo dijo Fox), despreciadas hasta por los negros, lo cual ya es mucho decir sobre todo cuando se habla desde el otro racismo, el mexicano, tan vigente como para negrear a los morenos, y no me refiero a los de Morena, sino a los de oscuro pigmento, los que son del color de la tierra, como decían los zapatistas, pero ese no es ahora el asunto, el tema es ver cómo se viene preparando la emboscada en Canadá, porque la reunión del G-7 será la ahora pésima e inevitable ocasión de una entrevista entre Trump y la doctora CSP, quien llegará a la reunión con las piernas quebradas, acusada de incitar una insurrección adornada con banderas mexicanas en Los Ángeles, gracias a la inteligente y perversa forma como el gobierno americano aprovechó la balandronada aquella de anunciar movilizaciones si no se retiraba el gravamen a los envíos de dinero, lo cual fue suficiente para culparla, por esas simples palabras hijas de la irreflexión, de la violencia propiciada por él mismo, con lo cual la ha obligado a ofrecer explicaciones, negar y jugar a la defensiva, mientras la posición de Trump se fortalece y endurece, como pronto vamos a comprobar, lo cual ha colocado a la jefa mexicana en un nivel de “subpresidenta”, porque eso de ordenarle a la durísima señorita Noem sorrajar el mazo desde el despacho oval con la acusación de estímulo al desorden subversivo con la expresión “yo la condeno” y quedarse tan tranquilo, es colocar a la secretaria al nivel de la jefa del Estado (o al revés, da igual), pudiéndolo haber dicho –con o sin justicia— él mismo, pero no, ahora en vez de otra llamada melosa en el teléfono inútil, manda a un subsecretario a imponer condiciones en el Palacio Nacional, ante los atónitos ojos de una (sub) cancillería nacional hueca y casi invisible adornada con una fuente cuyo chorrito se hizo chiquito y un subsecretario con nariz de cacahuate, para seguir con Gabilondo, pero así es como el gobierno americano ha actuado siempre, golpeando desde antes de comenzar la pelea con certeros ganchos por debajo del cinturón y de esa manera lograr lo habitual: un interlocutor amedrentado, disminuido, débil y presa fácil de exhibiciones de poder e imposiciones en su dominio y en su idioma, y de esa manera avasallar al interlocutor como si fuera ucraniano para luego abrir la sesión oficial y las fotos para los medios, con una cascada de elogios falsos sobre lo inteligente, maravillosa y etc de la presidenta (con A), pero en fin, y si ahora se me permite, antes de recontar los agravios actuales, deseo mencionar un caso semejante del cual fui testigo en medio del desastre, porque sólo cuando se vive de cerca la extraordinaria presión gubernamental en Washington se entiende la dificultad de zafarse de una asfixiante presión como de boa constrictora como la sufrió calumniosamente el entonces presidente Miguel de la Madrid cuando poco antes de la recepción en la Casa Blanca el ex agente de la CIA, Jack Anderson, públicó en una columna sindicada por toda la Unión Americana un libelo acusando al estadista de haber depositado cientos de millones de dólares en una cuenta en Suiza (hoy a los jefes de la CIA los tenemos en la embajada), lo cual no era sino una forma de forzar el debilitamiento del Grupo Contadora con cuya fórmula política México participaba en la pacificación Centroamericana y de paso insistir en el caso del espía Camarena (Kiki), asesinado por el narco mexicano, cuando todavía la sociedad entre los delincuentes y el gobierno no era vista en EU como una intolerable alianza como ahora, pero el caso fue simple en aquella aciaga mañana, porque ya colocados en el Jardín de los Rosales, Ronald Reagan soltó la frase amenazadora, por si algo faltaba y acusó a México de echar gasolina en el incendio centroamericano, casi como ahora cuando se acusa a la presidenta (con A), de avivar las flamígeras protestas en los Ángeles y por extensión en otras ciudades sometidas al descontrol institucional y la indebida presencia militar y de la Guardia Nacional; pero ese es asunto de ellos, el nuestro es llegar a una reunión bilateral (de Estado, de trabajo o de ocasión, pero de imposible diferimiento) insegura por los golpes recibidos y sin tiempo ni argumentos para sostener una actitud más allá de los clamores de inocencia, buena voluntad, cooperación, soberanía, orgullo nacional, grandeza mexicana y demás frases de galletita de la fortuna; nada para demostrarle a Trump lo que hasta ahora no se le ha podido comprobar: que las malas relaciones no son las mejores relaciones
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