
Mucho se ha hablado en torno de esa ambición mexicana de ejercer el poder cuando formalmente se ha perdido el mando, pero no el bastón; no la influencia, el dominio o la tutela a través de un designado. La política halló en la pluma excepcional de Martín Luis Guzmán una síntesis maravillosa: la sombra del caudillo.
En los tiempos revolucionarios (ahora son del “humanismo”) el Maximato era claro y hasta necesario. Pero un día dejó de serlo.
Hoy no sabemos si alguna de esas dos características se cumple.
Las loas consagratorias a Don Andrés López el domingo pasado en la palabra presidencial, reales prendas o irreales conceptos, ya han sido muy comentadas aquí y en todas partes.
Pero, sólo por contraste; ¿qué dijo Emilio Portes Gil en su primer informe de su gobierno (provisional) sobre Plutarco Elías Calles, quien prometió hacer a un lado a los hombres para gobernar a través de las instituciones. Veamos.
“...Surgido el Gobierno Provisional del seno de esta Asamblea, cuando en medio del caos que determinara el asesinato del llorado presidente electo se alzara el índice vigoroso del Plutarco Elías Calles señalando a la República - que se debatía en la mortal asfixia de la incertidumbre - el camino de la salvación, enunciado el programa que sintetiza la frase “país no de hombres, sino de instituciones y de leyes”, apuntaba sin embargo la interrogación de si habría el patriótico desinterés y la fuerza moral bastante y la noción de la responsabilidad suficiente en los factores políticos y militares del país para que tal desiderátum se lograra, y pocos meses han bastado para que aquella interrogación quedara contestada afirmativamente.
“El triunfo aplastante de las Instituciones sobre los elementos corrompidos del Ejército que lo corroían y minaban como una gangrena, y el maravilloso dinamismo del Gobierno en todos los órdenes de la actividad del Estado, procurando escuchar y traducir el sentido de todas las palpitaciones del alma colectiva, satisfacer todos los intereses y todas las aspiraciones legítimas del complejo social, y todo ello manteniendo siempre como norma invariable de conducta el sereno imperio de la ley y las tendencias avanzadas de la Revolución, son palmarias pruebas de que se inicia ya la era institucional que preconizara el formidable estadista que nos precediera; son signos inequívocos de que la Revolución puede hacer, hace y seguirá haciendo obra nacional.
“Vuestra labor ha tenido, seguramente, errores: los inherentes a su naturaleza humana; pero ellos se diluyen en los enormes aciertos de vuestra gestión. Quedad, pues, satisfecho de vuestra tarea, y esperad sereno el fallo de la posteridad. Por nuestra parte, os afirmamos con sincero entusiasmo que habéis merecido bien la Patria”.
Todo se resume en estas palabras: FORMIDABLE ESTADISTA.
Noventa y seis años después hay otras palabras y algunos ecos.
“...Nuestro país transita por un camino de justicia social, de dignidad y de garantía de derechos sociales, libertad, democracia y soberanía.
“No es un logro menor ni pasajero; es el fruto de décadas de lucha pacífica, de organización, de resistencia, y es también la herencia de un hombre honesto y profundamente comprometido con su pueblo: el presidente Andrés Manuel López Obrador.
“Se han empeñado en separarnos, en que rompamos. Su objetivo no es otro más que el de acabar con el movimiento de Transformación, que nos dividamos. Pero eso no va a ocurrir, porque compartimos valores: honestidad, justicia y amor al pueblo de México.
“Porque compartimos proyecto: el Humanismo Mexicano y porque no llegamos al gobierno solo para administrar, llegamos para seguir transformando la Nación para el bienestar del pueblo.
“Andrés Manuel López Obrador fue, es y será siempre un ejemplo de honradez, de austeridad y de profundo amor al pueblo de México. Nunca se rindió ante la presión, nunca se vendió a los poderosos, nunca se apartó de sus principios. Y escúchenlo bien: su presidenta, tampoco lo hará, porque tenemos convicciones, tenemos principios...”
El tiempo es un círculo.
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