Opinión

Detrás de PISA 2022

Los resultados de la prueba PISA 2022 revelan una inobjetable regresión en la educación básica de México. Esta revelación debe alarmarnos a todos y exige, además, una reacción enérgica del Estado. Lo que es inaceptable –incluso ridículo-- es que las autoridades, en vez de reconocer que la educación básica atraviesa por graves problemas, pretendan descalificar y negar el valor de la prueba misma.

Estudiantes mexicanos en un salón de clases

Estudiantes mexicanos en un salón de clases

Cuartoscuro

Los puntajes que arroja PISA están amparados por el prestigio mundial que ha conquistado esta métrica educativa. La prueba ha vuelto a poner al desnudo la postración que sufre nuestro sistema educativo en sus estamentos más bajos. La periodicidad de esa evaluación es trianual. Desde el año 2000, que comenzó a aplicarse en nuestro país, esa medición ha producido resultados bajos y muy bajos.

Así pues, PISA 2022 no es, en estricto sentido, una radiografía de la gestión educativa del actual gobierno federal, pero ese hecho no disculpa los desaguisados y torpezas en que ha incurrido esta administración. Entre otros: 1) El que el presidente de la república haya concedido el liderazgo de la educación (la titularidad de la SEP) atendiendo solo al criterio de lealtad política y no haya tomado en cuenta la competencia o familiaridad con la materia; 2) Que el ejecutivo haya decidido castigar el presupuesto de la educación para beneficiar a sus “programas sociales”; 3) Que

La política educativa de AMLO no se haya fundado en una evaluación académica rigurosa de la experiencia educativa anterior; 4) Que la inversión en formación –inicial y continua—de los maestros haya descendido de manera dramática; 5) Que los estímulos al desempeño docente hayan prácticamente desaparecido; 6) Que el presidente haya dispuesto –sin hacer una evaluación previa--desaparecer el programa de Escuelas de Tiempo Completo que proveía de alimentos calientes a millones de alumnos y producía aprendizajes por encima de la media; 7) Que el presidente haya suprimido la agencia (IFETED) encargada de dar mantenimiento a la infraestructura escolar y optado por asignar dinero en efectivo a los padres de familia para que se hagan cargo de esa tarea; 8) Que los programas masivos de becas (que absorben un porcentaje elevado del gasto educativo) no estén vinculados a variables como la asistencia a la escuela y el rendimiento académico y tampoco sean objeto de evaluación; 9) Que el gasto educativo del sexenio haya castigado a los servicios que atienden a los grupos sociales más pobres y desamparados del país –indígenas, campesinos, personas discapacitadas, migrantes; 10) que la política educativa –como revela esta lista—se haya subordinado a criterios clientelares y que haya descartado el objetivo de elevar la calidad de los servicios educativos utilizando como medio la evaluación sistemática.

México no debe cerrar los ojos, o esconder la cabeza, como los avestruces, ante la realidad que revela la prueba PISA 2022. Reaccionar de esa manera es muestra de ignorancia o de prejuicio, como sucedió con el presidente de la república mexicana que descalificó la prueba por “ser un parámetro del periodo neoliberal, cuando (la élite del poder) pretendía privatizar la educación pública”. Esta declaración, con mi disculpa previa, es una reverenda estupidez. Una estupidez retórica, ideológica, que evidentemente se funda en una visión del mundo ignorante, superficial, esquemática y dogmática.

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Muy distinta fue la reacción del presidente Gustavo Petro de Colombia quien, ante la prensa, hizo un análisis de los resultados de PISA 2022 y, tras lamentar que los puntajes obtenidos por los alumnos colombianos eran consistentemente bajos, demostró que la ciudad de Bogotá, en cambio, había obtenido resultados significativamente buenos. ¿Qué factores detonaron esos altos aprendizajes? ¿Se podrán generar y aplicar con éxito esos mismos elementos en todo el país? Se preguntó el presidente Petro. La política educativa que disparó el aprendizaje en Bogotá, agregó el presidente, fueron las siguientes: 1) Priorizar la formación y capacitación de los maestros; 2) Ofrecer a diario alimentos (calientes) a los alumnos; 3) Ampliar los horarios de trabajo y 4) Mejorar la infraestructura de las escuelas. Aunque es poco probable que una fórmula exitosa en la ciudad-capital pueda se transferible al mundo rural, concluyó Petro, tomémosla como punto de partida para pensar y elaborar una nueva política educativa nacional.

He aquí una reacción presidencial sensata, inteligente, ante los datos que arrojó PISA 2022. La crisis educativa en México es inocultable y aunque sus antecedentes se remontan a los años finales del siglo pasado, la conducta de negligencia, instrumentalista y politiquera, que ha guardado el gobierno de AMLO ante la educación han contribuido a profundizar esa debacle.