Opinión

Un día en la vida

El otro día vi una fotografía extraordinaria del telescopio Web, en la que a los lados se ven muchas estrellas luminosas, que son constelaciones, y en medio predomina un enorme hoyo negro. Wow! Mientras tanto, ante ese enigma del universo, nosotros vivimos nuestras pequeñas vidas. El hoyo negro se aúna a los misterios que nos rodean.

Hoy, por ejemplo, fui, como todos los días de esta semana, a visitar a mi perrita Turandot, hospitalizada desde el domingo por la noche. La veo bien y deseosa de volver conmigo a casa, pero todavía su hígado no acaba de componerse. La veterinaria que la atiende por la mañana, joven y dulce, me dijo que es muy probable que mañana pueda traérmela. De pronto, como el hospital se encuentra casi enfrente de la Escuela de Guerra en San Jerónimo (mucho me lo recomendó el escritor Xavier Velasco, propietario de varios perros guapísimos y enormes), se oyó un balazo o quizá fue un cohete de alguno de los múltiples poblados que conforman la colonia en la que vivió Luis Echeverría y que, a partir de que él ocupó la silla presidencial, se “gentrificó”. Mi perringa, por la pequeña explosión, se aterró y quiso meterse en su jaula hospitalaria. Yo habito una pequeña casa más o menos cerca del hospital, misma que rento desde hace once años. Oímos cohetes a cada rato. Mi casera, encantadora, acaba de vender el inmueble donde ella vivía y se fue a vivir con sus hijos a Houston. Ellos se han procurado un modus vivendi allá, legítimo y decente. No lo sé de cierto, pero quizá es más fácil en Estado Unidos, con cierto capital, claro está, abrirse un camino empresarial que hacerlo aquí. Aquel país todavía posee sus bondades, mientras no regrese Donald Trump o alguien como él al poder. Tener al demonio en la Casa Blanca resultaría peligroso para Estados Unidos y para el mundo en general. Ustedes me dirán que la visita de la demócrata Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, a Taiwán ha enervado a los chinos, que se piensan dueños de esta pequeña isla, ubicada a 180 kilómetros del este de China. Entretanto, sólo pienso en que mi perra Turandot se componga.

Anoche, durante mi sesión psicoanalítica, mi querido psiquiatra me platicó que alguien le había hablado de los aciertos económicos de nuestro señor presidente, de su control de la inflación frente al desastroso de Estados Unidos. Como no soy economista y ando atarantada con medio ansiolítico para padecer un poco menos la ausencia temporal de mi Turandot, me puse de inmediato a leer la prensa. Me dirigí a El Financiero y encontré dos artículos muy pertinentes, mismos que le envié enseguida a mi doctor. El primero es de Enrique Quintana (02-08-22), director editorial del periódico, conocedor de lo financiero y lo económico, quien explica cómo el PIB que, “extraordinariamente” subiría en México a 2.4%, según el FMI (ni que fuera tampoco para aullar de emoción), de acuerdo con las expectativas del Banco de México quedará en un 1.8%, nada más. Quintana, que si sabe, ahonda en otras perspectivas, dice que “el horizonte claramente apunta a la desaceleración e incluso al estancamiento de la economía.” Por supuesto que no me da gusto, sería magnífico que nuestro país creciera, pero, por lo pronto, no es así. Mientras tanto, gracias a mi tarjeta de crédito de BBVA pagué un total de 10 mil pesos por los días que mi Turandot lleva internada en el nosocomio veterinario. Ahora, a pagarle al banco con esfuerzos. Me desempeño como profesora universitaria, aún sin título de doctorado (no he vuelto a mi tesis en un largo tiempo) y, por lo tanto, no me he promovido. Además soy muy mala administradora. Puedo inventarme un tren maya personal, eso si, sin daño a la naturaleza y a su fauna. Me declaro del lado de los ambientalistas. Desde 1991 me volví vegetariana y lucho por pasarme al veganismo. Podría fácilmente derrochar en una suerte de aeropuerto Felipe Ángeles, digamos un nuevo librero para todos los libros que inundan la casa por todos lados, cuando lo que debo hacer es acomodarlos bien, mover libros aquí y allá y empeñarme en que todos quepan en su lugar. No encuentro similitud con Dos Bocas. Quizá ampliar el patio de mis perros, pero, ya lo dije, la casa no es mía y, además, no hay para dónde extenderse.

Leí también ayer, en el mismo El Financiero, otro artículo, uno de Gabriel Casillas, que explica que (y así se titula) la confusa interpretación del PIB de Estados Unidos vs México, otro tema que mi psiquiatra, excelente psiquiatra psicoanalista, me trató como logro de Andrés López Obrador.

Aparte de profesora universitaria, escribo libros y no, ninguno ha sido best seller. De mi última novela, El emperador se va, publicada por ediciones B, a finales de 2016, me deben 6 mil pesos que no me pagan. Es decir, escribir en México, a menos que uno sea López Obrador, que ha presumido de sus regalías, no da para vivir. El escritor David Miklos se quejaba en Twitter el otro día de que su editorial iba a “picar” una espléndida novela suya para no guardarla en bodega. ¿Y por qué no mandarla de nuevo a las librerías con un cintillo que se refiera al trabajo del texto, a la idea literaria de un autor que, desde luego, no apuesta por lo comercial? Enigma como el hoyo negro.

Perdonen la larga pausa, estábamos en Gabriel Casillas, que es economista y Director General adjunto de análisis económico y relación con inversionistas del Grupo Banorte, entre otros quehaceres. En su artículo del 2 de agosto, explica que la economía estadounidense no transita por una recesión, cosa que se dice por ahí: ellos en recesión y en México, como si nada. “En mi opinión, dice el economista, lo que está ocurriendo es que el ´efecto de rebote pandémico´ ya terminó y que el estimulo fiscal y monetario ya está teniendo incidencia en la economía y ahora está observando una desaceleración”.

O sea, que todavía no le ganamos a Estados Unidos en sus intríngulis económicos , que ese país no se encuentra en recesión técnica y que nuestro PIB ahí va el pobre. Ustedes disculpen, pero en estos momentos me dejo ir por las digresiones y no me importa mucho la economía sino nada más en que mi Turandot vuelva conmigo lo más sana y pronto posible.

Imagen ilustrativa de un perro

Imagen ilustrativa de un perro

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