Opinión

¡Exprópiese!

De acuerdo con la Constitución, en su artículo 27, “la propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde a la Nación” y que “las expropiaciones sólo podrán hacerse por causa de utilidad pública y mediante indemnización”. El artículo 28 señala que “… los ferrocarriles son áreas prioritarias para el desarrollo nacional” y agrega que “el Estado ejerce en ellas su rectoría”.

Armado con estos instrumentos legales, el presidente López Obrador ha decretado recientemente dos expropiaciones, una ligada al proyecto del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, sobre una concesión al Grupo México y la otra, a propiedades privadas, relativa a la infraestructura ligada con el acceso al Aeropuerto Felipe Ángeles, en terrenos en Tultitlán, Tultepec y Nextlalpan. De la primera se asegura que es una “expropiación temporal” (sin fecha fija de retorno).

Sumemos a esto el decreto con el que el Presidente reviró la decisión de la Suprema Corte de no permitir la opacidad en las obras insignia de esta administración, y tendremos dos conclusiones: la primera, es que esas obras son absolutamente intocables para López Obrador; la segunda, que está dispuesto a gobernar lo que resta del sexenio con base en decretazos.

En el caso de las expropiaciones, resultará difícil revertirlas, porque -considero- tienen dos pinzas constitucionales, e importa la que está ligada a los ferrocarriles. En la otra, y en las que vengan, es predecible que la Suprema Corte eche para atrás, como lo está haciendo ya, todo lo que contravenga la Ley.

La más sonada de las expropiaciones, la que se hizo a Ferrosur, tras el fracaso de negociaciones privadas, afecta a Germán Larrea, uno de los empresarios menos populares en el país. Los 124 kilómetros de vía serán operados por Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec, una empresa de participación estatal mayoritaria creada en 1999.

Elementos de la Secretaría de Marina custodian las vías de Ferrosur en Coatzacoalcos.

Elementos de la Secretaría de Marina custodian las vías de Ferrosur en Coatzacoalcos.

Cuartoscuro

Que Larrea no tenga buena imagen popular, y que se haya afectado una concesión y no una propiedad, ayuda a esconder un hecho que, sin embargo, no se les escapa a muchos empresarios: hacía tiempo que no había una expropiación de tal magnitud (ha habido decenas de expropiaciones menores a lo largo de los años, con gobiernos de todos los colores políticos).

Sobre todo, a los empresarios les viene la preocupación de que pueda haber otras expropiaciones (u “ocupaciones temporales”), y que esto dé al traste con sus inversiones.

Si bien así planteada, la preocupación es exagerada, porque se requieren de instrumentos constitucionales para expropiar, y existen en pocos casos, lo cierto es que se está generando un ambiente de mayor desconfianza mutua entre el gobierno y el sector privado.

También es cierto que, si tenemos una seguidilla de decretos, esa desconfianza aumentará, y se reflejará en diferentes variables económicas: la más evidente es la tasa de inversión privada productiva; la más inmediata es una presión sobre el tipo de cambio (porque ya se sabe, como dijera el economista Einaudi, que el inversionista financiero tiene memoria de elefante, corazón de conejo y patas de liebre).

A estas alturas, a los grandes empresarios y a los inversionistas financieros importa poco si el acto de gobierno se hace verdaderamente por utilidad pública; lo que ven es que se pasó de las palabras del discurso antiempresarial a los hechos. De ahí que tendrá que ser por la vía de los hechos que se calmen las aguas… pero no parece sencillo, dada la poca disposición del gobierno federal a la negociación y su tendencia a respetar la ley sólo cuando le conviene.

Subrayo una cosa: estas expropiaciones no generarían tanto ruido si no estuvieran acompañadas de retórica y si el gobierno, y en particular el Ejecutivo, se esmerara en cumplir la ley en toda circunstancia.

Carreño Carlón, merecido homenaje

En días pasados, el periodista José Carreño Carlón recibió un homenaje por sus aportaciones en distintos campos. Muy merecido. En estas páginas, Rafael Cardona y Raúl Trejo Delarbre han ponderado su historial. En lo particular, tengo que decir que Pepe ha sido para mí el principal maestro es este que, como dijo García Márquez, es el mejor oficio del mundo.

En la subdirección de La Jornada, en la dirección de la revista Punto y, sobre todo, como director de la mejor época de El Nacional, aquel periódico que quiso ser de Estado y no de gobierno, Carreño dio lecciones inolvidables de profesionalismo, de pasión por el periodismo, de carácter y de conocimiento del oficio, que había que absorber en su totalidad.

Revisando editoriales en La Jornada, Pepe no era el más puntilloso, porque no se iba a los detalles, pero sí el más preciso en dar sentido editorial al texto. En la dirección de Punto, me hizo ver que el periodismo está hecho de iniciativas. En El Nacional, sus enseñanzas fueron múltiples, porque fue un jefe que conocía a fondo debilidades y fortalezas de su equipo, un hombre que buscaba la pluralidad y la discusión inteligente, un director comprensivo y exigente, sarcástico y amable, una guía que no estorbaba, que daba ejemplo y que sabía dirigir aquel gran barco, a veces en medio de tormentas, sin perder nunca de vista el rumbo, ni que él era el capitán responsable.

Desde aquí lo saludo. Y le agradezco.

fabaez@gmail.com

www.panchobaez.blogspot.com

Twitter: @franciscobaezr

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