Opinión
Vale, la lechuga inglesa venció a Liz Truss ¿Y ahora, qué va a pasar?
Fran Ruiz

Vale, la lechuga inglesa venció a Liz Truss ¿Y ahora, qué va a pasar?

El pasado 14 de octubre el diario sensacionalista británico Daily Star lanzó un concurso para que los internautas apostasen quién iba a durar más, si una lechuga en el refrigerador o la primera ministra Liz Truss. Especificó que la citada hortaliza dura un máximo de diez días, por lo que, haciendo cálculo, debería echarse a la basura el 24 de este mes.

Pues bien, ya puede ir sacando la lechuga del refri el ocurrente periodista que dio la idea y hacerse una rica ensalada. Cayó antes la aguerrida Truss y lo hizo muy a lo José López Portillo con su “defenderé el peso como un perro”... y al día siguiente se devaluó: "No dimitiré, soy una luchadora", dijo el miércoles... y este jueves presentó su dimisión.

Liz Truss se dirige a la prensa fuera del 10 de Downing Street para anunciar su dimisión; detrás, su marido

Liz Truss se dirige a la prensa fuera del 10 de Downing Street para anunciar su dimisión; detrás, su marido

EFE

La premier británica (ahora en funciones) tomó la decisión luego de llamar a su puerta este jueves el “tory de la guadaña”, como se conoce a Graham Brady, líder de la bancada de la mayoría de diputados conservadores sin cargos y sin compromisos con nadie, y por tanto, con poder para derribar a primeros ministros de su propio partido, si ya no les gusta.

De hecho, además de este jueves, el “guadañero” Brady ya tocó la puerta del número 10 de Downing Street el pasado 7 de julio, cuando le dijo a Boris Johnson que hiciera las maletas; y lo mismo le dijo a Theresa May el 27 de mayo de 2019 (que ya es mala suerte que te obliguen a renunciar el mes de tu apellido). No es de extrañar que el Sunday Times califique al Partido Conservador (con diferencia el que más veces ha gobernado en Gran Bretaña) como la “secta de la muerte”, por su afición a las intrigas palaciegas para derrocar a sus dirigentes, como le pasó a la todopoderosa Margaret Thatcher en 1990.

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Pero, al menos, la Dama de Hierro ganó tres veces las elecciones y Johnson ganó por mayoría absoluta en 2019. Por el contrario, Truss pasará a la historia por haber encabezado el gobierno británico más corto, 44 días, el tiempo que tardó en hacerse la última foto pública de Isabel II, vestirse de luto, presentar un plan económico ultraneoliberal —que descalabró la libra, escandalizó al FMI y fue calificado despectivamente por el Financial Times de “pócima mágica”—, y, finalmente, dar marcha atrás con un presupuesto fiscal absurdamente laborista. Demasiado tarde, hace dos semanas que la espada de Damocles pendía sobre la cabeza de Truss, empujadas por unas encuestas de popularidad horrorosas.

Isabel II recibió a la nueva premier británica el 6 de septiembre pasado en el palacio de Balmoral (Escocia). Fue la última imagen pública de la reina

Isabel II recibió a la nueva premier británica el 6 de septiembre pasado en el palacio de Balmoral (Escocia). Fue la última imagen pública de la reina

EFE

Quién diría, tras la caída en desgracia de Johnson —por sus juergas en Downing Street en pleno confinamiento—, que aquel apretón de manos de Isabel II y Liz Truss, hace apenas mes y medio, iba a ser el saludo de la muerte para ambas; y que lo ocurrido este jueves podría ser la resurrección del expremier que se daba por muerto pero andaba (literalmente) de parranda.

Boris Johnson, el día que presentó su dimisión, el 7 de septiembre de 2022

Boris Johnson, el día que presentó su dimisión, el 7 de julio de 2022

RTVE

De hecho, las encuestas anuncian que el desmelenado Johnson es, de nuevo, el favorito de los votantes conservadores para que regrese a su “salón de fiestas” en Downing Street, lo que podría ocurrir tan pronto como se celebre, dentro de una semana, las elecciones internas de urgencia para elegir al nuevo premier británico.

