Opinión

Mayorías arbitrarias

Clístenes nacido en el año 570 a.C. fue el gran reformador griego que introdujo una serie de cambios en la estructura política de Atenas para permitir que los ciudadanos participaran en las decisiones del gobierno. Comprendió que mediante el voto libre de las personas con derechos (se excluía a las mujeres, extranjeros, esclavos y menores de 20 años) se podía llegar al acuerdo concertado entre muchos para conducir los asuntos públicos. Creó una asamblea independiente del gobernante en turno y un consejo de quinientas personas que la asesoraban en sus trabajos legislativos.

Clístenes estableció lo que hoy llamamos la democracia ateniense.

Clístenes estableció lo que hoy llamamos la democracia ateniense.

Las funciones de la asamblea eran conocer las propuestas de mejora de la vida de la ciudad y cualquier otro asunto de interés común, deliberar y debatir los diferentes puntos de vista que sus miembros tenían al respecto y, finalmente, aprobar mediante el voto a mano alzada o marcándolo en pequeños trozos de tabletas de arcilla que eran depositados en una urna. Los acuerdos se tomaban por el principio de mayoría.

Las decisiones votadas en la asamblea eran de cumplimiento obligatorio para todos los habitantes. En el año 506 a.C. se emitió el primer decreto procesado mediante esta forma, dando inicio a la democracia ateniense que se mantuvo, no sin sobresaltos, hasta el año 260 a.C.

Desde el inicio de la democracia griega se tenía conocimiento de que las decisiones tomadas por el voto mayoritario podían ser, en algunos casos, injustas o contrarias al espíritu de las leyes y las reglas que regían la vida de la comunidad.

Con el fin de evitar que la asamblea popular aprobara decretos arbitrarios o caprichosos, contrarios a las leyes, sus resoluciones eran revisadas por un tribunal conformado por 300 personas que ocupaban el cargo de por vida. El tribunal era conocido como el Areópago, porque su recinto estaba ubicado en la colina consagrada al dios Ares. El mito dice que en ese lugar fue juzgado el dios de la guerra por haber dado muerte a un hijo de Poseidón y también fue llevado a juicio Orestes por el asesinato de su madre, Clitemnestra.

El Areópago podía dejar sin efecto o enmendar los acuerdos aprobados por la asamblea, lo que produjo frecuentes tensiones entre ambos órganos. En el año 425 a.C. los asambleístas atacaron la fortaleza donde sesionaba el tribunal, en una especie de golpe de estado y redujeron sus atribuciones, limitándolas a atender únicamente asuntos relacionados con homicidios, sentencias de muerte o casos de corrupción.

Atenas, no obstante haber limitado las funciones de ese tribunal, posteriormente estableció un sistema de juzgados independientes. En el año de 416 a.C. se introdujo una regla que permitía a cualquier ciudadano entablar una demanda en contra de las acciones de la asamblea consideradas contrarias a las normas o que amenazaban al propio régimen democrático. “El asunto podía llevarse ante un jurado, el cual tenía el poder para bloquear o anular la ley e incluso castigar a quien la hubiera propuesto inicialmente.” (John Keane)

Este autor en el capítulo dedicado a Atenas de su libro Vida y muerte de la democracia, nos demuestra cómo desde sus orígenes la democracia fue un sistema que se diseñó con órganos que se hacían contrapeso entre sí para evitar el abuso de poder y los excesos que puede llegar a tener la toma de decisiones arbitrarias.

El politólogo italiano Norberto Bobbio estudió también los límites que tiene la utilización de las mayorías en los sistemas políticos democráticos. Bobbio señala que el principio de mayoría es necesario, pero no suficiente, para considerar a una sociedad democrática. “Mas aún: el ideal de la democracia no puede disociarse del principio del contrato social, es decir, de la idea del acuerdo de cada uno con todos los demás sobre algunas de las reglas fundamentales de la convivencia”.

Las reglas del juego en el que participan los diferentes agentes políticos en un sistema democrático, particularmente aquellas que se establecen para obtener el poder legítimo de gobernar (las leyes electorales), dice Bobbio, deben incluso aceptarse por unanimidad y se tiene que establecer el compromiso de los participantes para su respeto irrestricto.

En la Constitución Política y en las leyes están plasmados los términos de ese contrato social. Ahí se establecen las características y naturaleza del tipo de sociedad en la que se desenvuelve la democracia. Se fijan las atribuciones de cada órgano del estado, sus ámbitos de competencia, los contrapesos que deben existir entre ellos y el compromiso de respetar su cumplimiento. Incluso, ahí están acordados los procedimientos que se deben seguir para hacer modificaciones a la propia Constitución y las leyes.

Hay otros ámbitos de la vida social en los que las decisiones por mayoría tienen prohibido trastocar. Se trata de del asunto de los derechos individuales y de las minorías. No se puede someter a votación, por ejemplo, a qué dios o religión deben seguir los individuos, tampoco qué orientación sexual, política e ideológica.

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Una democracia está en riesgo cuando se usan las mayorías arbitrariamente, es decir, de manera caprichosa, imponiendo los deseos de un solo hombre o fuerza política, sin apegarse a las reglas del juego y procedimientos acordados por todos.

John Keane nos ilustra cómo ocurrió el fin del primer sistema democrático que conoció y practicó la humanidad. Todo empezó con el coqueteo que se dio entre la democracia griega con sus fuerzas armadas, obligado de alguna forma por los riesgos de la guerra externa. Ello condujo a la restricción de las libertades políticas, a la preeminencia de líderes militares y demagogos que se mantuvieron al frente del gobierno durante muchos periodos como Cimón y Pericles. Estos líderes tuvieron el poder para determinar el destino de la ciudad, sin el contrapeso de partidos, leyes tribunales y costumbres. Usando hábilmente su retórica y cultivando su imagen carismática manipulaban a la ciudadanía reunida en la asamblea. Estas circunstancias provocaron que en el año 260 a.C. el jefe militar, Antígono Gónatas, entrara a la ciudad para aplastar a los demócratas y sus instituciones.

Después de estas reflexiones teóricas e históricas, cabría preguntarse: ¿está la democracia mexicana en riesgo? ¿Existe el compromiso del gobierno que llegó al poder por amplia mayoría para respetar las reglas del juego democrático? A la luz de la observación de los hechos, juzgue usted.