Opinión

Ovidio. Que no cunda el pánico

Ovidio Guzmán, captado el 17 de octubre de 2019, día del llamado "Culiacanazo" cuando fue detenido y liberado horas más tarde por orden de AMLO Mexico Sinaloa Cartel

Las tormentas políticas que provocarán las declaraciones de Ovidio ante fiscales de EU están en camino. Sus vientos huracanados tumbarán a connotados integrantes de la clase política y del empresariado. Hay que cuidar la pólvora para esas batallas, no gastarla antes en infiernillos.

Ir a Culiacán el viernes pasado, montar de manera apresurada una conferencia de prensa para engancharse con las provocaciones de uno de los abogados de Ovidio “El Ratón” Guzmán, fueron dos errores en un solo día. La presidenta de México juega en otra liga. Si Donald Trump o el secretario de Estado, Marco Rubio, hacen señalamientos directos tal vez proceda una respuesta, pero hacerle el juego a un sujeto siniestro, como es sin duda el abogado Jeffrey Lichtman, no puede repetirse. Es un personaje de tercer nivel, o tal vez de cuarto, que está ganándose su salario defendiendo matones. Sus dichos no merecen respuesta, pero si se empeñan en responder que lo haga un vocero de la FGR cuando mucho.

Las cosas son así. Antes de que termine el año 2025 el hijo del Chapo tendrá que cantar todo su repertorio. Lo hará para evitar la cadena perpetua y para que los 17 familiares que dependen de lo que diga sigan recibiendo protección del Tío Sam. Ovidio es un delincuente mayor en trance de salvar el pellejo. No hay manera de evitar que diga nombres y apellidos de servidores públicos y empresarios que han trabajado en la última década de la mano de la fracción del Cartel de Sinaloa que comandan los Chapitos. Eso es justo lo que le piden sus captores. Ni siquiera tiene que aportar pruebas documentales, fotos, videos o recibos, con sus dichos para la justicia gringa basta. Lo importante para él es hacer una narración lógica, creíble, que embone con sensaciones que ya permearon. Ovidio es listo, pero está en una ratonera inexpugnable.

Ovidio hablará de la última década. No puede hablar de tiempos pasados porque todavía no era parte importante del cartel. El Chapo, su padre, cayó en el 2016, después de una persecución por las alcantarillas de Los Mochis y solo después de eso sus hijos comenzaron a tomar las decisiones. El jefe es Iván Archivaldo, pero se afirma que Ovidio comenzó entonces a hacer negociaciones con proveedores, políticos y uniformados para tener mercancía y protección. Dará una cascada de nombres, eso hay que asumirlo y el costo político puede ser enorme, pero no hay que apanicarse antes de tiempo.

Imagino que para estas alturas ya se tienen contemplados todos los escenarios, si no los tienen listos se están tardando. No puede quedarse nada afuera, incluyendo los tan reiterados como injustificados viajes de AMLO a Badiraguato. Igual y en efecto eran para organizar taquizas, o carnitas asadas como dicen allá, y eran cosas buenas que parecen malas, pero lo importante es que se tengan contemplados todos los escenarios y la estrategia de uso de medios para cada uno de ellos. Dentro de la estrategia de comunicación procede determinar qué papel tienen que desempeñar la presidenta y sus mañaneras del pueblo. No puede forcejear con todos.

Ovidio es relevante, pero EU también tiene allá, flojito y cooperando, a su hermano mayor Joaquín Guzmán, quien instrumentó la traición al Mayo Zambada que es otro narco mexicano en una cárcel gringa. El Mayo, como es más viejo y estuvo siempre un escalón arriba, sí puede hablar de sexenios previos a la 4T, pero Ovidio no. En suma, hay manera de librarse de la sacudida. Muchos nombres conocidos del poder no podrán mantenerse de pie. ¿Eso es malo para el país? Desde luego que no, si la hicieron que la paguen.

jasaicamacho@yahoo.com

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