Opinión

Juego sucio

No hay diálogo, no hay argumentos. El clima es de linchamiento. Los líderes de la 4T --con AMLO a la cabeza-- han lanzado una campaña torpe e irracional, contra los consejeros del INE --y contra el INE, organismo que, a su juicio, es una agencia que milita contra sus intereses.

Esta persecución hace caso omiso de la verdad y de la lógica. Lo que alienta esta agresión es el odio y el prejuicio que entre sus seguidores ha fomentado el propio presidente de la república contra el organismo electoral y contra sus miembros.

Es verdad que los agresores cuentan con el apoyo de la mayoría de la población. Pero ninguna mayoría puede exceder los límites de la ley ni traspasar el marco de la razón; de hacerlo, significaría que la barbarie habrá de instalarse entre nosotros.

Por lo visto, esto es lo que pretenden los líderes de la 4T. El objeto de la controversia es la consulta para la revocación del mandato, pero el diferendo es el financiamiento de ese plebiscito. El problema surgió cuando la Cámara de Diputados, bajo control del partido del presidente, se negó a conceder al INE el dinero que este organismo solicitaba para organizar la consulta.

Eso es todo. Cuando los consejeros del INE levantaron la voz para denunciar esa decisión, comenzó una lluvia de ataques del partido oficial contra ellos. Los ataques no han cesado. Muchos de ellos son de una calidad ética deplorable, como los que insisten en agredir personalmente a algunos consejeros.

¿Con qué argumento se ataca al INE? ¿Acaso no es evidente que la Cámara de Diputados le negó los recursos para la consulta? ¡Claro que lo es! Pero tanto el presidente como sus secuaces exigen que el INE, aún sin los recursos necesarios, organice el evento.

Todo esto ilustra una suerte de enajenación colectiva. A la vista de todos. En un movimiento desesperado, los consejeros del INE decidieron posponer la consulta. Esta decisión irritó aún más a las hordas enajenadas que reaccionaron con ataques personales contra los consejeros que habían aprobado la medida. El que más se encolerizó fue AMLO que protestó airado e insistió en que se realizara la consulta cueste lo que cueste.

Surgen dos tipos de interrogantes. El primero es sobre las razones que justifican esta consulta: ¿México necesita este ejercicio? ¿Es lógico que la ciudadanía, tras votar para que un gobernante X tenga una gestión por seis años, corrija su decisión anterior y lo revoque a los tres años?

El segundo tipo de dudas se refieren a la pertinencia de una consulta de este tipo cuando se tiene un presidente de la república que goza de un apoyo extraordinario de la ciudadanía. ¿Necesitamos la revocación de mandato cuando AMLO tiene 60 % de las simpatías ciudadanas?

Nadie duda, por lo mismo, que la consulta le favorecerá ampliamente. Entonces, ¿por qué se le concede tanta importancia?

Desde el punto de vista del interés nacional, no hay nada importante que esté en juego. Lo que está detrás de esta violenta polémica es sólo el interés político personal de AMLO que aspira a acrecentar --aún más-- su imagen y trascender en la historia como un gran líder, al estilo de Benito Juárez o Lázaro Cárdenas.

Llámele usted soberbia, vanidad, delirio de grandeza o megalomanía, no importa el nombre, lo que importa es que, en su afán de grandeza, al presidente no le importa mentir, incitar al odio, atropellar los derechos de las personas, enfrentar a unos mexicanos contra otros y llevar los problemas institucionales hacia callejones sin salida, como ocurre con la revocación del mandato. Este es el verdadero rostro de la 4T.

Foto: Especial

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