Opinión

Educación liberal y utilitarista

Con los libros de texto se impuso una proposición educativa anti-intelectual: la NEM substituyó un currículum académico, basado en asignaturas, por un currículum utilitarista, basado en proyectos. Las asignaturas privilegian el aprendizaje sistemático del conocimiento; los proyectos privilegian la actividad del alumno.

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Cuartoscuro

El currículum académico tradicional respondía a la filosofía liberal-humanista que Torres Bodet imprimió en el artículo tercero en 1945. Su propósito era ofrecer a cada alumno el acceso a la cultura universal mediante asignaturas como las Matemáticas, la Lengua, la Literatura, la Historia, la Geografía, la Ciencia, la Filosofía y las Artes. Un ejemplo excelente de educación académica lo tenemos en el plan de estudios de 2017 que, sin argumento o evaluación previa, fue eliminado por la actual administración.

La educación académica busca dotar a todos los ciudadanos de una cultura básica y de habilidades esenciales, punto de partida para desarrollar personas moralmente autónomas, con pensamiento crítico, con espíritu de superación y con capacidad para incorporarse productivamente a un empleo. El currículum liberal ha estado abierto a los avances de la tecnología, pero no ha tenido éxito en incorporar la pluralidad cultural de México.

El nuevo modelo educativo de la NEM se compone integralmente de proyectos, un método educativo que se originó con el movimiento utilitarista o pragmático de la educación estadounidense cuya figura más representativa fue John Dewey. El utilitarismo se opuso permanentemente a la educación intelectual, a las asignaturas y a todo aquello que no mostrara ser de utilidad inmediata para el niño y para la sociedad.

Frente al conocimiento lógicamente organizado en asignaturas, los utilitaristas exaltaron actividades útiles como costura, tejido, mecanografía, taquigrafía, cocina, encuadernación, etc. Durante décadas se opusieron a la enseñanza de la Historia, de la Geografía, de la Ciencia e incluso combatieron la enseñanza de lo más elemental: la Lectura, la Escritura y la Aritmética.

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En el caso actual de México, lo que tenemos, es un desencuentro entre estas dos filosofías de la educación: por un lado, la filosofía académica, racional, ilustrada y, por otro la filosofía pragmática, utilitarista, que fue, y es actualmente, una corriente de pensamiento que domina en el mundo en los mercados y el mundo capitalista globalizado.

Resulta paradójico que un proyecto educativo creado con intenciones subversivas, antimodernistas y anticapitalistas, como el proyecto de la NEM, recurra a la filosofía que reina en el mundo mercantil y en el mundo neoliberal.

Esta paradoja se explica, tal vez, porque los autores de la NEM parten de una idea utilitarista: la idea de que la escuela debe encargarse de la transformación de la sociedad. Claro, al escuchar esto, surge de inmediato la duda: ¿Puede la escuela ser agente de una transformación social? ¿Están los maestros preparados para hacerse cargo de esa transformación?

Desde luego que no, la escuela y los maestros deben restringirse a educar --lo que no es poco. La concepción académica, ilustrada y racional defiende la idea de que la sociedad mejorará si se mejora la cultura y la inteligencia de cada individuo y para lograr esto último hay que ofrecer una educación básica de calidad cuyo eje ordenador sean las asignaturas.

Para lograr un desarrollo sano los niños necesitan una educación que les permita, primero, adquirir autocontrol, guía, sentido, orden y disciplina, pero con la perspectiva de que conquistarán, más tarde, su autonomía moral y un pensamiento crítico que le permitirá apartarse de fanatismos, supersticiones, concepciones egoístas, locales o partidistas.

El utilitarismo de la NEM aplica para la sociedad, pero no para el alumno, a diferencia del utilitarismo estadounidense, en donde el alumno es el actor central del proceso educativo: el alumno es quien selecciona el problema y quien desarrolla el proyecto. En el caso mexicano no es así; aquí, el centro del proceso educativo es la comunidad y el alumno es solo un amanuense que cumple las instrucciones que recibe del maestro o del libro de texto.

En diversas publicaciones se ha señalado que en el caso de la NEM el contacto del alumno con el conocimiento es esporádico y fragmentario. Tampoco hay un ordenamiento lógico y secuencial de los proyectos, de tal modo que pueda darse una progresión en el aprendizaje del alumno; por otro lado, los problemas comunitarios que se presentan en los libros de texto, con muy pocas excepciones, son problemas triviales o anodinos, de modo que los resultados o productos de los proyectos tendrán en realidad poca utilidad y poca significación para la comunidad que se pretende “transformar”.

Se puede concluir que, el proyecto utilitarista de la NEM no acrecentará las capacidades cognitivas básicas de niños y adolescentes, tampoco reforzará en los alumnos los valores éticos fundamentales, en cambio, introducirá un gran desorden en las escuelas y producirá una pérdida grave en los aprendizajes. La “transformación social” será al final una ficción con efectos perversos.