
Un hábito constante en la administración pública, o mejor dicho en la mala administración pública consiste en darle patente de realidad a las palabras y las promesas. Para eso es necesario anunciar y repetir los programas anunciados (e incumplidos), aun cuando la materia de los compromisos previos no se haya satisfecho.
Así en una interminable espiral de fracasos siempre disimulados con la renovación de las promesas no cumplidas, se afianza el subdesarrollo, sin conocer el progreso. Esa es la constante y si bien ocurría también en el pasado, es una realidad cada vez más evidente en los tiempos estelares de la Revolución de las Conciencias y sus ineptitudes ejemplares.
Un ejemplo de esto, menor si se quiere, son los sucesivos programas intensivos de pavimentación y bacheo.
La segunda palabra resultaría inútil si lo primero se hiciera con eficacia. La IV-T podría preguntarle a alguno de sus viajeros frecuentes (Don Andy, por ejemplo), si en Tokio o Ámsterdam se sigue utilizando grava con chapopote para cubrir los senderos o prefieren concreto hidráulico de alta resistencia al agua.
La señora Jefa de Gobierno, cuyo camino al Palacio Nacional cree estar aplanando con saliva, no con hechos, tuvo en marzo una ocurrencia genial: copiar el programa (también fracasado) del gobierno federal (nov.2024) destinado a repavimentar lo necesario “en los más de 44 mil 600 kilómetros que componen la red federal de carreteras libres de peaje”.
Rauda y veloz, como es la costumbre imitativa de los subordinados, ella también anunció (mar.25) “una de las jornadas de bacheo más ambiciosas de su historia con el Mega Bachetón 2025” con el cual se “busca atender (¿reparar, sería mejor?) 800 mil metros cuadrados de carpeta asfáltica en 217 vialidades de la red primaria, dando respuesta a una de las demandas ciudadanas más urgentes: la reparación de baches (Crónica).”
Pero por lo visto tan importante proyecto fue un fracaso. Tanto como para cinco meses después anunciar –con el coro del optimismo amnésico y las fanfarrias de la promesa incumplida--, uno nuevo con la misma finalidad:
“…de octubre de 2025 a mayo de 2026, se repavimentarán 250 kilómetros lineales (sic) de vialidades primarias, equivalentes a más de 4 millones de metros cuadrados, con una inversión superior a 2 mil 250 millones de pesos.
“El esquema (¿?), que sustituye al llamado Mega Bachetón –con el que se atendieron 200 mil baches al inicio de la actual administración–, busca dar continuidad y eficacia al mantenimiento de las vialidades más transitadas de la capital”.
Si se atendieron 200 mil baches y si por extraño juego de sinónimos, el verbo atender equivaldría a corregir, cubrir, sellar, tapar o rellenar, ¿cuál es la finalidad de hacer otro programa?
Quizá la respuesta se encuentre en el anuncio mismo: gasta 2 mil 250 millones de pesos. Y ya sabemos, los dineros públicos, tan difíciles de rastrear cuando se convierten en metros cuadrados de chapopote compactado, suelen ser pegajosos y se quedan adheridos a los dedos.
Pero como en todo siempre hay una explicación, generalmente ocurrente, falsa y oportuna. El secretario de Obras del H. Gobierno Popular de Morena en la CDMX, Raúl Basulto, lo explica todo con el rollo de la histórica intensidad de las lluvias sobre la ciudad. Hoy Tláloc es culpable de todos los males.
En el reciente anuncio, de cuyo éxito me permito dudar, incluye un “novedoso” primer componente: “el Bacheo Programado Nocturno, que intervendrá 10 kilómetros diarios en las principales avenidas de la ciudad, con un total de 50 cuadrillas especializadas trabajando de manera permanente, incluidos fines de semana y días festivos. La meta es concluir en diciembre con mil kilómetros reparados”.
--¿Mil kilómetros cuadrados?
Pues está carbón, si se toma en cuenta, por ejemplo, la extensión del Centro Histórico de la ciudad: casi 10 kilómetros cuadrados.
Y “carboncísimo” porque TODA la CDMX mide mil 495 kilómetros cuadrados.
--¿La van a pavimentar cien veces?