
Cuarenta y dos kilómetros. Origen y destino claramente definidos, planeados, estructurados. El XLII Maratón de la Ciudad de México mostró una capital valorada en las multitudes festivas, de atletas y ciudadanía, así como en la capacidad del gobierno para acompañar y garantizar seguridad a quienes se apropian del espacio público.
Por primera vez, una unidad móvil del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) estuvo presente en la ruta. Ese gesto, aparentemente técnico, revela que el aparato de seguridad más sofisticado del país dejó de ser un dispositivo de control distante y va a territorio, a la par de los atletas, de la ciudadanía.
El maratón es disciplina, resistencia, constancia. Quienes lo corren, como los etíopes Gudeta Borech y Tadu Abate Deme, ganadores de la rama femenil y varonil, saben que no se trata de un sprint, sino de la administración de fuerzas. Lo mismo ocurre con la seguridad: se gana en el día a día, en la capacidad de sostener el paso, mantener el ritmo, resistir el desgaste. La victoria de José Frías y Brenda Osnaya en la categoría de silla de ruedas amplía aún más la metáfora: la ciudad es diversa y la vigilancia debe estar a la altura de todas y todos, sin distinciones.
La decisión de llevar el C2 Móvil —una de las dos unidades del C5 equipadas con mástiles telescópicos para la visión de las cámaras de 360 grados— al Maratón es un recordatorio de que la seguridad no puede estar confinada a un búnker. Ese desplazamiento de perspectiva es clave para el gobierno de Clara Brugada, cuya marca política se ha forjado en territorio, no en escritorios.
El C2M ha probado esta estrategia en distintos momentos. En el Medio Maratón, la marcha del Orgullo LGBTI+, el simulacro de sismo de abril, la representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa, el 12 de diciembre en la Basílica de Guadalupe o la Fórmula 1 en el Autódromo Hermanos Rodríguez, la videovigilancia fue a territorio. Más de 42 kilómetros recorridos desde las instalaciones del C5 hasta el punto de destino en línea recta.
Este 2025, la Ciudad de México sembrará 15 mil 200 nuevos tótems con 30 mil 400 cámaras, con un despliegue territorial acompañado de un trabajo comunitario que explica el ecosistema de atención de emergencias: el 9-1-1, el 089 para denuncia anónima, SOS Mujeres *765 o la Línea Antiextorsión 55 5036 3301. La socialización de estas herramientas es tan importante como la cámara misma.
La experiencia en zonas periféricas lo demuestra. En la parte alta de Tlalpan, en Milpa Alta, Xochimilco o Tláhuac, el C5 ha iniciado brigadas para identificar zonas ciegas, puntos inseguros, calles donde las y los vecinos piden más cámaras.
Henri Lefebvre, el filósofo y sociólogo francés, lo planteaba al hablar del derecho a la ciudad: la urbe no es solo espacio físico, sino lugar que debe ser apropiado por quienes lo habitan.
El maratón fue también muestra de resistencia institucional en una urbe convertida en “gran pista urbana”, como la definió Brugada. Para acompañar a 30 mil corredores y miles de asistentes hubo esfuerzo comparable al entrenamiento de un atleta: preparación, ajuste de planes, previsión de contingencias. Fue una carrera que puso a prueba a la ciudad en su conjunto, fue oportunidad de demostrar que la capital puede ser un espacio donde millones conviven en orden y la fiesta deportiva es también celebración de la vida urbana.