
Quizá la historia humana tenga una constante en todo momento, en toda cultura: hallar el sentido de la existencia, perseguir la comprensión total, dar con la fórmula de la felicidad, la clave de la alegría, el imperio de la verdad y la justicia. Y para encontrarlo se han creado sistemas filosóficos y políticos, se han ensayado pensamientos religiosos y se construyen métodos de entendimiento racional, emocional y de todo tipo.
Pero nada.
Seguimos tan primitivos como cuando aluzábamos la caverna con antorchas y perseguíamos al mamut en las praderas.
Nadie puede saber a ciencia cierta cuántos libros ha editado el hombre. Cuántas ideas ha dejado escritas y cuántos miles de anaqueles de bibliotecas se han poblado sin lograr el objetivo de entenderlo y, después, resolverlo todo. Nada sabemos hasta la fecha y ya han pasado miles y miles de años. Millones, dicen algunos.
Pero de pronto, en la aparente intrascendencia del periódico encontramos una respuesta a todo enigma social, a toda deficiencia intelectual y política: el humanismo mexicano.
No el humanismo a secas cuya noción desde el pensamiento renacentista ha fracasado. No. Ese no vale, debe ser el mexicano cuyo gentilicio no es discriminatorio sino universal. Todo se resolvería en el mundo si planetariamente pusiéramos primero a los pobres.
Este sorprendente hallazgo ha sido (así lo quiero considerar), el regalo navideño de don Pigmenio (sus hermanas son Fe, Esperanza y Caridad) quien en talentosa columna tras exponer los horrores actuales (guerra, explotación, violencia, imperialismo, etc), nos dice así nomás:
“…En este desolador panorama mundial solo México es la excepción. El principio: “por el bien de todos, primero los pobres” cambia radicalmente los términos del quehacer político y marca un camino que es posible y deseable seguir.
“…Su potencial subversivo, similar a otros principios que han transformado al mundo entero, como “libertad, igualdad y fraternidad” es enorme… esta revolución en la que a ninguna clase se excluye y mucho menos se pretende destruir… Inspiración y esperanza para el mundo, en este momento de oscuridad, es este México, en el que todas y todos pueden ser parte de la transformación pacífica, democrática y radical que está en marcha… Hoy, en nuestra patria, basta con ser decente para ser revolucionario”.
Obviamente tan renovador descubrimiento tiene detrás una mente maestra: el profeta de la selva lacandona; la luz de Palenque, el ideólogo del bienestar, el maestro supremo.
Andrés es Dios; Pigmenio su profeta; como Mahoma… Por favor; no mahomes”.
¡Carajo!,
cómo no vino el profeta
endenantes al planeta,
con tan sencilla receta
con sabor de “palenqueta”
y de la mente pirueta;
argumento cuchufleta;
se me baja la bragueta,
caudal de la espiroqueta,
frente a chingona receta....
“¿La neta, tú te crees esa puñeta?