Opinión

Marcha oficial, humanismo de pacotilla

El empleo de ilimitados recursos públicos, el afán de operadores políticos de todos los rangos para congraciarse con el presidente, el uso inusitadamente faccioso de la televisión y la radio del gobierno, así como la insistencia personal y obsesiva de López Obrador, hicieron de la marcha de este domingo 27 un acontecimiento multitudinario y tumultuoso.

La propaganda de la llamada 4T se esforzará para presentarla como un reconocimiento masivo al presidente y su gestión. Pero ninguna estimación del tamaño de esa multitud podrá disipar el hecho cardinal de que fue un evento organizado desde y con el aparato del gobierno. Muchos ciudadanos acudieron por su propia voluntad. Junto a ellos, había decenas de miles que asistieron por obligación y/o temor.

Este sábado continuaban los desplegados de la propaganda para asistir a la marcha que encabezará AMLO a partir de las 9:00 horas del Ángel al Zócalo.

Este sábado continuaban los desplegados de la propaganda para asistir a la marcha que encabezará AMLO a partir de las 9:00 horas del Ángel al Zócalo.

Foto: Cortesía

Millares de empleados públicos y beneficiarios de programas asistenciales fueron amenazados con sanciones si no asistían. El presidente López Obrador quería un auto homenaje, pero la marcha terminó siendo una involuntaria exhibición de la vieja política que amalgama la convocatoria clientelar con la asistencia compulsiva.

La manifestación ciudadana del 13 de noviembre para defender la autonomía del INE le quitó a López Obrador la iniciativa política que había mantenido con un discurso repleto de engaños y autoelogios. Al movilizar la estructura del gobierno federal y de los gobiernos estatales en manos de Morena, el presidente quiso reorientar la discusión pública. Sin embargo, él y sus propagandistas se parapetaron en un discurso auto defensivo. En medios y redes, repiten que no hubo acarreos en su marcha. Lo reiteran tanto, que esa consigna confirma la asistencia forzosa y/o apuntalada con dinero público.

El 13 de noviembre, por cierto, hubo manifestaciones en medio centenar de ciudades, además de la que llamó más la atención en la Ciudad de México. La manifestación de AMLO, concentró en la CdMx grupos de todo el país.

Hay quienes comparan la marcha de López Obrador con las movilizaciones del viejo PRI. Algo hubo de aquella asistencia resignada y del entusiasmo dirigido que se apreciaba en las manifestaciones para ensalzar a presidentes y candidatos en tiempos que suponíamos ya superados. Pero la prodigalidad de recursos públicos en beneficio de una causa partidaria y la ostentación con la que se desplegó esa operación oficial no habían visto en la historia política mexicana.

El gobierno intenta una suerte de normalización de la ilegalidad y el clientelismo políticos. Claudia Sheinbaum repartiendo víveres entre los asistentes, o Adán Augusto López coordinando la llegada de camiones a la marcha, expresan ese abandono de las formas o, si se quiere, de esa discreción culposa que tenían los antiguos gobernantes del PRI cuando buscaban adhesiones clientelares. Los actuales funcionarios no sólo no respetan la ley; además se ufanan de tales transgresiones y las graban para Twitter.

Este gobierno ha cercenado la autonomía y la diversidad, relativas pero constatables, que habían alcanzado los medios públicos. Ayer los canales federales 11, 14 y 22, junto con el 21 de la CdMx, las radiodifusoras del IMER y Radio Educación, entre otros, fueron un disciplinado coro que entonó varias horas de propaganda oficialista. Sin recato por sus propias trayectorias ni respeto por las audiencias, conductores y organizadores de esa transmisión unificada se volcaron en desmedidos elogios al gobierno. También las transmisiones en televisoras privadas estuvieron colmadas de propaganda oficial.

El discurso de López Obrador en el Zócalo estuvo repleto de afirmaciones que no resisten confrontación seria con cifras oficiales y con la realidad. Ese mensaje fue una sarta de frases auto encomiásticas. La marcha toda y su culminación fueron exaltación del líder. La única novedad fue la etiqueta que ahora le asigna el presidente a su movimiento.

“Humanismo mexicano”, dice que es su nuevo postulado. Pero el humanismo es por definición universal, así que el adjetivo mexicanista resulta por lo menos estrafalario.

Humanismo es reivindicación de la racionalidad, el laicismo y valores como la libertad y la justicia. López Obrador, en cambio, apela al fanatismo, se confronta con la ciencia y el conocimiento, desdeña los datos y promueve la intolerancia y la exclusión con un discurso único. Humanismo es reconocimiento de la pluralidad, muy distinto y distante de la idolatría en torno a un caudillo. El de López Obrador es, si acaso, un humanismo falso, fingido, de pacotilla.

ALACENA: Una luz en forma de balón

Es imposible hablar de futbol desde la indiferencia. Se aplauden hazañas o se deploran tropiezos, siempre a partir de la pasión que suscita. Incluso los desafectos del futbol, cuando se refieren a él no pueden ignorar la vehemencia de quienes lo gozan y sufren. Su presencia en la memoria social y personal aparece en conversaciones en todos los ámbitos. Cada quien tiene, y recrea matizados por la mitificación y el tiempo, sus propios recuerdos de partidos, jugadas, futbolistas memorables.

La pasión es entusiasmo y padecimiento. Esa mezcla recorre De futbol somos (Cal y arena, 2022, 348 pp.) un hermoso libro que reúne relatos futboleros de dos docenas de autores. Alonso Pérez Gay, que coordina el libro junto con Mauricio García García, subraya esa amalgama de ilusiones y desengaños: “Asistentes asiduos, nunca protagonistas. Campeones, ni por asomo. Pero el futbol es más que un juego y los mexicanos somos locos que orbitan un balón”.

“A pesar de la derrota —añade Alonso Pérez Gay—, la selección mexicana de futbol se presenta al torneo más importante de este deporte cada cuatro años. A pesar de que desde 1986 sólo disputan uno más de los tres partidos reglamentarios, los aficionados mexicanos siempre están en primer lugar, ahí sí, de compra de boletos y reservaciones en la sede mundialista. Muy a pesar del futbol mismo, los aficionados mexicanos guardan siempre un recuerdo, una opinión, un análisis único sobre algún mundial y vislumbran una luz en forma de balón llegando a la red, una esperanza”.

De futbol somos está repleto de memorables fotografías: jugadores y jugadas, estadios y prensa deportiva, momentos de gloria y pesadumbre, que hacen del futbol una gozosa pasión.