Opinión

Suicidio y violencia en jóvenes. Un muy grave problema de salud pública

Lex Ashton. El atacante del CCH Sur habría revelado que su intención era acuchillar a más personas previo a la intervención de un trabajador del plantel.
Lex Ashton El atacante del CCH Sur habría revelado que su intención era acuchillar a más personas previo a la intervención de un trabajador del plantel.

La violencia interpersonal y el suicidio entre las juventudes de nuestro país son los dos más grandes problemas de salud pública que enfrentamos desde hace décadas en México. Según el INEGI, tan solo en el año 2023, el suicidio fue la tercera causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años, con 6,344 muertes registradas y el homicidio la primera causa, con 31,062 asesinatos registrados. Cifras que urgen a la atención inmediata y la acción colectiva desde una mirada social y comunitaria.

La prevención del suicidio y de la violencia interpersonal en jóvenes requiere un enfoque que involucre a la familia, a las autoridades escolares y a los liderazgos de la comunidad. Corresponde a madres, padres y tutores procurar la crianza adecuada desde la primera infancia, así como conocer y estar atentos a los primeros signos de alerta y buscar ayuda profesional cuando sea necesario. Entre los signos de alerta más comunes, la OMS reconoce los siguientes: cambios bruscos de conducta con irritabilidad y enojo constante, la participación en peleas, acoso o actos de intimidación hacia otros, y el aislamiento de amistades positivas acompañado de la búsqueda de grupos con conductas violentas.

Para comprender este fenómeno en toda su magnitud, no basta con mirar solo los factores individuales. En América Latina, múltiples análisis apuntan a que la llamada Generación Z vive atrapada en condiciones estructurales de desigualdad, precariedad laboral, desencanto político y desconfianza hacia las instituciones. Es una generación que protesta porque percibe que el sistema les ha cerrado las puertas y, en ese vacío, algunos terminan canalizando su frustración hacia expresiones de violencia o conductas de riesgo. Estos factores sociales y culturales son terreno fértil para que la violencia interpersonal y el suicidio se multipliquen

En este sentido, la OMS recomienda medidas puntuales y específicas para desarrollar programas de prevención de suicidio y violencia, tales como: establecer reglamentos escolares que sancionen el acoso, aplicar programas de aprendizaje socioemocional que fortalezcan la empatía y el manejo de conflictos, garantizar la presencia de docentes y personal capacitado en la detección temprana de violencia y suicidio, implementar sistemas de denuncia confidenciales y accesibles para estudiantes, así como fomentar entornos escolares seguros e inclusivos que promuevan la participación estudiantil

La vida escolar puede ser mucho más exigente de lo que aparenta para los adultos, y por ello es fundamental que las infancias y juventudes reciban apoyo para manejar el estrés y las emociones. La salud mental ha sido la gran ausente por décadas, sobretodo en entornos rurales y ahora debe ser una prioridad.

La reciente tragedia del joven del CCH Sur en la Ciudad de México, es un recordatorio doloroso de lo que está en juego. Se sabe que el agresor inspirado en ataques armados cometidos en Estados Unidos, pasó del consumo de referentes violentos a la ejecución de un homicidio y un intento de suicidio. Más allá del caso individual, su historia exhibe la urgencia de identificar a tiempo los signos de alerta, de ofrecer alternativas culturales y educativas no violentas, y de fortalecer la capacidad de las escuelas para detectar y atender riesgos psicosociales antes de que se conviertan en tragedias irreversibles. Es hora de que los padres y tutores asuman su responsabilidad en la prevención de la violencia y el suicidio, y es importante que las y los jóvenes sepan que buscar ayuda es un signo de fuerza, no de debilidad. Un pronunciamiento público de rechazo a la violencia en las instalaciones educativas es un paso importante para abordar este problema, pero es fundamental que también las autoridades educativas y gubernamentales tomen medidas efectivas para garantizar la seguridad y el bienestar de los estudiantes.

En este esfuerzo, corresponde al Estado mexicano asumir un papel articulador, impulsando políticas públicas que den prioridad a la salud mental y a la seguridad escolar. Una de las rutas posibles es la construcción de un programa nacional de salud mental escolar que integre capacitación docente, protocolos de detección temprana y canales accesibles de apoyo psicológico para estudiantes y familias, con la participación coordinada de la Secretaría de Educación Pública, la Secretaría de Salud y los gobiernos locales.

La violencia interpersonal y el suicidio en jóvenes son problemas mayúsculos y por ello requieren atención inmediata y acción colectiva de todos: padres y docentes, autoridades, comunidad y sobretodo de las juventudes mismas, como pares y principales protagonistas.

Trabajemos juntos y juntas para prevenir el suicidio y la violencia, generemos iniciativas para promover la salud mental en las escuelas y en la comunidad. Solo a través de la colaboración y el compromiso compartido podremos reducir la tasa de suicidios y homicidios entre nuestros jóvenes. Coloquemos la vida y el bienestar de la juventud al centro de la agenda pública, no con medidas reactivas y aisladas, sino a través de un enfoque preventivo, integral y sostenido.

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