Opinión

Paz; la lectura incomprendida

Octavio Paz

Desde su aparición en 1950, el capítulo “Los hijos de la Malinche” en el celebérrimo “Laberinto de la soledad” de Octavio Paz (por lo visto hasta hoy mal leído y peor comprendido), ha causado gran polémica. Pero hasta donde mi recuerdo alcanza nunca se había convertido en materia de diatriba presidencial.

Como otro intento de recuperación del folclórico indigenismo de nuevo cuño --con todas sus falsedades, supersticiones y símbolos; bastones de mando, limpias e invocaciones a Quetzalcóatl (¿huachicóatl?) tan ridículas como el “Don Q” de López Portillo[RC1] en sus alucinaciones literarias--, la IV.T.2.P emprende ahora la reconstrucción de la figura histórica de “La malinche”, a partir de la oficialización de Malintzi, y un planteamiento falaz: es un símbolo de la resistencia de los pueblos originarios.

Quizá esos grupos humanos hayan tenido zonas de resistencia, como los yaquis quienes ahí siguen protegidos, mezclados y mimados por un Estado dadivoso. O los descendientes mayas.

La enorme variedad étnica, lingüística y cultural de los pueblos originarios de Mesoamérica, de cuya pureza apenas quedan rastros, hace muy difícil concebir un centro único del mestizaje, única verdad étnica de los mexicanos.

La Malinche (o Malintzi o Doña Marina) fue esclava e intérprete de la conquista; no de la resistencia. Tampoco es la madre del primer mestizo. Eso le corresponde a Zazil-Ha, quien era mujer (Maya) de Gonzalo Guerrero.

Pero la IV.T.2.P. quiere contar otra historia o darles otro significado a hechos ya demasiado conocidos a lo largo del tiempo y por tanto de innecesaria discusión pública, excepto si uno se deja asesorar por Jesusa Rodríguez. Entonces si no hay modo.

Obviamente cada gobierno se asienta en su mitología. Y toda mitología, por definición, es falsa, pero necesaria. Así la doctora Sheinbaum cuya formación (oficialmente) es científica: no histórica, emprende un camino arriesgado en cuya confusión se enredan Aracataca y Mixcoac.

---Este año –dijo el pasado martes--, es el “Año de la Mujer Indígena”, no solamente de las mujeres indígenas, sino en particular de la figura de Malintzi, que a partir del siglo XIX se le configuró como “la traidora”.

“Particularmente, en Cien años de soledad, Paz (siglo XX) la ubica como la madre (¿no la víctima?) de esa vejación, violación y traición también. Entonces…

--“Es “Laberinto de la soledad” ...” le corrigen.

--“Laberinto de la soledad” —perdón, dije “Cien años de soledad”— “Laberinto de la soledad”, Paz en “El laberinto de la soledad” lo plantea así. “Cien años de soledad” es García Márquez, perdón”. Como dijo Fox de “Borgués”

Más allá de la confusión de soledades el error imperdonable es este: censurar a Paz por cosas secundarias. Don Octavio jamás acusó de traición a La Malinche ni la dibujo como “la madre de esa vejación, violación y traición también (de los suyos contra ella).”

Paz dijo:

“...la Madre violada, no me parece forzado asociarla a la Conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es doña (“perjudicadas”, como dicen en los pueblos), Malinche (se la entregaron al Capitán), la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al Conquistador (la voluntad de una esclava resulta relativa), pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida.

“...Doña Marina se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles”.

En la verbalización del sentimiento profundo de los mexicanos --especialmente en los inicios de la nacionalidad— la chingada y la violada son lo mismo. La desesperada frustración y vergüenza nacional es cuando los mexicanos nos asumimos --con disimulo-- hijos de madres violadas por los conquistadores (“perjudicadas”, como dicen en los pueblos), lo cual nos convierte a todos, en hijos e hijas de la Chingada. Con o sin feudo en Palenque.

La Malinche no pudo traicionar. Los esclavos no traicionan.

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