
Ayer se rememoró una fecha más de que fuera adoptada por la ONU-UNESCO la Declaración Universal de los Derechos de los Animales. Su contendido se vierte en 14 artículos con sus respectivos considerandos, como introducción. Leer de forma simple cada punto, pudiera dar la impresión de que son imposibles de cumplir en un Planeta donde domina por sobre todo el dizque raciocinio humano y, por lo tanto, un egoísmo total radicado precisamente en el discriminatorio especismo, más pese a ello y aunque muy lentamente, desde el 15 de octubre de 1978 en que estos principios se derivaron de la declaración similar a favor de la raza humana, créaseme, hemos avanzado… muy pausado, sí, pero siempre hacia adelante en cuanto a ya considerar a los animales no humanos como sujetos con derechos, reconociéndoles de entrada su capacidad de sentir y expresar placer, dolor, ansiedad y miedo, convirtiéndose de esa forma en sujetos de consideración moral a los que los humanitos estamos obligados a respetar, cuidar y proteger.
Y precisamente sobre tema que incumbe a lo anterior, seguramente quienes son afines a este espacio… gracias siempre… tendrán presente que desde fechas previas y justo el mero día en que se celebra anualmente a LA GUADALUPANA en su casa de Ciudad de México, esto es, cada 12 de diciembre, una procesión silenciosa avanza en paralelo a los feligreses abriéndose paso para tratar de llegar, por lo menos, hasta el atrio de la Basílica que resguarda la veneradísima imagen de La Morenita. Entre el rumor de los rezos marchan esas alegres sombras de cuatro patas que con miradas que reflejan la fe de quienes acompañan desde sus lugares de origen, buscan llegar a La Villa. Y aunque en vivo y a todo color resultan escenas conmovedoras y hoy de fotografía para las redes sociales, en realidad es asunto que deja mucha incertidumbre para el futuro de esas criaturas que a poco de que terminan las celebraciones y los fuereños regresen a sus casas, dejan de tener hogar, familia e identidad. Me refiero por supuesto a los lomitos compañeros de ese histórico peregrinaje anual y que sin entender de liturgias, promesas o peticiones siguen a sus humanos hasta la base del altar a la virgen, bueno, poquito atrás, porque no falta el acomedido (a) puritano (a) que los corra con un ¡úchele, váyase pafuera!, aunque ELLOS se acerquen más que con fe con la esperanza de encontrar refugio, ya que durante esos largos recorridos tampoco falta la gente de bien que les va ofreciendo comida haciéndolos sentir que de ahí son, siendo precisamente en ese momento cuando sucede el milagro de sentirse queridos, pero alegría que termina cuando la celebración se apaga y dejan de contar con una mano que los acaricie o con algún susurro que les recuerde que algún día tuvieron familia, quedándose de un día para otro solos, desamparados y desorientados, vagando entre calles y callejones que nunca antes habían conocido. Esto, cuando los peregrinos humanos con los que llegaron regresan a sus tierras en camiones donde esos peluditos no son aceptados, sufriendo entonces no sólo por la ausencia física de sus otrora tutores, sino cargando además con la tristeza de que pese a su fidelidad fueron dejados atrás, convirtiéndose cada uno de sus pasos sobre la selva de asfalto en una amenaza a su vida y bienestar. La mirada de esos animales va casi siempre cargada de una mezcla de tristeza y desconfianza, claro, ante la indiferencia de una inmensa urbe que se moviliza al ritmo de sus particulares urgencias y necesidades, convirtiéndolos entonces en seres invisibles a los que ninguna vacuna les previene ese dolor. Sólo les queda la cruda realidad de tener que buscarse el día a día y de ir olvidando la traición de que fueron objeto ahora que se encuentran sin rumbo y olvidados, pero con todo, se trata de perros que no deben convertirse en estadística ni en objetos de caridad. Son almas que sienten y que al igual que cualquiera de nosotros, solamente buscan un instante para ser vistos y aceptados y por lo que ruego que cada peregrino con compañero canino asuma que su animal de compañía debe quedar incluido en la mochila de la fe. De ida y vuelta.
Para este viernes habrá -como siempre desde que recuerdo a las queridas y siempre extrañadas Ita Osorno y Josephin de Nicolín, banderas de esta precisa causa- voluntariado del sector protector y también personal competente del lado del Gobierno de la CdMx trabajando por todos estos lomitos que, repito, cansados, hambrientos, desorientados y a veces lesionados o enfermos, merecen compasión y cuidados hasta conseguírseles un hogar seguro y amoroso.
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