Opinión
Metro, estación Guardia Nacional
Juan Manuel Asai

Metro, estación Guardia Nacional

¿El sindicato de trabajadores del Metro es parte de una acción concertada para tumbar la candidatura presidencial de Claudia Sheinbaum?

El pecado original fue la decisión del presidente López Obrador de adelantar, de manera extrema e imprudente, el juego de su propia sucesión presidencial. A mediados del 2021 empezó con la vacilada de las corcholatas y el destapador, que él consideró chistosa, y que con el paso del tiempo nos condujo a la decisión de que la Guardia Nacional asuma otra tarea para la que no tiene ni experiencia ni preparación: cuidar las instalaciones del Metro para intimidar a quienes tienen, dicen por ahí, el maléfico plan de descarrilar las aspiraciones de la jefa de Gobierno.

Guardia Nacional en el STC Metro

Guardia Nacional en el STC Metro

En el Metro ya hay más de cinco mil policías que al parecer también están bajo sospecha, de otra manera López Obrador no hubiera mandado la caballería. Puede apostarse que muy pronto habrá confrontaciones entre policías capitalinos y elementos de la Guardia Nacional. No queda claro cómo se repartirán las tareas de seguridad. Se manda un mensaje político, pero el asunto técnico de la operación del Metro sigue sin responderse.

López Obrador no solo arrancó el juego sucesorio, sino que además envió señales inequívocas de que su decisión estaba tomada a favor de la doctora Sheinbaum, lo que ha puesto a la jefa de Gobierno frente riegos políticos e incluso personales durante demasiado tiempo. AMLO no protege a su probable sucesora la pone a merced de quienes no quieren que llegue, comenzando, hay que decirlo, por los equipos de las otras dos corcholatas, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard, además de la legión de adversarios políticos que no quieren que la 4T se quede otros seis años en Palacio Nacional.

La sucesión adelantadísima provoca que cada acción u omisión de Claudia tenga resonancias para el 2024 y que los morenistas en su conjunto, gobernadores, diputados, senadores, dirigentes partidistas ya estén en campaña a favor de ella y quieran mostrarse como sus más entusiastas seguidores para tener recompensa política el próximo sexenio, sin importar que en el lance violen las leyes electorales. Se sabe, de todas formas, que a ese contingente no le gusta para nada que alguien les salga con que la ley es la ley.

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Como quedó dicho, los equipos de Adán Augusto y de Marcelo Ebrard son los más interesados en que Claudia tropiece porque subirían un escalón en sus posibilidades de ser candidatos presidenciales. Es natural que haya recelo, suspicacias, desafíos provocados porque el presidente los puso a competir públicamente con demasiado tiempo de anticipación. Saben que el presidente ayudará a Claudia hasta un límite: cuando calcule que está derrochando su propio capital político. Entonces puede pensar en otro nombre para sucederlo.

Lo pernicioso de la sucesión adelantadísima es que levanta una enorme polvareda que impide concentrar la atención en los problemas concretos, que este caso es la operación cotidiana del Sistema de Transporte Colectivo. Los trabajadores dicen que falta presupuesto para el mantenimiento y que eso puede constatarse con una visita a los talleres. Ellos dicen que no hay sabotaje ni nada por el estilo, sino falta de recursos, presupuesto insuficiente. Son dos versiones encontradas y a la mitad de ellas está la seguridad de los millones de ciudadanos que todos los días usan el Metro.

Pregunta a los usuarios. Uso el Metro con relativa frecuencia, incluyendo la malograda L12, y como todos los usuarios frecuentes he atestiguado el deterioro progresivo del sistema, de modo que no me sorprende la cadena de incidentes que ha reportado la prensa. Tengo una pregunta para los amables lectores que viajan en el Metro incluso varias veces al día. Ustedes qué creen: ¿Se trata de un problema de mantenimiento o es un sabotaje?