Opinión

Donde lloran está el muerto. Su Alteza Serenísima.

La Academia Mexicana de la Lengua ha explicado que esta frase es refrán popular de tipo familiar que sirve para sancionar situaciones en que alguien llora mucho su pobreza y falta de dinero. Aplicado en situaciones como éstas se da a entender que quien lloriquea por falta de dinero es que lo tiene.

Cuando el presidente López Obrador descalificó al ministro Laynez por haber suspendido la aplicación de su Plan B legislativo en materia electoral, lo que pone en riesgo su estrategia de controlar los comicios federales desde el gobierno y los grupos de poder en los estados y la Ciudad de México lo calificó de creerse “su alteza serenísima” atribuyendo un poder de mando al ministro que no tiene y que, sin embargo, el inquilino del Palacio Nacional si posee en exceso.

López Obrador llora mucho su pobreza -su falta de poder-, pero acepta que la gobernadora de Campeche, su incondicional, vaya a recitarle frente a la Nación una oda y haga de su gobierno una gesta heroica. Ese acto de profunda lambisconería me recordó a lo que sucedía con Antonio López de Santa Anna, cuando este personaje ambivalente, querido y odiado, se hacía llamar “Su Alteza Serenísima” en la cúspide de su poder.

López de Santa Anna fue múltiples veces salvador de la patria, pero también cedió la mitad del territorio nacional después de que fue derrotado en la batalla de San Jacinto, huyó disfrazado de soldado raso, fue capturado, humillado por su cobardía ante Houston en una escena que se presenta en una pintura que exhibida en el vestíbulo principal del Congreso de Texas y firmado el Tratado de Velasco a cambio de su libertad.

Ese personaje histórico en abril de 1836 era el mayor villano nacional y en 1854 era llamado por sus allegados “Su Alteza Serenísima”. Su pierna fue adorada y después arrastrada e injuriada por las calles. Este López llenaba las plazas de muchedumbres que lo vitoreaban a su paso y amenazaba con irse a su Hacienda Manga de Clavo en espera que el pueblo lo mandara llamar. Orgulloso y prepotente ante el populacho y lo agachada clase política y empresarial y reptiliano y obsecuente ante el poderoso. En el himno nacional se incluyó en una estrofa, hoy suprimida, la referencia al guerrero inmortal de Zempoala en honor a su persona.

El ministro Laynez es un servidor público de excepción. Mas de 40 años de trabajo en distintas trincheras del gobierno y ahora del Poder Judicial de la Federación. Un constructor de instituciones; participó en la mayoría de los procesos de cambio constitucional y legislativo desde 1994 hasta 2015 y colaboró en la reforma educativa de los años noventa, que la descentralizó y sentó las bases de la carrera magisterial. Vive en la discreción sin protagonismos y hace su trabajo con profesionalismo, objetividad, independencia y excelencia. Es un jurista con todas sus letras.

Lee también

El ministro como otros servidores públicos más realizan su trabajo por vocación y entrega y su longevidad en la gestión pública no los convierte en émulos de Porfirio Díaz y el cumplimiento de su deber en la defensa del estado democrático frente a los excesos del Poder Ejecutivo los aleja de la figura de López de Santa Anna que fue un presidente autoritario y voluntarioso. Edmundo Jacobo renunció a su cargo en el INE demostrando que el amparo para obtener su reinstalación no era un capricho personal, sino un compromiso con la institucionalidad electoral democrática.

¿A quién le queda el saco de “Su Alteza Serenísima”? ¿A un servidor público de carrera y vocación? o ¿a un activista social que rige su vida por la ambición personal, que disfruta ser vitoreado por las multitudes, que destruye instituciones para obtener popularidad, que engaña y miente para ocultar la falta de resultados de su gobierno, que se dobla ante las presiones de los Estados Unidos y acepta ser su cancerbero migratorio y que ofende desde el Palacio Nacional a quienes no pueden oponerse a su poder?

López Obrador todos los días reproduce los pasos de López de Santa Anna. Goza su poder, que es efímero, y amenaza con retirarse a la tranquilidad de su finca La Chingada al concluir su sexenio, en espera que el pueblo bueno y sabio lo llame nuevamente. Se considera a si mismo el salvador -transformador- de la Patria. ¿Quién somete a ricos e influyentes a sus caprichos y veleidades? Definitivamente, donde lloran está el muerto.

Santa Anna

Santa Anna

Investigador del Instituto Mexicano de Estudios

Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales

cmatutegonzalez@gmail.com

Facebook.com/cmatutegonzalez

Twitter @cmatutegonzalez

www.carlosmatute.com.mx