Opinión

Horacio Franco, perseguidor de la forma. Seis apuntes para una celebración

El 12 de abril de 1978 el joven flautista Horacio Franco -con 14 años de edad- interpretó en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México el “Concierto en la menor para flauta de pico y oboe” de Antonio Vivaldi, acompañado por la Orquesta de Cámara de los alumnos del Conversatorio Nacional de Música, la escuela de mayor tradición para la formación musical en México de la que él mismo habría de egresar pocos años después para continuar sus estudios de flauta en el Conservatorio de Ámsterdam, en los Países Bajos, de los que se graduó con honores en 1985.

Exactamente 45 años después Horacio Franco regresó al recinto más emblemático de la cultura y las artes del país para celebrar ante un auditorio lleno una trayectoria que se cuenta entre las más destacadas para un músico mexicano en el cruce de dos siglos.

Horacio Franco: concierto

Horacio Franco: concierto "45 años haciendo música"

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Gracias al INBA y a la gentil invitación de la pianista Silvia Navarrete, actual directora del Conservatorio Nacional de Música, pude asistir al concierto la noche de este miércoles para comprobar una vez más que Horacio Franco no sólo es un flautista -cabe aquí la expresión- “de gran aliento”, sino una figura pública muy apreciada dentro y fuera del país, cuya inusual popularidad para un músico especializado en el periodo barroco se explica no sólo por el rigor y la solidez de su carrera artística, sino también por la tenacidad y la singularidad del personaje entrañable que ha construido a la par de su talento musical.

No menos un ejecutante virtuoso que un orquestador cultural en el más amplio sentido de la expresión, es también un destacado activista en favor de la diversidad y la tolerancia comprometido con las causas de la comunidad LGTB+. Lo mismo ha formado agrupaciones musicales de gran tradición como la Capella Barroca de México, formado a varias generaciones de músicos como profesor del Conversatorio Nacional, o bien contribuido al diseño de la legislación cultural de la Ciudad de México, una de las mas vanguardistas del mundo.

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El célebre flautista mexicano del torso atlético, bíceps tatuados, botines deportivos, pero al rape y las mil flautas en el escenario, es una figura imprescindible e inconfundible de nuestro paisaje cultural. Celebro en esta entrega los 45 años de su carrera con seis breves apuntes literarios alrededor de su trabajo.

1.

¿Qué otra cosa es un artista sino un perseguidor de las formas que le dan sentido, peso y dimensión a su voluntad creativa? Así lo asentó Rubén Darío en el poema que precisamente tituló “Yo persigo una forma”, y en el que aparece una feliz correspondencia con ese otro perseguidor barroco de las formas que es Horacio Franco. Escribió el nicaragüense:

“Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo

(…) no hallo sino la palabra que huye

la iniciación melódica que de la flauta fluye”.

2.

El cubano Nicolas Guillén, el gran poeta de la negritud que le regaló al español el estruendo rítmico de las percusiones africanas y caribeñas, escribía poesía sonora a grado tal que tituló a un poema “Solo de flauta”:

“yo soy cual la flauta

que ritma con ritmo sonoro

su fino y sonoro quebranto

si canto parece que lloro;

si lloro, parece que canto”.

3.

Octavio Paz, que le dedicó poco espacio a la música en su obra, reservó unos versos memorables de Ladera Este a las composiciones de John Cage y a la música tradicional de la India. Del primero escribió:

“La música no es una idea:

es movimiento,

sonidos caminando sobre el silencio”.

Y sobre el citarista Ravi Shankar apuntó:

“El río de la música

entra en mi sangre.

Si digo: cuerpo, contesta: viento.

Si digo: tierra, contesta: ¿dónde?”.

Cuerpo, viento, movimiento y sonido cifran también el vocabulario musical y escénico de Horacio Franco.

4.

Sergio Cárdenas, que además de director de orquesta es un esmerado escritor, en un poema titulado “Credo” resumió la manera en que el tiempo es la materia prima que alimenta el motor musical de Horacio Franco:

“La música es tiempo sustraído del tiempo

Su morada es el espacio.

Su lenguaje la vibración (…)

Su ser la plenitud”.

5.

Luis Ignacio Helguera, el gran escritor y crítico musical mexicano que murió muy joven, escribió que “la música viene de y se dirige al espíritu, a la inteligencia en la zona esencial en que es indisociable de la sensibilidad y la emoción”. Así entiendo la ya casi media centuria barroca de Horacio Franco.

6.

No Horacio Franco, Johann Sebastian Bach fue a mi entender el protagonista del concierto de la noche miércoles. Casi la mitad del programa estuvo dedicado a sus obras, y en esto nuestro flautista parecería seguir a pie juntillas al escritor Emil Cioran: “Si hay alguien que debe todo a Bach -escribió el rumano- ése es Dios”.

Escribió Cioran: “Cuando escuchamos a Bach, vemos germinar a Dios. Su obra es generadora de divinidad. Tras un oratorio, una cantata, una Pasión, Él tiene que existir. De lo contrario, toda la obra de Bach sería una ilusión desgarradora… Pensar que tantos teólogos y filósofos han perdido días y noches buscando pruebas de la existencia de Dios, olvidando la única: (la música de Bach)”.