Opinión

Ahmed: el triunfo de la realidad

Estado de salud de Ahmed al Ahmed Permanece hospitalizado tras recibir disparos en el brazo y la mano. Autoridades y líderes internacionales lo califican como un héroe cuya intervención evitó una tragedia aún mayor.
Estado de salud de Ahmed al Ahmed Permanece hospitalizado tras recibir disparos en el brazo y la mano. Autoridades y líderes internacionales lo califican como un héroe cuya intervención evitó una tragedia aún mayor.

En un mundo donde la federación internacional de fútbol otorga un premio por la paz a un presidente gangsteril. Una época en donde la mayoría de los votantes argentinos fue capaz de elegir a un presidente en trances fuera de quicio y cuyo talismán es una motosierra. En el que el viejo imperio melancólico de Rusia toma territorios a su antojo de país vecino para negociarlo con un tercero. En donde se perpetra una invasión y una matanza atroz en Gaza. En un mundo, en fin, donde desplazamientos humanos y migraciones se multiplican sucitando temores y fobias frente a “los otros”, pudimos ver la imagen de un vendedor de frutas, un sirio inmigrante, que sin artefactos ni preparación militar alguna -arriesgando su pellejo- fue capaz de enfrentar y desarmar a un asesino quien a plena luz del día, estaba matando a decenas de personas.

Conviene tener en mente el contexto. El endurecimiento cruel y sin precedente de la política antiinmigrante de Trump. La legalización, en Polonia, de la detención de extranjeros sin orden judicial y que eliminó al “Consejo contra la Discriminación Racial y la Intolerancia”. Entretanto, Hungría construye una inmensa valla fronteriza y habilitando con armas, a tres mil cazadores de frontera para mantener la “pureza del puebo magiar” como repite Viktor Orbán. Las coaliciones ganadoras en Chile y Argentina se han llevado sonadas victorias enarbolando políticas de rechazo antiinmigrante.

La alarma ante la “desaparición étnica de naciones enteras” grandes o pequeñas, ha expandido un temor que se ha generalizado en los últimos tres lustros como ingrediente básico del caldo de los populismos modernos, “como si la llegada de inmigrantes anunciara su salida de la historia” (Iván Krastev).

De hecho, otro pensador, Yascha Mounk, apunta que la erosión de las democracias contemporáneas tiene tres componentes persistentes: el estancamiento del nivel de vida, el auge de las redes sociales y el miedo a la inmigración.

Es en ese mundo y dentro de ese clima político y moral que aparece la figura de un hombre venido de muy lejos -como otros tantos millones de personas- y salva a una congregación, a la festividad de una etnia diferente a la suya y a menudo enfrentada aquí y allá por esto y por lo otro. Un musulmán, árabe, más bien pobre vino a salvar a personas judías que celebraban el Hanukkah en la localidad australiana de Bondy Beach.

Se llama Ahmed al Ahmed, tiene 43 años y emigró a Australia en 2006. Había salido a tomar un café con un amigo cuando quedó en medio de aquella escena “Vio a las víctimas, la sangre, mujeres y niños tirados en la calle y entonces actuó”, relató su padre en una entrevista para la BBC.

¿Le importó la nacionalidad, la religión, las creencias de los que estaban muriendo? Claro que no, a la hora de la verdad, no discriminó y sin distinción actuó para salvar seres humanos frente a la insólita perversidad de otros árabes musulmanes, esos sí, fanáticos enloquecidos.

Uno se llamaba Sajid Akram, el otro Naveed Akram, padre e hijo de 50 y 24 años respectivamente. Sajid emigró desde Talangana (India) hacia Australia en 1998 y concibió a Naveed ya en Sidney. Hasta ahora, indica la policía de ese país, hay indicios de relaciones con los terroristas del Estado Islámico.

La valerosa determinación de Ahmed (quien antes de controlar al asesino llamó a su familia para decirles que quizas iba a morir) es un gran desmentido a los prejuicios xenófobos y racistas, precisamenre entre las comunidades más agriamente enfrentadas en el presente.

La escena es tan rotunda que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (responsable primero del desastre en Gaza) dijo de inmediato que era “un héroe judío” (cosas de necios y fanáticos). Mientras que Trump lo elogió a quien, dijo “le tiene un gran respeto… fue una persona muy muy valiente, de hecho la que llegó y atacó frontalmente a uno de los atacantes y salvó muchas vidas”. El primer ministro australiano y el gobernador de Nueva Gales no tuvieron empacho en calificar a Ahmed como “lo mejor y más valioso de la sociedad australiana”. Pues… sí.

Y -oh ironía- resulta que Ahmed traía un pleito de años y años con la “migra” australiana según confirmó su abogado al The Sydney Morning Herald. Ahmed ha tenido muchos problemas para obtener la ciudadanía australiana, “dado su origen no querían dársela”.

La sociedad redonda y ordenada, fuera de la maldad de este mundo, ubicada en el continente austral, que pide puntos de buen origen y buen comportamiento por décadas para otorgar la residencia, descubrió que su héroe real, no es un rubio con pedigrí sino un rollizo frutero que quiere y necesita ser parte de esa sociedad

Es un punto luminoso en medio de la tragedia, un triunfo de la realidad, frente a los miedos y temores que afirman que “el otro” es amenaza o enemigo. Nos recuerda lo estúpido que es juzgar a las personas por donde vienen, por lo que nos imaginamos, por lo que parecen y por la creencia que profesan.

Otro asunto a subrayar: después de arrebatarle el rifle, ya herido, Ahmed tuvo la opción de disparar y coser a tiros al fanático asesino… y no lo hizo, tuvo un segundo gesto de bondad y sentido de justicia. No es Rambo ni Jean-Claude Van Damme o cualquier otro héroe justiciero de Hollywood cuyo deber es aniquilar a los malos. Un señor que, simplemente, evitó más muertes de sus congéneres a costa de su propia vida.

Ahmed no le disparó y eso hace que por una vez, la realidad sea mejor que el cine, protagonizada ni más ni menos por un inmigrante pobre de fé musulmana que defendió a sus hermanos judíos.

Si algo a rescatar de la tragedia de Bondy Beach, es la historia y la actitud valerosa de Ahmed.

Feliz Navidad.

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