Pavor al adelanto de elecciones

En lo único que parecen estar de acuerdo todos los “tories” y la prensa ultraconservadora es en descartar de plano elecciones generales adelantadas y que sean los 48 millones de británicos con derecho a voto los que decidan su nuevo gobernante y no los escasos militantes conservadores. De hecho, Truss llegó al poder por poco más de 80 mil votos.

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La razón para evitar a toda costa la convocatoria de elecciones es porque las encuestas dan entre 30 y 35 puntos de ventaja al Partido Laborista; más por el desprestigio de los conservadores que por méritos propios de los dirigentes de izquierda, liderados por el cada vez menos gris Keir Starmer, quien, como era de suponer, clama por elecciones ya.

El Brexit que todo lo corrompe

Ciertamente, las reglas del juego británicas permiten al partido en el poder cambiar de primer ministro sin tener que convocar elecciones, pero lo que no pueden ocultar los “tories” es el circo del esperpento que han montado, desde que al primer ministro David Cameron (el que acabó con la era laborista Tony Blair-Gordon Brown) se le ocurriera proponer un referéndum en 2016 sobre la permanencia o la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit). Ingenuamente, el dandy surgido de la prestigiosa escuela Eton creyó que se impondría el sentido común y nadie iba a hacer caso al payaso populista Nigel Farage y su partido antieuropeo UKIP.

El referéndum del Brexit pasará a la historia como uno de los mayores errores de cálculo de la era moderna británica, porque abrió la puerta a los bulos y las mentiras de los populistas y logró, primero, que ganará la salida del país de la UE; y segundo, que el ala dura tory se apropiara del discurso agresivo y xenófobo de Farage y secuestrara el Partido Conservador (sirviendo de fuente de inspiración a Donald Trump para hacer lo mismo, meses después, con en el Partido Republicano).

Porque esta es, al final, la clave de todo lo que está pasando. Europa, para bien o para mal, es la obsesión tory que contamina toda la política británica.

La antieuropea Thatcher fue obligada a renunciar porque se impuso la corriente europea del partido; Cameron dimitió porque apostó por Europa y perdió el referéndum que montó; May fue decapitada por titubear sobre cómo consumar el Brexit sin molestar a sus socios comerciales del otro lado del canal de La Mancha; y Johnson fue encumbrado por molestar a sus socios comerciales y sus mentiras descaradas sobre la “ladrona europa”.

Los conservadores lograron así aferrarse al poder, pero a costa de devorarse entre ellos, de dañar severamente su economía, de resucitar el deseo de independencia de la proeuropea Escocia (cada vez más harta de los ingleses) y de poner en peligro el frágil acuerdo de paz entre republicanos y unionistas norirlandeses, por culpa de la frontera y el comercio con la República de Irlanda.

El líder laborista, Keir Starmer, exigió este jueves la convocatoria de elecciones adelantadas

El líder laborista, Keir Starmer, exigió este jueves la convocatoria de elecciones adelantadas

EFE

Con la caída de Truss, Johnson y May en tres años —un récord que convierte a Italia y su crónica ingobernabilidad en una balsa de aceite de estabilidad—, es casi impensable que otro líder tory pueda poner orden de aquí a finales de 2023, cuando culminen los cuatro años del mandato que logró Johnson en las urnas. Y para colmo, los efectos dañinos del Brexit (menos comercio con Europa; falta de puestos que cubrir, especialmente en sanidad y distribución; y desabasto e inflación por las nubes) empieza realmente a notarse ahora entre una sociedad que vivió engañada y aletargada.

Si los conservadores no quieren que alguien les humille con otra apuesta sobre quién durará más, si una lechuga o el futuro premier, deberían de tener el valor de convocar elecciones, que cada partido deja claro su postura ante el Brexit y que los británicos decidan qué gobierno quieren que arregle todo este “hazmerreir mundial en el que hemos caído”, como dijo este mismo jueves el líder laborista.