Opinión

La libertad como derecho inalienable

El derecho de supervivencia asiste a todos los seres humanos. Es decir, todos tenemos derecho a obtener techo, comida y sustento.

Ningún gobierno, religión, grupo o movimiento social deben impedir que esos derechos nos acompañen.

Debemos oponernos a las dictaduras de toda clase, pues eso limita el desarrollo personal de las personas al que tienen derecho. En esos casos de injusticia no debemos sentirnos mal si somos inconformes o rebeldes, aunque haya quienes dicen que una persona funciona normalmente si acepta y asimila las reglas sociales existentes. La verdad, es que muchas de las grandes personalidades de la historia alcanzaron su grandeza, porque no se conformaron con adaptarse, sino lucharon por mejorar las circunstancias. En las sociedades democráticas la intención debe ser, alcanzar el pleno potencial, tanto del individuo como de la sociedad, porque ahí se genera el progreso.

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Los gobernantes deben reconocer los méritos individuales y grupales, así como promover las acciones de excelencia en todos ellos, para ir logrando sociedades más funcionales y eficaces y, más aún deben reconocer el valor de los demás y aplaudir sus actos cuando esto lo amerita.

En cuanto a las religiones, las personas deben tener derecho a la libertad de creencias, pero recordando que ninguna religión o creencia puede ofrecer buenos resultados si se escuda en lo divino para perpetrar el mal. Tomemos en cuenta que la fe por sí misma, no hace mejores a las personas, sino simplemente saca lo que verdaderamente traen adentro, bondad o maldad.

Las personas también deben tener derecho a la libertad de acción y a la igualdad de trato, aunque su conducta sea diferente a la de los demás, pero siempre y cuando no dañen a nadie más.

En ocasiones se cometen excesos. Si una persona por su propia voluntad decide correr riesgos que lo haga, pero no exponiendo la integridad física de nadie. El sentido de las leyes es impedir que los seres humanos se dañen unos a otros en su persona o en su patrimonio. La libertad de cada quien acaba, dónde inicia la de los demás.

También, por supuesto, debe respetarse la libertad de opinión ya sea escrita o hablada. No debe sorprender que en los países donde se restringe, aparecen comediantes que a través de la risa acaban expresando el sentir popular.

Y, finalmente mencionemos la más importante, la libertad de pensamiento. Todos somos diferentes y procesamos los eventos y circunstancias de la vida de forma unipersonal.

Y este es un derecho inalienable que poseemos. Por tanto nadie debe menospreciar o criticar nuestra propia visión de la vida, que está sustentada en las experiencias individuales que cada quien ha atravesado. Si deseamos efectuar cambios dentro de nuestra mente, estos deben provenir de nuestro libre albedrío, y no de pretensiones de imposición por parte de personas externas, pues ese derecho no les asiste.

En los países con democracia las libertades son muchísimas más que las restricciones, debemos concientizarlas y tratar de preservarlas. Reconozcamos y toleremos nuestras diferencias de opiniones y gustos pero, respetando siempre el derecho de los demás a disentir.

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