Opinión

No confiamos en ellos porque somos iguales

En México, la democracia, el servicio público y los partidos políticos están en crisis. Aun cuando no es reciente y desde hace tiempo el sistema político mexicano ha quedado a deber a los ciudadanos, hoy la situación parece entrar en uno de sus momentos más críticos. Para documentar lo anterior, vale la pena observar tres datos de los muchos que proporciona la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI) 2020. Del total de las personas encuestadas, 1) menos del 12 por ciento señala sentirse muy satisfecha con nuestra democracia; 2) menos del 14 por ciento considera que se puede confiar en los servidores públicos en un grado de confianza de 8 a 10, y 3) solo el 2.5 por ciento tiene mucha confianza en los partidos políticos.

Oposición

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Es indudable que los políticos han fallado y la desconfianza que generan se la han ganado a pulso. Sin embargo, sería ingenuo pensar que quienes ocupan cargos de poder son distintos al resto de quienes conformamos la sociedad. Ni ellos son de Marte, ni los demás somos de Saturno. Desconfiamos en la democracia, el servicio público y los partidos porque quienes ahí participan de forma activa no ajustan su comportamiento a la ética y a “lo correcto”, pero quienes intervienen en el manejo de los asuntos públicos no son distintos a los demás, a nosotros. Van algunos ejemplos.

El presidente de México destina dos horas de su tiempo para posicionar su mensaje político sin importar si en el camino difama, calumnia, polariza o vulnera la división de poderes. Mientras, millones de personas replican en sus redes sociales el discurso presidencial y profundizan la división de la sociedad a través del insulto.

Seis de los siete partidos políticos realizan de forma pública, abierta y orgullosa, actos anticipados de campaña para posicionar a sus eventuales candidatos a la presidencia de la República. Mientras, miles de ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil aplauden, celebran y participan en y de la ilegalidad en la que se han montado tres de los cuatro partidos de oposición.

Representantes públicos de medio pelo denigran el servicio público convirtiendo el ejercicio de gobierno en parafernalia de un espectáculo de redes sociales en el que lo que importa son las interacciones que generan y los seguidores que obtienen. Mientras, a muchos les parece normal que en un par de meses una alcaldesa haya utilizado atuendos con un valor cercano al millón de pesos.

El Fiscal General aparece únicamente cuando se trata de litigar casos que lo afectan personalmente, olvidando su función como procurador de la justicia para el resto de las personas. Mientras, la justicia ordinaria sigue estando a disposición del mejor postor y la corrupción convierte a aquella en un bien exclusivo de quien le llegue al precio.

Una ministra de la Suprema Corte despacha justicia a pesar de todas las pruebas que señalan que su título profesional fue obtenido mediante el plagio de otra tesis profesional. Mientras, el alumno copia en el examen, la automovilista se pasa el alto y el peatón tira basura en la calle porque, después de todo, ¿qué tanto es tantito?

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Dos de los tres últimos domicilios ocupados por un hijo del presidente son propiedad de personajes que forman parte de empresas que se han visto beneficiadas por contratos públicos. Mientras, el proveedor está dispuesto a ofrecer una comisión o beneficio a quien, lo mismo desde el sector público que desde el privado, le ofrezca un contrato.

En el fondo, no confiamos en los partidos, el servicio público y la democracia porque sabemos que quienes ahí participan hacen lo mismo que nosotros. Si queremos que ellos cambien y que la política y lo público sean espacios de decencia, honradez y honestidad, pero desde la sociedad seguimos siendo iguales, aquello nunca sucederá. En el fondo, no confiamos en ellos porque sabemos que, si estuviéramos en su lugar, en la mayoría de los casos, haríamos lo mismo. En el fondo, la falta de confianza en ellos es porque somos iguales.

Profesor de la UNAM y consultor político

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com