Opinión

Oposición ¿Dónde estás?

Integrantes del CEN del PAN encabezados por su presidente, Jorge Romero a las afueras de la Cancillería

Después de la abrupta remoción del Fiscal General de la República y del abandono de la Cancillería por parte de su titular argumentando “motivos de salud”, muchos funcionarios del actual gabinete han tomado nota del cambio de rumbo y del golpe de timón ejercido por la Presidenta para reafirmar su control sobre la clase política. Aunque no se puede hablar –todavía- de una recomposición política del grupo en el poder si es claro, por el contrario, el avance indiscutible hacia la integración de un sistema político hegemónico con una figura todopoderosa en la cúspide del poder. Entramos a una fase posterior de nuestro desarrollo político caracterizada por las profundas reformas que eliminaron los contrapesos institucionales establecidos durante el último cuarto de siglo, por nuestro inconcluso proceso de transición política. Este es el panorama que proyecta la integración de un monopolio político renovado, donde destaca la ausencia de cualquier tipo de oposición relevante.

Esto se debe a que la oposición atraviesa por una profunda crisis de identidad derivada principalmente, del fracaso experimentado por la alianza opositora en las pasadas elecciones presidenciales. Es hora de imaginar las bases para una profunda renovación política que tenga a la cultura como un campo privilegiado de batalla para transformar la visión del mundo dominante. Resulta necesaria una acción que actúe en el nivel más profundo donde se forman las ideas, mentalidades y jerarquías. Una nueva política de la cultura de largo alcance y profundidad es imprescindible para crear élites modernas y grupos diferenciados. Para ello, es necesario asumir que la verdadera acción política no ocurre en las instituciones, sino en la formación del espíritu. Los parlamentos, partidos, leyes o sistemas electorales son secundarios, lo decisivo es la configuración cultural de un pueblo. Antes de cualquier cambio político debe producirse una reorganización cultural, por lo que el conflicto decisivo no es por el Estado, sino por la subjetividad de los ciudadanos.

En este esquema la cultura no debe entenderse como arte o erudición, sino como un conjunto de valores, símbolos, actitudes, imaginarios y formas de vida. Cambiar la cultura significa transformar la visión del mundo donde el cambio auténtico no viene de reformas jurídicas ni de tomas del poder, sino de una modificación del marco mental desde el cual interpretamos la realidad. Significa transformar profundamente cómo personas y comunidades entienden el mundo: qué consideran verdadero, justo o valioso, y cómo interpretan lo que ocurre y define su identidad. Es una política profunda, lenta, filosófica y espiritual. Es una disputa civilizatoria por igualdad, secularización, racionalismo democrático y sociedad multicultural. Es una incursión en los territorios simbólicos que ocupa, moldea y orienta las formas de imaginar, sentir y pensar que una sociedad utiliza para entender el mundo circundante. Es una forma de poder invisible pero decisivo: quien controla el imaginario, controla qué es concebible, decible y posible en la política. Si cambian estas categorías, cambia toda la política, incluso sin tocar las instituciones.

Un régimen es democrático cuando los ciudadanos pueden formular sus preferencias, asociarse y sufragar libremente. Cuando votan manifiestan su decisión por alguna alternativa política que compite por el apoyo popular. La democracia es más robusta cuando mayor es el número de ciudadanos que pueden expresar su disenso. Cuando la oposición se diluye o se retira de la política, se debilita el esquema democrático de los contrapesos. Sin ella la democracia se degrada. Además, la oposición política representa el derecho democrático de los diferentes grupos sociales para disputar el poder y la participación organizada de los ciudadanos para influenciar la toma de decisiones. Se puede afirmar que en los sistemas autocráticos y monopólicos la oposición tiene un desempeño más difícil, menos espacio, así como mayores frustraciones y por lo tanto, está obligada a presentarse como una alternativa radical.

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