Opinión

“No Hay mal que por bien no venga”

La presidenta insistió en que negociarán con Estados Unidos para evitar estas medidas y llegar a un acuerdo.
Aranceles contra jitomates en Estados Unidos La presidenta insistió en que negociarán con Estados Unidos para evitar estas medidas y llegar a un acuerdo.

El refrán popular que da título a este artículo entraña un contenido profundo de la entereza que se debe de asumir ante las situaciones adversas. Aunque también implica buscar y encontrar los aspectos que no sólo nos sirvan para enfrentar el infortunio, sino también obtener beneficios. Los cuales podrían reducirse a la adquisición de experiencia.

En la coyuntura actual son muchos y diversos los males que aquejan a nuestro país. Los que tienen los reflectores concentrados son las políticas arancelarias de Estados Unidos, que no sólo afectan a México, sino al mundo, porque tienen una repercusión sistémica e implican cambios en el modelo económico neoliberal globalizado.

A pesar de que, según la Secretaría de Economía, de que entre el 85 y 90% del comercio entre México y Estados Unidos se inserta en el acuerdo del T-MEC, la economía mexicana reciente el impacto de la política arancelaria del presidente Trump.

Además de la afectación directa a la exportación de ciertos productos, sobre todo el impacto negativo se da por la incertidumbre que ocasiona y ha hecho, si no naufragar, si hacer agua a la apuesta gubernamental a la relocalización (nearshoring) de industrias importantes en México, derivado de la confrontación económica entre China y Estados Unidos.

La agresiva política arancelaria de Trump afectó a los productos de aluminio, acero y automóviles con un 25%, desde el mes de marzo. La industria automotriz es una de las ramas industriales con mayor relevancia como impulsora de la economía.

Ahora la embestida se ha dado en contra del jitomate con un arancel del 17%. Este caso puede ser la punta de lanza en contra de los productos agrícolas mexicanos.

El intercambio comercial agrícola es importante. El año pasado, Estados Unidos importó 46 mil millones en productos agrícolas de México. De los cuales 8 mil 300 millones fueron en verduras frescas y 9 mil millones en frutas frescas, 3 mil 100 millones corresponden a aguacates.

El gobierno no deja de insistir en que la negociación con el vecino del norte tendrá buenos resultados, pero el arancel impuesto al jitomate no es un buen augurio. Parece que no se ha entendido que la política arancelaria tiene como fin coadyuvar a la disminución del déficit fiscal de los Estados Unidos. En consecuencia, al menos durante el gobierno de Trump es una política que llegó para quedarse.

El impacto de los arancelaria todavía no muestra su obscuro rostro a los consumidores estadounidenses. En el segundo semestre del año con toda seguridad principiaran a darse las manifestaciones de incremento de precios al consumidor.

En el caso de los automóviles aumentarán los precios de las refacciones y los seguros. También puede darse el fenómeno de que el incremento al precio del jitomate jale el de otros productos.

En lo que va del año el incremento del PIB mexicano se ralentiza. La Secretaría de Hacienda mantiene el pronóstico de crecimiento más optimista entre 1.5 y 2.3%; el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas lo coloca en 0.1 y la OCDE en 0.4. De lo que no queda duda es que la economía se verá afectada.

El centro de las acciones y presiones del presidente Trump contra México son económicas y políticas para fortalecer su legitimidad. Si bien no se puede ocultar la protección de ciertos sectores gubernamentales a la delincuencia organizada. Es claro que las acusaciones de no hacer lo suficiente para combatir el narcotráfico son un pretexto para alcanzar sus objetivos económicos y políticos.

Trump acosa y acusa al gobierno mexicano, pero lo que sucede es que “ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. ¿Acaso no existe delincuencia organizada en Estados Unidos que compra y distribuye la droga? ¿Acaso no es el mercado de drogas más grande del mundo?

Por otra parte, las relaciones con el mundo no son sólo económicas. La diplomacia ocupa un espacio relevante, que puede tener repercusiones en lo económico. Este es un frente que no ha sido atendido.

Sudáfrica, Brasil y Colombia están jugando un papel clave en el intento de detener el genocidio cometido por el gobierno israelí contra los palestinos en Gaza; México está ausente. Por otra parte, en la guerra Ucrania-Rusia, el rearme de Europa, las agresiones de Israel a Irán y Siria, la voz activa por la paz de México no se escucha.

En la reunión del grupo de los BRICS, en Brasil, la presencia de un descafeinado secretario de Relaciones Exteriores, prácticamente, pasó desapercibida. No se ve ninguna estrategia diplomática que acompañe las negociaciones con el gobierno estadounidense. El espacio diplomático está abandonado.

La otra cara de la coyuntura es la política interna. En el plano económico se lanzó el Plan México, que apenas es un esbozo de un proyecto de desarrollo industrial, pero al que le ha pasado encima la aplanadora de la política arancelaria “trumpista”. Ante los aranceles al jitomate se ha hecho público que se buscará como alternativa a los mercados de Corea y Japón.

En el caso de países como México su articulación con el mercado global fue sinónimo de atarse al mercado más grande: los Estados Unidos. Esa dependencia viene de décadas atrás, pero se incrementó con la llegada de los neoliberales al poder en 1982 y la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio en 1994. El gobierno de López Obrador asumió la lógica del modelo globalizador y no impulsó medidas para contrarrestarla.

La experiencia histórica ha mostrado con nitidez que las economías sustentadas en un solo producto o en un solo mercado están destinadas a mantenerse subordinadas a intereses extranacionales. Es el momento de diversificar los mercados para las exportaciones mexicanas y reelaborar el Plan México.

Otro aspecto es el de la política interna. Se persiste en la idea de que el narcotráfico es un problema delincuencial. No es así, los últimos hechos muestran fehacientemente que es un fenómeno delincuencial, si, pero también político, económico y trasnacional sustentada en amplias redes macrocriminales. El caso del huachicol fiscal ha sacado a flote la punta del iceberg del número de implicados de diversos sectores, político, empresarial, de la Fiscalía General de la República, militares y delincuenciales. Falta que los Estados Unidos vayan a fondo en sus investigaciones.

En el caso de México se presenta una oportunidad invaluable para limpiar parte de la casa y hacer cambios, empezando con exgobernadores, gobernadores y la Fiscalía General de la República. En Tabasco, el caso del exsecretario de Seguridad puede ser el Waterloo de la legitimidad gubernamental si hay impunidad.

El combate a fondo de las redes de macrocriminalidad tendrá que llevarse a cabo sin excepciones. Sin duda impactará las relaciones con Estados Unidos, porque los pretextos argüidos para imponer aranceles caerán por su propio peso. Además, se fortalecerá el Estado de Derecho al no permitir la impunidad.

También el actual gobierno se fortalecerá al legitimarse mostrando eficacia en el combate a la delincuencia y podrá desechar a aliados incomodos. De no actuar el gobierno perderá credibilidad y se dañará a la sociedad. La moneda está en el aire o se avanza en el fortalecimiento del Estado de Derecho o todo quedará en un discurso demagógico vistiendo a la impunidad.

El gobierno de Trump tiene sus objetivos económicos y geopolíticos. Su conducta en el mundo recuerda la del “Gran garrote” implementada por los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. México ha aceptado y colaborado en su política antinmigrante y de combate a las drogas. La economía está subordinada a los intereses del vecino del norte.

La fortaleza interna debe utilizarse para iniciar un camino propio, lleno de obstáculos y dificultades, sin duda alguna, pero es la única alternativa de que México exista como nación independiente.

*Profesor UAM-I,

@jsc_santiago

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