Opinión

Las corcholatas dan lata

Reunión de trabajo entre el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Corcholatas Corcholatas (La Crónica de Hoy)

El problema de origen de la crisis al interior de Morena es el diseño del proceso interno para elegir candidato presidencial en el 2024. Con el objetivo de seguir siendo la voz de mando más allá del fin de su sexenio, el presidente López Obrador no quiso dejar ningún cabo suelto. Él eligió y bautizó a los aspirantes de Morena como corcholatas, dejándose a sí mismo la chamba de destapador designado.

Todo mundo sabía que a la recta final de la carrera llegarían Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, eran el 1-2 desde el inicio del sexenio. Adán Augusto López, Ricardo Monreal, González Noroña y Manuel Velasco fueron por cortesía de AMLO, quien también impuso la regla de que nadie se quedaría con las manos vacías. Comenzó a repartir premios de consolación, metiéndose de manera por demás descarada en las atribuciones de la nueva presidenta. Claudia hizo buenos los pronósticos, ganó con comodidad el proceso interno y obtuvo una votación histórica en la elección presidencial.

Al aceptar la nominación, Claudia aceptó el paquete completo y cumplió estrictamente lo ofrecido. Abrió espacios para sus contrincantes. Marcelo es parte de su gabinete, Adán es el hombre fuerte en el Senado y Monreal en San Lázaro. Gerardo tuvo la presidencia de la Mesa Directiva y a Manuel Velasco le tocó beso en la mano. Todo esto dio al traste con reglas no escritas, pero funcionales, del sistema político mexicano. Las corcholatas no ven a la presidenta como su jefa política porque en realidad no le deben a ella el cargo, se lo deben a López Obrador que así lo dispuso, además lo hizo de manera pública, nunca fue un secreto.

La tensión que ahora se vive se veía venir. Adán y Ricardo hacen lo que quieren, no aceptan línea de Palacio y constituyen por los mismos una piedra en el zapato. No encarnan un riego real ni nada por el estilo porque son hombres acaudalados, pero con limitada fuerza política. Ni uno de los dos tienen ascendencia dentro de Morena, ahí los ven con malos ojos. Adán Augusto lo comprobó en el Consejo Nacional y Ricardo ni siquiera se tomó la molestia de asistir porque tiene su propia agenda y que le hagan como quieran.

Tarde o temprano esos dos tendrán que salir de la jugada, pero por lo pronto siguen disfrutando las mieles del poder gracias a López Obrador, que quiso dejar a Claudia con un margen de operación microscópico. El caso de Marcelo tiene diferencias porque, hay que reconocer, que se trata de un servidor público de altos vuelos, un profesional. La gran pregunta es cómo puede Claudia librarse de ellos, me refiero a las corcholatas que le dan lata, sin romper con AMLO. Es casi imposible porque está rodeada de personeros del tabasqueño en el gabinete, en los gobiernos de los estados y en el Congreso. Que una presidenta no pueda poner al frente del Congreso a hombres o mujeres de su plena confianza y lealtad comprobada es una irregularidad colosal.

De hecho, tampoco puede decirse que los mandos de Morena están con ella. Andy quiere sacarle toda la raja posible a su linaje político y siente que se merece todo por ser hijo de su padre, una monarquía tabasqueña. No suda la camiseta, exprime el apellido. Es un problema serio, pero no de sobrevivencia política porque Morena tiene una oposición formal de caricatura. Tiene dos riesgos reales. Una ruptura fuerte al interior de la coalición gobernante o un golpe sobre el escritorio de Donald Trump que mande fuerzas especiales a llevarse gobernadores morenistas ligados con el narco. ¿Qué pasará primero?

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