Opinión

El turismo comunitario no compite con el de playa; lo complementa, despresuriza zonas costeras, alarga estancias y distribuye mejor la derrama

Turismo rural y comunitario: motor de la Revolución del Bienestar en Quintana Roo

. .

Quintana Roo es mundialmente conocido por su Caribe de azul turquesa, hoteles de lujo y vibrantes destinos de playa. Sin embargo, el futuro del turismo late con fuerza tierra adentro: en las comunidades mayas, las cooperativas pesqueras y los ecosistemas que guardan un potencial transformador.

Desde el Senado de la República impulsamos un turismo rural y comunitario que diversifica la economía y pone a las personas primero, con una ruta clara hacia la prosperidad compartida y la justicia social: que el desarrollo llegue a todas y todos, empezando por quienes históricamente fueron excluidos. Esta es la esencia de nuestra Revolución del Bienestar.

El turismo de sol y playa es exitoso, pero enfrenta desafíos ambientales y de concentración territorial. Abrir el mapa hacia el interior no es decorativo: es estratégico para un desarrollo equilibrado y resiliente que fortalezca nuestra identidad y reparta mejor la derrama económica.

A escala nacional, el turismo aportará en 2025 cerca de 281 mil millones de dólares al PIB (15.1% de la economía) y 8 millones de empleos directos y formales; si orientamos una mayor fracción hacia experiencias rurales y comunitarias, Quintana Roo podrá captar más valor y distribuirlo en mercados, talleres, huertos y cooperativas de todo el estado.

Los números respaldan el rumbo: los segmentos sustentables y comunitarios como el ecoturismo, agroturismo y experiencias rurales, pueden representar entre 12% y 18% del sector turístico, proporciones observadas en países líderes. Para México, esto equivale a entre 33 mil y 50 mil millones de dólares anuales con fuerte potencial de expansión en zonas rurales.

Además, el mercado global del turismo sostenible crece aceleradamente: pasó de 1,730 millones de dólares en 2024 a una proyección de 14,400 millones en 2034, con un crecimiento anual aproximado del 23.6%, impulsado por viajeros que buscan autenticidad, trazabilidad social y cuidado del entorno. Quintana Roo está en condiciones de capitalizar esa tendencia gracias a su patrimonio biocultural y a la organización de sus comunidades locales.

Modelos internacionales nos inspiran. En Tailandia, aldeas agrícolas comparten su cultura con estándares de calidad; en Sudáfrica, comunidades participan en experiencias junto a áreas naturales; en Italia reactivan oficios, hospedaje y rutas de aprendizaje. La lección es clara: cuando se trabaja con reglas claras, participación comunitaria y cuidado del entorno, se generan ingresos, se preservan identidades y se reducen desigualdades.

Quintana Roo está listo para consolidar esta visión. Nuestras comunidades mayas custodian tradiciones milenarias; las cooperativas costeras suman experiencia productiva; y los ecosistemas del Caribe y la selva ofrecen un equilibrio único entre belleza y conocimiento. Como gobierno, acompañamos con políticas públicas que facilitan, articulan y dan certidumbre a prestadores locales, siempre con transparencia y cercanía.

Para que el turismo comunitario sea inclusivo y exitoso, asumimos una visión integral que articula las condiciones del territorio, el desarrollo de capacidades, la colaboración entre actores y la valorización de las experiencias locales. Más que acciones aisladas, se trata de un enfoque coordinado que garantiza calidad, sostenibilidad y confianza, fortalece el tejido comunitario y posiciona la oferta con identidad propia, de modo que la derrama y el bienestar se distribuyan de forma equitativa.

La complementariedad de estrategias es clave: el turismo comunitario no compite con el de playa; lo complementa, despresuriza zonas costeras, alarga estancias y distribuye mejor la derrama. Cada 100 visitantes en turismo comunitario generan en promedio 2–3 empleos locales en hospedaje familiar, gastronomía, transporte y artesanías. Si el país elevara la participación del turismo rural a 20%, podría detonarse alrededor de 1.5 millones de nuevos empleos rurales y una inyección cercana al 1.5% del PIB directamente en comunidades; Quintana Roo, por su liderazgo turístico, sería uno de los principales beneficiarios.

El turismo rural es también un aliado de la conservación. Cuando las comunidades participan y se benefician de proteger selvas, cenotes y arrecifes, se refuerzan los incentivos para cuidarlos. De ahí la importancia de la gobernanza local y de los criterios de sostenibilidad alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 12 y 13: acuerdos justos, compras de proximidad, economía circular y medición del impacto social y ambiental. Así, corregimos la actual concentración de inversión (hoy, cerca del 80% se ubica en cinco estados) y ampliamos oportunidades hacia el interior.

Como Senadora de la República, mi responsabilidad es escuchar, articular y acompañar. Seguiremos construyendo con las comunidades, autoridades locales y prestadores para que cada experiencia ya sea un taller de bordado, una caminata por la selva o una comida tradicional sean una puerta abierta a la prosperidad compartida y a la justicia social.

Quintana Roo puede y debe ser referente global en turismo comunitario: un destino de orgullo colectivo, donde la riqueza no se quede en unos cuantos, sino que florezca en los pueblos, en sus paisajes y en sus saberes. Con visión, estándares y coordinación, convertiremos este potencial en bienestar real para las familias.

*Senadora de la República (Morena) por el estado de Quintana Roo. Defensora de los pueblos originarios, la prosperidad compartida y el turismo sustentable. X: @AnahiGonzalezQR

Tendencias