Opinión

Demanda contra huaracheros

El modelo «Oaxaca Slip On» del diseñador Willy Chavarría
El modelo «Oaxaca Slip On» del diseñador Willy Chavarría Especial

Los pueblos originarios de México, parte aristocrática (si cabe) del “pueblo bueno y sabio” sobre el cual la Cuarta Transformación sostiene su legitimidad moral y antropológica, podrían estar en riesgo de demandas millonarias por utilizar los diseños y llantas de automóvil en la fabricación artesanal del huarache (“kwarachi”, en lengua purépecha).

Huarache, esa sandalia rústica de tiras de cuero montadas con clavos o alambres sobre un trozo de llanta como suela, utiliza la creatividad industrial de los inventores de la llanta (Continental introdujo el dibujo en el piso rodante del neumático en 1905), de la misma forma como los fabricantes de calzado informal “Adidas”, se fusilaron el diseño las correas del calzado nacional.

Una aportación siginificativa, sin duda a la cultura universal. Como el molcajete.

Huarache, pieza insustituible de la indumentaria de la pobreza nacional. También enorme tlacoyo sobre el cual se ponen nopales, bistques, queso en polvo y aguacate con cebolla frita para hacer la delicia culinaria del Tercer Mundo o por lo menos del Mercado de Jamaica.

Todos sabemos del proceso de vulcanización del caucho por Charles Goodyear a partir de 1839, necesario para recubrir las ruedas de los autos. También conocemos cómo un señor Dunlop (1888) decidió, en Inglaterra (no en Salvatierra), fabricar llantas inflables. Por eso se les llama neumáticos. O “pneu”, como las llantas de los hermanos Michelin (1895) en Francia.

Aquí no pudieron los pueblos originarios ni vulcanizar el caucho, ni inflar el hule; tampoco construir cámaras de aire dentro del hueco casco de la rueda, ni mucho menos hacer llantas. Nada más buscaron los desechos para cortarlos con filosa charrasca en torno a la huella del pie y así ponerles suela a los huaraches, tal y como los palurdos de la península ibérica enrollan cuerdas de esparto como suela de alpargata, razón por la cual también se les llama esparteñas…

Y eso qué, se preguntará alguien.

Todo esto viene a cuento por una de las más recientes batallas culturales emprendidas por los gobiernos del humanismo mexicano y la Revolución de las Conciencias (ahora podrá ser la guerra de los huaraches, si ya hubo una de los pasteles).

Adidas ---la empresa bávara fundada en 1920 por los hermanos Rudolf y Adolf “Ady” Dassler (Ady; no Andy) --quienes por cierto hicieron los “spikes” con que Jesse Owens ganó el oro en 100 metros en la Olimpiada de Berlín para sofocón del racista Hitler)--- copió el tejido de la huarachería de un lugar llamado Villa Hidalgo Yalálag y llamó a su modelo (por cierto espantoso, tan feo como los “crocks”; apenas para el gusto de Dato Reservado y su marido), como “Oaxaca Slip On”.

Después de la escandalera del siempre oportuno, Salomón Jara, gobernador de Oaxaca, alerta para actuar en beneficio del pueblo, y con resonancia hasta en la conferencia de la señora presidenta (con A), doña Claudia Sheinbaum, Karen Vianey González Vargas, directora Legal y de Cumplimiento de Adidas de México, aceptó una reunión virtual con el gober, “para explorar, de la mano de su autoridad (El economista) los pasos que permitan avanzar hacia una reparación del daño con la comunidad zapoteca de Villa Hidalgo Yalálag”.

Visto lo anterior y con base en la idea de restituir cualquier afectación de los derechos de propiedad intelectual del huarache y sus tiras de cuero, sólo falta saber si en Villa Hidalgo Yalálag los dichos adminículos para la locomoción bípeda sobre cualquier terreno, tienen o no suelas de llanta.

Si las tienen, entonces quienes fabrican los neumáticos podrían emprender acciones legales restitutivas por la indebida apropiación de sus diseños y productos, así sea partes de ellos, pues para eso han logrado en el mundo mil 700 patentes relacionadas con la fabricación de llantas.

Claro, ninguna de ellas contempla el paso firme de Huarachín y Huarachón, como dice Salomón.

Cuanto afán de notoriedad.

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