
El descarado genocidio que actualmente perpetra Israel contra los palestinos y que se ejecuta con la abierta complicidad de la Unión Europea y el apoyo económico-militar de Donald Trump, será recordado por generaciones como una de las limpiezas étnicas más violentas del siglo XXI. Los horrores que observamos diariamente contra la población civil en Gaza, principalmente niños y mujeres, no solo obligan a una redefinición del significado histórico del Holocausto como el acontecimiento más oscuro del siglo XX, sino que también convocan a una reflexión sobre los alcances del nuevo racismo de Estado que se está configurando en Medio Oriente, estableciendo el hambre y la sed como armas principales de guerra. La limpieza étnica avanza para arrasar Gaza y colonizarla. Más de mil personas han sido asesinadas por las tropas israelíes en las últimas semanas, mientras intentaban conseguir alimentos.
La ONU advierte que en este momento hay un millón de niños gazatíes que están muriendo de hambre y además, que solo existen cuatro centros de distribución de alimentos para dos millones de personas. A ello se suma un saldo cercano a los 100 mil palestinos asesinados por el ejército israelí desde octubre de 2023. Diariamente, los medios de comunicación reportan —no solo en Gaza o Cisjordania— escenas de terror y agresiones a personas indefensas que solo buscan ayuda humanitaria. Este genocidio es más violento y repugnante que el cometido por el nazismo contra los hebreos, dado que entonces existía una guerra formal y el mundo ofrecía apoyo y solidaridad a los judíos perseguidos, cosa que actualmente no sucede con los palestinos. Los ataques israelíes han alcanzado a otros países como Líbano, Siria e Irán con la evidente intención de generar una guerra regional.
El Estado hebreo no unifica democracia y hebraicidad, como era el sueño del sionismo, sino que hoy se define como un Estado-nacional hebreo, es decir, como un Estado únicamente para el pueblo judío en el cual los grupos árabes y palestinos se encuentran definitivamente excluidos. Estos importantes sectores han sido cancelados en su existencia real y no participan de eso que en cualquier democracia se denomina autodeterminación, la cual está reservada solamente a los hebreos. Se ha creado así un violento sistema de separación racial que origina un Estado-apartheid de marginación, exclusión y segregación, privando de derechos a otros pueblos que habitan desde hace siglos en ese territorio.
El pensador húngaro Theodor Herzl, considerado el fundador del sionismo moderno, en su escrito: “El Estado Judío”, propuso como única solución al antisemitismo que caracterizó a Europa en diferentes momentos históricos, la creación de un Estado independiente y soberano para todos los judíos esparcidos por el mundo. En ese texto, que es más un manifiesto que una obra doctrinal, propuso una estrategia para el
desarrollo del nacionalismo judío, con el objetivo de garantizar la creación de un Estado propio. A partir de este momento, el sionismo se presentó como el “movimiento de liberación nacional del pueblo judío”, al sostener que éste, al igual que cualquier otro pueblo, tiene derecho a una patria al costo que sea.
El lenguaje del odio político que recorre el mundo, nació en el seno de los Estados totalitarios para cimentar a los regímenes que se proponían construir. Hitler usaba un discurso que concentraba el odio sobre los judíos y adoptó el símbolo de la suástica como un arma: primero como emblema del partido, y después de la política secreta y los campos de exterminio. Al igual que Hitler, ahora Benjamin Netanyahu está impulsando una “solución final al problema palestino”, proponiendo eliminarlos física y culturalmente, expulsarlos de sus lugares de origen e internarlos en lejanos campos de concentración. Todo esto acontece con el silencio cómplice y siempre acomodaticio de la comunidad judía en México.