Opinión

Educación comunitaria

En un mundo globalizado, en un orden mundial donde la comunicación entre los habitantes de la tierra se ha simplificado, en este marco histórico, evidente para todos, la SEP nos propone que la educación se oriente, no hacia lo universal, sino hacia la comunidad local.

El centro de la nueva educación, dicen los funcionarios de educación, no debe ser el alumno sino la comunidad.

En los planes de estudio 2022 se propone, además, parece increíble, abandonar la cultura universal como matriz de la educación básica e integrar en ella las culturas étnicas. La educación pública de México --burocrática y centralista--, nunca ha sabido incorporar, satisfactoriamente, la multiculturalidad en el currículum.

La SEP hace este planteamiento sabiendo que población indígena es minoritaria (6.2% de la población) y culturalmente dispersa (68 lenguas distintas). ¿Cómo articular esa diversidad en las escuelas? La SEP no nos saca de dudas: su solución no es ni clara ni precisa. Las culturas indígenas son múltiples y débiles: han sido erosionadas por la cultura moderna y aunque debemos luchar por su preservación, no entendemos cómo se les puede incorporar a las escuelas.

Foto: Cuartoscuro

Foto: Cuartoscuro

La importancia del asunto nos obliga a asumir una actitud realista y no sucumbir a visiones románticas o idealistas. Enfrentar a alumnos –niños-- socializados en el contexto social urbano y moderno con indígenas monolingües, arraigados en sus comunidades históricas, es un choque brutal. Es un encuentro-desencuentro entre dos mundos.

Este choque se resuelve en una voluntad común, dice la SEP, mediante un “diálogo de saberes” en el que los portadores de las dos culturas se escuchan recíprocamente. para arribar a la construcción de significados compartidos. Pero ¿qué tan factible es ese diálogo cuando los interlocutores carecen de una lengua común?

En conclusión, la SEP nos debe explicar cómo será posible ese diálogo intercultural que arroje un aprendizaje significativo para ambos actores. Por otro lado, si volvemos la vista hacia el mundo urbano la proposición de la SEP de integrar escuela con comunidad vuelve a tambalearse.

En las ciudades el perfil de las comunidades locales frecuentemente se desvanece. En las urbes de México domina el individualismo y la convivencia comunitaria –de barrio, de lealtad a un santo patrón, de colonia o fraccionamiento— no es regla, sólo se encuentra excepcionalmente. Claro, un estudio histórico- sociológico (como el de Robert Bellah en EUA) probablemente demostraría que en una época anterior existían realmente comunidades locales en las ciudades.

Pero han desaparecido --con excepciones notables. La vida local de las ciudades se transformó aceleradamente por efecto de la globalización, la revolución digital y las políticas neoliberales. Surgieron los cinturones de miseria. De hecho, han dado lugar a una nueva cuestión social (Castel) marcada por el desamparo y el abandono de grandes masas concentradas, ya no en barrios obreros sino en conglomerados de seres humanos excluidos del sistema productivo.

Se trata de los “guetos urbanos”, que refiere Emilio Tenti Fanfani en La escuela y la cuestión social: “Los guetos urbanos son como islas donde prima una especie de extraterritorialidad social, de abandono del Estado, de sus poderes y de sus recursos. En las periferias de las metrópolis occidentales tienden a conformarse espacios de vida y de socialización que recuerdan a esas sociedades con baja diferenciación social y escaso nivel de interdependencia. Ni la economía de mercado ni los monopolios de Estado tienen presencia en estos territorios. Allí tiende a instaurarse una especie de economía no monetaria hecha de trueque, delincuencia, intercambio de dones y demás, donde muchas veces suele regir la ley del más fuerte en un contexto de guerra de todos contra todos donde las bandas armadas dirimen sus diferencias mediante el despliegue incontrolado de la violencia”.

Esta descripción es fiel espejo de la realidad de muchos barrios pobres, marginales, lumpen, de la periferia de nuestras grandes urbes. En ellos la escuela es una tabla de salvación para los niños, una isla en la que priva el amor, la empatía y la esperanza en el futuro. En ese lugar los niños encuentran el afecto que no reciben en sus hogares. En casos como estos: ¿Por qué hay que abrir la escuela la comunidad? ¿Qué elementos positivos, cognitivos o morales les ofrece este entorno de barbarie?