Opinión

Ciudadanos o Borregos

Un fin primordial de la educación es formar personas libres. Nuestros hijos han de ser educados para decidir, de manera autónoma, su vida y no para vivir sojuzgados por la voluntad de otros.

Este es un rasgo distintivo de las sociedades modernas o civilizadas. Las sociedades primitivas, en cambio, fueron sociedades homogéneas, cohesionadas y sometidas a la autoridad única de los ancianos.

Autonomía: decimos que actuamos correctamente cuando, enfrentados a una disyuntiva, decidimos lo que nos parece correcto con independencia de los puntos de vista o presiones circundantes.

Formar personas libres y autosuficientes –pero no egoístas—es una finalidad primordial de la educación moderna. De hecho, la cooperación en la sociedad moderna supone la autonomía de los individuos, es decir, la libertad de pensamiento, la libertad moral y la libertad política.

Considerando lo anterior, nos parece incomprensible que el nuevo proyecto educativo de la SEP --que se pondrá en práctica en unos días—reniegue del individuo y de la formación individual de la persona. El individuo, dice este proyecto, no es el centro de la educación: el centro es la comunidad y los valores colectivos.

La base pedagógica de la autonomía es lograr que cada alumno adquiera ciertas habilidades y ciertos valores. “Es evidente, dice Piaget, la necesidad de una educación del pensamiento, la razón y la lógica, ella es la primera condición de la educación para la libertad”.

El pensamiento lógico y racional se adquiere sobre todo a través del estudio sistemático de las Matemáticas y de las ciencias. Pero la asignatura de matemáticas desapareció en los nuevos planes de estudio y en los nuevos libros de texto. Como dice el investigador David Block, “se aplican fragmentariamente las matemáticas, pero no existe un espacio curricular para aprenderlas”.

Libros de texto de la SEP

Libros de texto de la SEP

Cuartoscuro

Desde la perspectiva de la educación moral los nuevos materiales omiten el ejercicio de la autonomía, en cambio enfatizan la subordinación del maestro y del alumno ante la comunidad. Los autores de este proyecto probablemente piensan que sean las circunstancias (el entorno comunitario) las que impongan al alumno tal o cual conducta.

Esto nos sugiere que la nueva educación intenta inculcar en los alumnos, no una moral autónoma, sino una “moral de la manada” como la llamaba Nietzsche. Lo cual debe alarmarnos. Se trataría, según esto, de que las nuevas generaciones de mexicanos fueran dóciles ante las presiones del entorno cultural y político --¿por qué no? mansos borregos ante la autoridad.

Esto explica la ausencia en los nuevos planes de estudio de la Educación Ciudadana (EC). El desprecio hacia ella es evidente. El sustento de la EC es, precisamente, la autonomía moral, la libertad de pensamiento y acción, que, desde una perspectiva democrática, debería constituir la columna vertebral de la educación básica.

Mis lectores habrán comprendido ya la correspondencia que existe entre este proyecto educativo con retórica presidencial. López Obrador ha afirmado, de múltiples maneras que él es “presidente del pueblo” y reniega de una “república de ciudadanos”.

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Los ciudadanos que México necesita deben ser autónomos, inteligentes, críticos, honestos, respetuosos de la ley, con alta autoestima, competentes, comprometidos con la democracia, con la justicia y con el desarrollo y el progreso de México. Lamentablemente estas finalidades se omiten por completo en este proyecto educativo.

México necesita ciudadanos con ese perfil, sobre todo si aspira a remontar los grandes problemas que enfrenta: el bajo crecimiento económico, la violencia, la corrupción, el militarismo, la polarización política, el estancamiento económico, la crisis del medio ambiente, etc. En realidad, la educación básica debería detonar un nuevo impulso al desarrollo nacional.