
En las mesas del ocio, sometidos a la casualidad o el presentimiento, sin datos reales ni cifras probatorias de nada, los diletantes de la geopolítica y los cafeinómanos, devenidos en historiadores y profetas, elaboran quinielas sobre la fecha del derrumbe de Nicolás Maduro.
--¿Cuando va a caer Maduro?; pregunta uno de ellos quien remata la cuestión con una sospecha… “como no suceda lo de Franco…”
El más humorístico de todos, responde sin embargo con una certeza apabullante:
--“Caerá cuando esté maduro”.
Obviamente el bloqueo a la aviación aumenta los riesgos de estabilidad de la precaria dictadura cuya economía se sostiene aún de la venta petrolera.
--La solución, dice uno, sólo puede venir de adentro. Sin un Pinochet o un Huerta --por citar sólo algunos casos --, no se puede dar un golpe de Estado. Corres el riesgo de conseguir un Tejero y hacer el más espantoso ridículo. Como el propio Chávez cuando lo intentó por primera vez.
Alguien recuerda ahora cómo la CIA quiso sobornar a Bitner Villegas, piloto de confianza (ahora vemos por qué) de Nicolás Maduro, con la intención de desviar el avión personal del dictador hacia los Estados Unidos y ahí echarle el guante, como se decía antes. El método Mayo.
A cambio de esa traición--, Villegas se iba a convertir en un hombre riquísimo. Pero se rehusó sin tomar en cuenta los 50 millones de dólares de recompensa para quien “ponga” a NM.
Hace unos días, en plena crisis y antes del telefonema entre Trump y Maduro, la prensa venezolana (“El nacional”) publicó un articulo de Miguel Henrique Otero. Estos son fragmentos importantes:
“En el más reciente encuentro de Nicolás Maduro con sus generales -el 23 de noviembre-, estos le cantaron el “Cumpleaños feliz”.
“Con sus bocas y pulmones llenos de aire, redondos y estentóreos, prendados de sí mismos y uniformados, rebajados a obedientes coristas, mirando a sus colegas a ver si alguno se mantenía en silencio, rieron, cantaron, aplaudieron, sonrieron y felicitaron al dictador.
“Las imágenes que vi no me permiten estimar cuántos generales participaron en la celebración coral. ¿Doscientos, trescientos? ¿Más, menos? No sabría precisar.
“Eran muchos. Pero, sobre todo, resultaban un ramillete ridículo. Generales venezolanos en su patetismo e insignificancia. Filmados como servidumbre del dictador, en la condición de aplaudidores de oficio.
De la incalculable producción de anomalías que es la dictadura venezolana, hoy corresponde destacar este hecho: en Venezuela hay alrededor de 2 mil 200 generales. Casi triplican a los 800 que hay en Estados Unidos, o multiplican por 10 a los 227 generales activos que hay en España, o quintuplican a los altos mandos mexicanos, que son 540 aproximadamente.
“Que en un país de fuerzas armadas corroídas y corruptas, en la que se cuentan por miles los oficiales de menor rango que tienen segundos y hasta terceros empleos para sobrevivir -cuando no se dedican a distintas prácticas delincuenciales, especialmente la de extorsión a comerciantes y trabajadores informales… en el que el hambre y las enfermedades castigan a los cuarteles; en esas fuerzas armadas de discursos en la superficie y podredumbre puertas adentro, hay 10 o 12 veces más generales que el promedio de América Latina…
“…Insisto en lo de activos y reales, porque otra anomalía de la dictadura de Maduro es la grotesca facilidad con que inventan cifras sobre el tamaño de las fuerzas armadas: las inflan de modo grotesco; ocultan las continuas y numerosas deserciones; hablan de unas fuerzas armadas numerosas, sólidas, cohesionadas y debidamente entrenadas, cuando lo que hay es una organización que no alcanza a los 70 mil hombres, más de la mitad en funciones en la administración pública, en su mayoría desarmados (por temor a que esas armas sean usadas contra la dictadura), uniformados hartos del estado de los cuarteles y las condiciones precarias…”
En esas condiciones la traición resultaría más difícil. No es un Ejército, es una guardia pretoriana.