
Me gusta la idea de una Suprema Corte itinerante.
Te voy a contar una historia personal. En mi otra vida (porque uno tiene muchas vidas), allá por 2012, trabajaba en el Instituto Electoral de Querétaro, y las consejerías decidieron que harían sesiones itinerantes, esto supuso un esfuerzo importante de coordinación, sobre todo para una institución pequeña, de menos de 50 integrantes. Pero se diseñó un programa interesante, que incluía actividades de educación cívica, conferencias, rueda de prensa, además de la propia sesión del Consejo General.
Después, cuando fui consejero entre 2014 y 2020, esa idea se mantuvo. Y viajamos por varios municipios. A veces sesionábamos en las casas de la cultura, otras en el patio de una escuela, protegidos por un arcotecho.
¿Y sabes qué? A la gente, al pueblo, le llamaba la atención, e iba. Se acercaban con nosotros y platicaban sus opiniones. Mantuvimos actividades como visitas a las escuelas, cuentacuentos, presentaciones, entrevistas.
Reconozco que nos faltó organizar foros para escuchar, antes que para ser escuchados.
Alto. No pienses que estoy comparando una institución local y pequeña con la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Pero lo que estoy diciendo es que sí es posible que las autoridades colegiadas hagan esfuerzos para llevar a sus integrantes a recorrer el país, por ejemplo, bajo la figura de sesiones itinerantes. No solo se puede, sino que sumaría mucho a su favor.
Tampoco estoy diciendo que esto sustituya en algo a la calidad de su trabajo. Una cosa no está pelada con la otra.
Imagina: una sesión abierta, en un lugar público, donde la ciudadanía vea por primera vez, sin filtro, cómo opera el órgano máximo de un poder de la Unión; escuche discutir a sus integrantes, vea el trato entre ellos, observe frente a sus ojos cómo se construye la interpretación de la Constitución.
Supon que, además, las ministras y los ministros van a escuelas, lo mismo profesionales que de educación básica, dialogan con los estudiantes, platican casos paradigmáticos, escuchan sus opiniones, les comparten experiencias personales. ¿No crees que para una niña, para un joven, sea una de las experiencias más motivantes de su vida?
Además, con el debido apoyo del personal correspondiente, pensemos que se da una jornada de actualización en criterios judiciales, o un seminario, dirigido a docentes de Derecho, dejando además una pequeña pero selecta biblioteca para sus instituciones. Esto, sumado a ruedas de prensa con las y los periodistas del lugar, abierta a las preguntas que quieran hacer.
Lo más importante: imagina que realizan una audiencia pública, para escuchar a una comunidad, a un sindicato, a la sociedad civil, respecto de un asunto relevante. Un ejercicio de una auténtica democracia dialógica.
Cierto, esto implica gastos. Cierto, la logística es complicada. Pero los primeros se pueden contener y la segunda se puede lograr. Cierto, no puede ser siempre ni todo el tiempo, pero ¿no te parece que ver a nuestra Corte en la Sierra Goda, en la zona de los Valles, en un auditorio el Tláhuac, en diversas partes de nuestro país, sería un gran ejercicio de pedagogía cívica? No resta nada a su alta labor, y suma a su cercanía popular, la hace más “nuestra”, de todas y todos.