Opinión

Golpe de realidad

¿Recuerdan que en los últimos años, a partir de 2018, muchos cronistas y autores -algunos muy respetables- habían declarado difunta a la oposición y destruido, al sistema de partidos mexicanos?

Golpe de realidad

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Pues el domingo pasado resucitó, se levantó y anduvo; todo ese mecanismo político se activó y detuvo, con solvencia y firmeza, una reforma constitucional sobre energía eléctrica que el presidente López Obrador había declarado decisiva. De un modo plástico, el Congreso de la Unión, vía la Cámara de Diputados, se erigió como el principal contrapeso en la República, y como el primer poder de control a la desmesura despótica del ejecutivo.

Creo que el domingo pasado se pudo ver con claridad, que la mecánica democrática persiste y resiste, y que legisladores y sus partidos siguen siendo protagonistas insustituibles para la vida pública. El discurso populista, el de los imperativos de un solo hombre y los muchos ecos que ha conquistado en estos tres años se desvanece ante la buena política del pluralismo en el Congreso.

Este límite rotundo a las pretensiones de López Obrador tiene su origen en las elecciones de 2021, cuyo resultado legislativo se expresó -claramente- a través de los 223 votos opositores en la Cámara de los Diputados.

Las alucinaciones autoritarias se enfrentaron así y por fin, con un golpe de realidad y el presidente que quería ser Juárez, protagoniza un fracaso que no había padecido ningún otro mandatario mexicano en nuestra historia constitucional moderna: que una propuesta de una reforma presentada por un Presidente, es desechada por el Congreso.

¿Por qué el ejecutivo se negó a ver la simple inviabilidad aritmética de su iniciativa? ¿Por qué insistió en “no cambiar ni una sola coma” cerrándose el mismo, a la posibilidad de cualquier negociación o pacto con alguna otra fuerza del legislativo? ¿Qué ocurrió en esa coalición empeñada en escenificar de modo tan obstinado su propio fracaso?

Es difícil creer que el presidente haya intercambiado un voto por una embajada al mismo tiempo que recibía todas las señales de una oposición organizada, disciplinada y con un nivel argumental muy superior al morenismo. Cuesta creer, en fin, la persistencia de esa idea según la cúal, en el México moderno, la constitución puede ser modificada por la sola voluntad del señor presidente, sin el concurso de los partidos políticos y la concomitante y estrafalaria pretensión de acudir al Congreso sin talento discursivo y sin voluntad de negociación

Es posible que este episodio, junto con la sucesión precipitada, ya marquen una inflexión política. Por lo pronto no solo se detiene la regresión energética, sino que también se demuestra el destino de la reforma electoral acariciada por el autoritarismo en la que se anunció: 1. El debilitamiento de los partidos (menos financiamiento); 2. La reducción del pluralismo (eliminar plurinominales); 3. Centralizar el control electoral (eliminar a los órganos en los estados) y, 4) Someter al árbitro electoral (haciéndolo depender de campañas electorales). Pues bien: todo esto es hoy, menos posible que antier.

Se trata de detener la destrucción, no de avanzar. La votación del domingo no dotó a nuestro país de una mejor regulación eléctrica-energética. Lo que hizo fue mantener la competencia en el sector y proteger el relativo avance de nuestra transición energética. El triunfo, consistió en evitar lo peor. En esas estamos.

Pero vale la pena registrarlo: elecciones que ratificaron la existencia de un pluralismo vivo. Partidos disciplinados, legisladores responsables, demanda de diálogo e ineludible negociación. Una prensa alerta y una sociedad civil exigente. La mecánica democrática dando un golpe de realidad a un país que lo necesitaba.